“El artículo IV no es la gran cosa". Lo dice un alto funcionario estadounidense en Washington en alusión a la posibilidad de volver a admitir una misión del FMI y los periodistas argentinos intercambiamos una mueca que delata años de relato ininterrumpido.
La Argentina de la transición es, ante todo, y en lo inmediato, una Argentina en busca de dólares. Y en una Washington que a un año de sus presidenciales ya está sumida por completo en su propio fervor electoral, muchos se preguntan cómo será ese periplo. Una década de relaciones tirantes han dejado su marca. El desplante de Néstor en Mar del Plata (ALCA) hace justo diez años se cita a menudo casi como un recordatorio del lugar del que se parte. Pero la expectativa es innegable ante esta posibilidad de "retomar la conversación" con una Argentina que algunos ya imaginan menos "ideologizada" y muchos miran como oportunidad de negocios. Pero primero lo primero: los dólares de la transición.
En despachos oficiales, oficinas corporativas y thinks tanks de Washington hoy deslizan que la nueva administración debería ensayar primero un acercamiento a los organismos multilaterales de crédito para negociar después desde una posición más sólida, y sobre todo menos urgida, un acuerdo con los acreedores externos que reabra el acceso al mercado de capitales. Pero nadie sugiere, de todos modos, que la cuestión buitre pueda soslayarse demasiado. "Its time to stop playing politics" (Es hora de dejar de jugar a la política), resumen en el Center for Strategic and International Studies (CSIS), una de las usinas de ideas más poderosas de Washington y parte de la agenda de una visita organizada para la prensa por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (Amcham). Nadie parece dudar de que es hora de que se imponga el pragmatismo para cerrar un conflicto devenido en cruzada soberana.
Y sí, lo que se sugiere es un "volver al FMI". Pero se insiste que podría hacerse en términos lo suficientemente diluidos como para minimizar el costo político y capturar a la vez las ventajas prácticas del gesto. Organismos como el Banco Mundial buscan avanzar en las áreas donde existe lo que llaman una visión compartida. Y si bien hoy hay financiamiento para la ejecución de proyectos específicos, esas áreas de coincidencia son bastante acotadas. Y no hay acceso a créditos de disponibilidad inmediata.
Para poder destrabar esa clase de financiamiento no haría falta un acuerdo con los holdouts pero un artículo IV del FMI, aunque ayudaría, no sería suficiente. "El directorio del Banco Mundial tiende a sentirse mucho más cómodo si existe como marco algún tipo de programa con el FMI, aunque eso no supone que haya desembolsos", explican fuentes calificadas que por razones obvias prefieren no emitir opiniones en forma oficial en un momento tan delicado.
La estrategia de alianza entre el Banco Mundial y la Argentina para 2015-2018 hoy contempla una cooperación de entre u$s 1.000 millones y u$s 1.200 millones por año en nuevos proyectos ligados al desarrollo y la reducción de la pobreza. Esta ventana de financiamiento, virtualmente cerrada desde el 2011, volvió a estar disponible tras el acuerdo con el Club de París.
El diálogo con el Fondo, aunque hoy existe en su mínima expresión en torno a la cuestionada generación de estadísticas oficiales, quedó en suspenso hasta después de la salida de Cristina. En su último reporte sobre los avances en esta materia, el organismo dijo que el país no había cumplido totalmente con las medidas aconsejadas en el plazo estipulado (febrero 2015) y decidió dar un año más para adaptarse a los requerimientos.
En Washington admiten que hay "varios escenarios previstos" como para empezar a recomponer la relación con la Argentina. Pero explican que es el país el que tiene que acercarse. La última misión del FMI -que hoy encabeza el italiano Roberto Cardarelli-fue en 2006 y hoy la Argentina es uno de los únicos cinco países del mundo (como Sudán o Siria) que no admiten la visita de sus funcionarios bajo el paraguas del artículo IV. "El artículo IV es sólo una conversación con las autoridades", relativizan. En algunas ocasiones, de hecho, se acordó que ni siquiera se emita un documento final como ocurrió en China. Aunque claro, no es lo que prefiere el FMI. En todo caso, el mensaje desde Washington es claro en este sentido: el FMI no es el mismo que hace diez años, repiten, y con eso quieren decir que hay una oferta amplia de programas sin ninguna condicionalidad asociada que podría ser "digerible" para una Argentina pos-kircherismo.
Según el último informe del organismo, América latina quedará en terreno negativo (-0,25%) en materia de crecimiento en 2015 por primera vez desde la crisis de la deuda a principios de los ochenta, con la excepción del 2009. Será en este contexto en el que Argentina, junto con Venezuela, Ecuador y Brasil, deberá encarar un ajuste "imperativo", de acuerdo con el diagnóstico del Fondo, que espera una contracción del 0,4% para este año en nuestro país y de 0,7% para el siguiente.
Más allá de los desafíos inmediatos en lo que hace a la transición económica, los observadores políticos se entusiasman con otros cálculos sobre la Argentina que viene. Héctor Schamis, profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Georgetown University habla de un "ocaso del kirchnerismo" y del impacto regional en el equilibrio de poder. No es el único que en Washington especula con una Venezuela que se quedará mucho más sola. Y algunos hasta se atreven a imaginar a una Argentina que se decida a aprovechar la oportunidad de actuar como una bisagra entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico.
No será fácil igual reconstruir la relación, sobre todo con Estados Unidos también en transición. "Habrá que ir a ver a Marc Rubio y decirle una cosa, habrá que ir a ver a Hillary y decirle otra, hasta que caigan las fichas en 2017", resumía un analista ante la necesidad de dialogar con contendientes demócratas y republicanos con sus claras peculiaridades. Algunos funcionarios se preguntan en Washington si la administración Obama tendrá el gesto de enviar al vicepresidente Biden para la asunción del ganador del ballottage como relanzamiento de un vínculo desgastado, que nunca habilitó que Cristina por ejemplo pisara la Casa Blanca.
En esta nueva Argentina que muchos imaginan no sólo en busca de dólares sino también de nuevos equilibrios, la apuesta parece ser encontrar un espacio en el que sea posible prescindir del insulto sin por eso reeditar las "relaciones carnales".