Tras un período de hibernación, hasta consolidarse como la potencia económica de mayor crecimiento en el mundo, China comienza lentamente a mostrar sus intereses expansionistas. La decisión del gobierno de Beijing de declarar una zona de defensa aérea sobre el espacio donde se encuentran unas islas que disputa con Japón, podría interpretarse como una prueba piloto para medir la reacción internacional y como un tiro por elevación al gobierno de Barack Obama.
Pequeñas y deshabitadas, estas cinco islas que los japoneses llaman Senkaku y los chinos, Diaoyu, están bajo administración nipona de hace más de 100 años. Además de tener aguas marítimas con mucha pesca, se sospecha que en sus cercanías hay importantes yacimientos de hidrocarburos.
Lo inquitante de esta movida china es que las islas están cubiertas por un tratado de seguridad entre Estados Unidos y Japón, por lo que Washington estaría obligado a salir en defensa de Japón en el caso de estallar un conflicto.
Por un lado, los tiempos políticos favorecen a China: Estados Unidos no parece interesado en embarcarse en situaciones conflictivas en Asia después del fiasco en Irak y Europa tienen sus ojos puestos en recuperar su economía. Sin embargo, el primer ministro japonés, Zhinzo Abe, instó a sus aerolíneas de desafiar esa zona de defensa aérea impuesta por Beijing.
Ya en la cumbre Asia-Pacífico, el presidente chino Xi Jinping, dio a entender que China no estaba dispuesta a aceptar la continuidad de Estados Unidos como la potencia máxima en el Pacífico. Da la impresión de que con estas medidas, Beijing empieza a tirar de la cuerda hasta ver hasta dónde puede llegar Obama y a demostrar que cumple con hechos lo dicho con palabras.
Quien hasta ahora no ha fijado su posición en este tema es el presidente de Rusia, Vladimir Putin, preocupado por lo que sucede en Ucrania, ex república soviética, y hoy sumida en el caos político entre quieren un acuerdo de unión aduanera con Rusia y quienes están a favor de asociarse con la Unión Europea.
Por el territorio de este país, de 46 millones de habitantes, pasa el 85% del gas ruso que se entrega a Europa occidental.