Como consecuencia de la crisis financiera, la mayoría de los mercados emergentes sufrió un desplome en las inversiones extranjeras directas (IED). Pero lo que constituye una sorpresa es el hecho de que Turquía se cuente entre los países en los que lo flujos han tenido una recuperación lenta.

Pese a que hubo una serie de grandes privatizaciones y a que el crecimiento económico de 2010 se calculó entre el 7% y el 8%, la estadística del banco central muestra inversiones directas en Turquía por tan solo u$s 6200 millones en once meses, menos que los u$s 7600 millones registrados durante el mismo período de 2009.

Según parece, los inversores aún no se deciden respecto de la fanfarronada del primer ministro Tayyip Erdogan que le dijo a Newsweek que Turquía es un mercado donde la inversión extranjera directa puede generar rendimientos de (carteras de valores en) mercados emergentes a un riesgo de mercado desarrollado.

En el pico que alcanzó en 2007, las IED sumaron un total de 22.000 millones de dólares.

La caída en la IED es motivo de grave preocupación, ya que aumenta la dependencia de Turquía en una entrada de fondos para una cartera más volátil, con el fin de financiar el déficit de cuenta corriente que ya se aproxima al 6% del PBI.

Para los analistas, Turquía cuenta con una ventaja respecto de sus pares de Europa oriental: todavía hay muchas empresas del Estado (desde bancos hasta plantas de energía) que se planea privatizar.

La semana pasada, Ahmet Aksy, titular del organismo de privatizaciones, sostuvo que Turquía recaudaría u$s 11.000 millones de las ventas anteriores y en 2011, posiblemente, 9000 millones de las nuevas.

Sin embargo, el déficit de la IED en 2010 no solo se debió a los problemas sufridos en la zona del euro y al paréntesis en la actividad de fusiones y adquisiciones. También fue reflejo del escaso interés internacional en las licitaciones públicas de las redes de distribución eléctrica, que recaudaron casi u$s 16.000 millones en casi dos años.

Musfik Cantekinler, titular de finanzas corporativas en Ernst & Young Turquía, indicó que a los inversores extranjeros los disuadían, en parte, las preocupaciones sobre la transparencia. Por eso subsiste el interrogante sobre si la participación extranjera en la próxima ronda de privatizaciones será suficiente como para cambiar la corriente.

Ciertamente hay interés internacional en algunos proyectos: los grupos concesionarios franceses, españoles y portugueses se encuentran entre los que posaron su mirada en la venta de los derechos de operar las autopistas y dos puentes en el Bósforo. También es probable que la venta de la red de veloces transbordadores y de suministro de gas (IGDAS) de Estambul atraiga a muchos licitadores.

Pero en el sector energético, donde los elevados precios desalentaron el interés extranjero en las licitaciones, muchas multinacionales parecen elegir las inversiones greenfield (en terreno virgen o desde cero) en plantas que funcionan con gas natural, energía hidroeléctrica y, especialmente, granjas eólicas, en vez de esperar a las ofertas estatales de activos de generación.

Ozgur Altug, economista de BGC Partners, calcula que las inversiones greenfield podrían representar casi el 40% de la IED en 2011, o sea, el doble del mayor aporte que hicieron en el curso de los últimos cinco años, y las entradas en concepto de fusiones y adquisiciones son de una proporción semejante.