

La compra de la red argentina de venta de combustibles Rhasa por parte de Petróleos de Venezuela (PdVSA), anunciada el jueves en Brasilia, es la punta del iceberg de una compleja trama de negocios que, impulsada por el sueño bolivariano de Hugo Chávez, parece despejar el camino para la integración efectiva de PetroSur, la megalianza energética regional concebida por Chávez para reoxigenar a las petroleras estatales.
Pese a que la génesis de esa alianza tuvo a Brasilia como plataforma de lanzamiento, paradójicamente, Petrobras pareció quedar al margen de los anuncios integradores. El faltazo tiene su razón de ser: la brasileña fue, en los últimos meses, la más reacia a sumarse al proyecto. Eso, porque Petrobras mostró, desde siempre, que se mueve más a gusto en la lógica de los negocios –no dudó en firmar sendos acuerdos bilaterales con PdVSA para construir una megarrefinería en Brasil y explorar la Franja del Orinoco– que en el terreno de las justificaciones políticas, el leit motiv de Chávez a la hora de justificar el nacimiento de su criatura.
Cuando todos ganan
Ahora, con el traspaso de Rhasa y las negociaciones en marcha tendientes a “rentabilizar la red de 163 estaciones de Sol, la cadena que la estatal uruguaya Ancap posee en la Argentina, todas se garantizaron sumar puntos en la columna del haber.
PdVSA es el mejor ejemplo: a cuatro años de haber anunciado su –hasta ahora frustrado– arribo al mercado argentino, la venezolana finalmente hace pie con Rhasa, una red sobre la que siempre sobrevolaron sospechas de informalidad y problemas ambientales para operar.
Aún con esos porotos en contra, la gigante venezolana le da a Chávez una chance de oro para volver a mostrarse cerca de Néstor Kirchner, pieza clave del “eje del bien que el verborrágico presidente venezolano construye a fuerza de petrodólares.
Sólo desde ese lugar puede entenderse la entidad que PdVSA le otorga a Enarsa –hasta hoy, apenas su co-inquilina en dos estaciones de servicio–, convirtiéndola en “socia y alejándola de la percepción del sector petrolero, que a 18 meses de su creación todavía la sigue viendo como un sello de goma.
También Repsol YPF se anota varios éxitos: su acuerdo del viernes con PdVSA para proveer hasta 20.000 barriles diarios de crudo local y productos refinados “a precios del mercado argentino a las refinerías de Rhasa, en Campana, y La Teja (de Ancap), en Montevideo, no sólo garantizan la viabilidad de los futuros negocios de PDV/Enarsa –aceitando la relación de la española con los gobiernos de Chávez y Kirchner–, sino que, fundamentalmente, le abre las puertas a la exploración y explotación de crudo en la venezolana Franja del Orinoco, un mercado que Repsol definió entre los cinco enclaves prioritarios para aumentar sus reservas en el Plan Estratégico 2005-2009 anunciado por su presidente, Antoni Brufau, en mayo.
Finalmente, el acuerdo entre Repsol y PdVSA también abre luces de esperanza para la cadena de estaciones Sol, controlada por la filial local de Ancap.
Gracias al acuerdo de abastecimiento de crudo y de productos refinados “a precios competitivos para el mercado argentino , el gobierno de Tabaré Vázquez se salvaría de pasar a pérdida los u$s 200 millones que Ancap invirtió en el país desde 1998.
Rhasa y Sol –esto es, PdVSA, Enarsa y Ancap– pasarían ahora a ser socias cogestionadas, y abastecidas por el crudo de Repsol YPF.
Ancap no sólo escaparía de su escenario de pérdidas en la Argentina –las del primer trimestre superaron los u$s 13 millones– sino que, además, no debería desprenderse de sus estaciones a precio de regalo, ni llegar a la solución drástica de declarar la quiebra de Petrolera del Conosur, la dueña de Sol.
Aún cuando en esta etapa el
acuerdo no contemplaría la venta de las estaciones de Sol a PDV/Enarsa, su asociación con Rhasa –cuya pequeña refinería en Campana está junto a la de Carboclor, el otro activo de Ancap en el país– y el abastecimiento de crudo y productos refinados de Repsol permitirá a los uruguayos volver a los números azules, algo que no lograban desde 2003.










