

Barack Obama inaugurará su segundo período de gobierno con una excepcionalidad que solo compartieron otros seis presidentes en la historia de los Estados Unidos: como el 20 de enero, el día fijado por la Vigésima Enmienda para la asunción del nuevo presidente cae un domingo, la ceremonia tendrá lugar el lunes 21, una fecha que coincide con el aniversario del nacimiento de Martin Luther King Jr.
En 2009, la inauguración de Obama se constituyó el mayor evento en los anales de la capital norteamericana, con una concurrencia estimada en 1.8 millones de personas. Este récord difícilmente se repita en esta oportunidad, aunque las autoridades prevén la presencia de una multitud considerable de medio millón de personas.
Será, formalmente, la segunda vez que un afronorteamericano asuma la presidencia de los Estados Unidos, aunque se trate de la misma persona.
Por lo que se conoce hasta el momento, no habrá una gran infusión de sangre fresca en el nuevo gabinete sino, más bien, un delicado juego de sillas.
Dos figuras importantes dejarán sus cargos definitivamente: la secretaria de Estado, Hillary Clinton y el secretario de Tesoro, Timothy Geithner.
De ambos, el reemplazo más anunciado era el de Clinton por Susan Rice, la actual embajadora ante las Naciones Unidas, pero su nominación se complicó cuando un trío de senadores republicanos, incluyendo al ex candidato presidencial John McCaine, comenzó a cuestionar unas declaraciones de Rice con posterioridad al atentado a la embajada norteamericana en Bengasi, Libia, donde perdió la vida el embajador Christopher Stevens.
Si la designación de Rice no se confirma, el nombre más mencionado es el senador y ex aspirante presidencial John Kerry, cuyo ingreso al gabinete ya venía sonando, pero para la Secretaría de Defensa, cargo que en estos momentos ocupa León Panetta.
Si Panetta se va y Kerry asume como secretario de Estado, la candidata a la cartera de Defensa podría ser Michèle Flournoy, ex subsecretaria de Defensa para Asuntos Políticos, quien se retiró el año pasado para trabajar activamente en la campaña por la reelección de Obama.
Los nombres que se barajan para la Secretaría del Tesoro son una mezcla de especulación, rumor y expresión de deseos, aunque la mayoría de las listas en circulación incluye a Jacob Lew, actual jefe de Gabinete de la Casa Blanca y un ex director del Presupuesto; Sheryl Sandberg, COO de Facebook; Erskine Bowles, copresidente de la Comisión presidencial de Responsabilidad Fiscal y Reforma; Edward Zore, presidente y CEO de Northwestern Mutual; y al premio Nobel de Economía, Paul Krugman, columnista del New York Times.
Todo indica que Eric Holder el Fiscal General de la Nación, permanecería en su cargo un año más, a pedido del Presidente, tras lo cual podría ser reemplazado por Janet Napolitano, la actual secretaria de Seguridad Interior.
Para el sillón de director de la Agencia Central de Inteligencia, que hasta su vertiginosa caída por culpa de un escándalo amoroso ocupaba el general David Petraeus, se menciona a John Brennan, actual asesor de contraterrorismo del Presidente y un hombre con larga trayectoria en la CIA, donde fue subdirector ejecutivo y director del Centro Nacional de Contraterrorismo.
Una de las figuras más influyentes y menos conocidas de la Administración que se dispone a retirarse para el momento en que Obama inaugure su segundo período es David Plouffe, asesor senior de la Casa Blanca y uno de los hombres más cercanos al Presidente, cuya oficina se encuentra a unos pocos metros de la Sala Oval.
Plouffe reemplazó el año pasado a David Axelrod, el arquitecto del triunfo de Obama en 2008, cuando éste se retiró para ocuparse de la campaña por la reelección.
Quienes buscan signos de la dirección que tomará la segunda presidencia de Obama a partir de los nombramientos en el Gabinete, no tienen mucho para especular. Solo la persona elegida para ocupar la Secretaría del Tesoro podría, eventualmente, indicar un golpe de timón.
Pero el principal cambio, de producirse, vendrá del propio Presidente. Armado de una mayor experiencia y sin la carga de tener que pelear la reelección, Obama ha comenzado a dar señales de que será mucho menos contemplativo con la oposición y buscará afianzar los objetivos con los que originalmente llegó a la Casa Blanca.










