La amistad tiene sus bemoles. Sobre todo si se funda sobre una piedra difícil de horadar: el interés o, mejor dicho, la tasa de interés. Pero mientras algunos se alejan irremediablemente, otros ven en esa vacancia una oportunidad.
En las últimas horas, el Wall Street Journal puso en letras de molde que el fondo de cobertura Gramercy, otrora un ‘aliado’ del Gobierno, obtuvo una gran ganancia este año al vender la mayor parte de los bonos soberanos argentinos que compró a partir de 2007.
Lo sospechoso es que las ventas tuvieron lugar justo antes de que la Corte Suprema de EE.UU. provocara el lunes una nueva sacudida en el mercado de deuda local, al rechazar la apelación argentina y dejara librado al proceso judicial el destino de la pulseada con los fondos denominados por la jerga local como ‘buitre’. Gramercy, de Greenwich, tenía bonos con un valor de u$s 400 millones en febrero, antes de empezar a vender.
De la vereda de enfrente, Morgan Stanley es hoy el nuevo amigo del Gobierno. No sólo porque logró llevar a buen puerto la “"solución Repsol"”, sino porque está primero en la fila de bancos que le han llevado una propuesta al Gobierno. La idea es que la Argentina emita bonos por u$s 1.330 millones, preferentemente Bonar 2024. Como el título tiene un descuento (cotiza u$s 84 por cada u$s 100), se piensa por estas horas en una ‘compensación’.
Esos bonos serán entregados a los fondos litigantes NML, Aurelius y otros, quienes harán “pasamano” y los entregarán a la banca Morgan. A cambio, los buitres recibirán dinero en efectivo, mientras los banqueros colocarán los bonos entre inversores de todo el mundo y algo, claro está, se quedarán ellos. De esa forma la Argentina no pierde reservas, cumple el fallo de Griesa y gana tiempo para pagarle al resto de los bonistas.