

Las voces de alerta sobre una posible burbuja en la inteligencia artificial (IA) volvieron al centro de la escena los en los últimos días.
Con valuaciones en ascenso, gastos masivos en infraestructura y un ecosistema cada vez más circular, donde los mismos siete gigantes tecnológicos son proveedores, clientes e inversores entre sí, Goldman Sachs se preguntó si el auge de la IA es sostenible o una repetición del frenesí de las puntocom, que se dio entre 1999 y 2000.
A priori, el banco concluye que: “No estamos en una burbuja, al menos por ahora, aunque las señales de sobreinversión y apalancamiento merecen cautela”.
En este contexto, Michael Burry, famoso por predecir la crisis de las hipotecas subprime en 2008, regresó a las redes sociales hace unos días tras casi dos años de inactivad y lo hizo fiel a su estilo: con una advertencia sobre las burbujas de mercado.
“Algunas veces vemos burbujas. A veces, hay algo que hacer al respecto. Y otras, la única jugada ganadora es no jugar”, publicó Burry en X, junto con una imagen del actor Christian Bale en la película La gran apuesta (The Big Short), en la que Bale interpretó al estratega.
Si bien no estaba claro a qué burbuja se refería Burry, dado que el debate sobre la de la IA va en aumento, podría aludir a esa industria de rápido crecimiento.
Un ciclo distinto al de 1999
Eric Sheridan y Kash Rangan, analistas de Internet y software de Goldman, admiten en el documento que el contexto actual “rima” con los excesos del pasado, pero marcan diferencias clave.
“Las grandes tecnológicas, el grupo conocido como Magnificent 7, generan flujos de caja libres históricos, recompran acciones y pagan dividendos, algo inexistente en la era puntocom. El índice relación precio-beneficio (P/E) promedio de estas firmas es de 31x, frente a 23x del mercado, pero respaldado por beneficios reales”, sostienen.
La brecha más preocupante, según Goldman, está entre el mercado público y el privado: “Las startups de IA se valorizan por ingresos, no por ganancias, lo que crea ‘riesgo sistémico’ si esa distancia se amplía”.

A ello se suma un nuevo factor: el auge del financiamiento con deuda. Oracle, por ejemplo, colocó bonos por u$s 18.000 millones para financiar su estrategia de IA, y firmas como CoreWeave ya operan con estructuras de 80% deuda y 20% equity.
“Si las empresas comienzan a recortar dividendos o aumentar su endeudamiento para sostener el gasto en IA, ese podría ser el punto de inflexión”, asegura Sheridan.
El “circuito cerrado” del dinero inteligente
Uno de los puntos más discutidos del informe es la circularidad del ecosistema de IA. Nvidia invierte en OpenAI; esta última contrata capacidad de Oracle, que a su vez compra chips de Nvidia.
Esa interdependencia recuerda, según Sheridan, al colapso de las telcos en 2001, cuando las empresas se financiaban entre sí con deuda y generaban ingresos ficticios.
Aun así, Byron Deeter (Bessemer Venture Partners) considera que el temor está sobredimensionado. Ve la actual etapa como una nueva fase de monetización y escala, no de “esperanza e hipérbole” como la de las puntocom. “El tamaño de la oportunidad y el valor real que se está creando justifican las valuaciones”, afirma.
Por su parte, David Cahn (Sequoia Capital) cree que sí existe una burbuja de centros de datos, pero la oportunidad está en las aplicaciones: “Si hay sobrecapacidad de cómputo, los consumidores de esa capacidad mejorarán sus márgenes”.
Cahn calcula que el despliegue de 100 gigavatios de infraestructura de IA podría costar entre u$s 4 y 10 billones, una cifra solo justificable si se alcanza la inteligencia artificial general (AGI).

Goldman Sachs coincide en que el sector tecnológico aún ofrece oportunidades para los inversores, especialmente en empresas con fundamentos sólidos y posición estratégica en la cadena de valor de la IA. Pero la diversificación vuelve a ser la palabra clave.
Peter Oppenheimer y Ryan Hammond, estrategas de la firma, sugieren mirar también fuera del universo tech ante la concentración extrema del mercado y el riesgo latente de corrección.
“La historia enseña que los primeros en invertir en una revolución no siempre son los que cosechan sus frutos”, escribieron.
Para Goldman Sachs la revolución de la inteligencia artificial no es una burbuja, pero contiene las semillas de una.
Cambios en el sentimiento del mercado
A pesar de las voces de alarma, el optimismo minorista en EE.UU. volvió a ganar terreno a fines de octubre: según la encuesta de la American Association of Individual Investors (AAII), el 44% de los inversores se declaró alcista, frente al 36,9% de la semana previa.
El salto de más de siete puntos porcentuales lleva el sentimiento por encima del promedio histórico (37,5%) y refleja un renovado apetito por el riesgo tras semanas de cautela.
A la par, el pesimismo cayó del 42,7% al 36,9%, mientras que los neutrales se mantuvieron estables en torno al 19%. Este giro indica que los minoristas vuelven a confiar en el mercado para los próximos seis meses, aunque niveles de optimismo.
Al respecto, Pedro Moreyra, director de Guardian Capital, dijo a El Cronista que lo más interesante es que el sentimiento del mercado comienza a darse vuelta, pero en un sentido más alineado con la realidad.
“Venimos de varias semanas con un ánimo bastante pesimista, con niveles de bears netos por encima del 40%“, señaló el experto.
Esos son valores típicos de mercados bajistas, como en 2022 o incluso en 1930. “Ahora lo que se ve es una normalización: muchos que pensaban que el rally no iba a continuar cambian de postura”, señaló el estratega.
En parte, sostiene, eso se debe a los buenos resultados corporativos y a los acuerdos que cierra OpenAI casi a diario. “Las empresas están mostrando aumentos de productividad incluso sin ampliar su plantilla, y eso es claramente por el impacto de la inteligencia artificial”, agregó el experto.
“Cada vez se valida más la idea de que la IA está expandiendo la frontera de producción de casi todas las compañías. Es una nueva revolución tecnológica, y el mercado empieza a reconocerlo. Desde nuestro punto de vista, esto no es una burbuja ni tiene relación con lo que fueron las punto com”, disparó Moreyra.
Si miramos hacia finales de la década de 1990, en plena burbuja dotcom, Cisco cotizaba con ratios price/earnings por encima de 350. Hoy, en cambio, Nvidia sigue por debajo de 30 veces beneficios. Empresas como Costco o Walmart incluso están más caras que las tecnológicas por ese mismo ratio, concluyó el experto.












