El ministro de finanzas de Turquía, Berat Albayrak, insistió en que la economía del país no enfrenta riesgos significativos, a pesar de que la lira tocó su nivel más bajo en dos semanas cuando los datos nuevos reflejaron una pronunciada desaceleración.

La castigada moneda, que perdió cerca de 40% de su valor contra el dólar este año, amplió su descenso después de que el índice de confianza económica de Turquía se derrumbó a 83,9 en agosto, una baja de 9% comparado con el mes anterior.

Los datos del comercio también mostraron una contracción interanual de 6,7% en las importaciones de julio.

En conferencia de prensa, Albayrak dijo que los últimos datos de comercio indican que se está reequilibrando el déficit de cuenta corriente y prometió que la inflación será una de sus principales prioridades.

Los analistas advierten que Turquía enfrenta una rápida desaceleración y que corre el riesgo de sufrir una dolorosa recesión a menos que las autoridades tomen medidas urgentes para volver a equilibrar la economía y elevar la confianza de los inversores.

"Las últimas señales demuestran que la mayor inflación, junto con un severo endurecimiento de las condiciones financieras, se está filtrando en una abrupta desaceleración del crecimiento económico", dijo Jason Tuvey de la consultora Capital Economics. Pronosticó una contracción del crecimiento del PBI de entre 2% y 4% interanual en el cuarto trimestre de 2018 y la primera mitad de 2019.

Las autoridades de Turquía enfrentan mayores advertencias en cuanto a que la economía se está sobrecalentando, con una inflación que roza el 16% y un elevado déficit de la cuenta corriente. Esos factores colocaron al país en una situación de vulnerabilidad ante los cambios de las condiciones monetarias globales.

Una amarga pelea con Donald Trump por un pastor evangélico estadounidense que fue detenido a principios de agosto colocó al país en una fuerte crisis cambiaria.

La decisión del presidente de Estados Unidos de imponer sanciones en un esfuerzo por forzar la liberación de Andrew Brunson provocó el debilitamiento de la lira.

Eso generó presión sobre las endeudadas empresas turcas y surgieron temores a un contagio generalizado en los mercados emergentes.

El banco central ignoró los pedidos de los inversores que solicitaban un suba pronunciada de las tasas de interés, lo que alimentó la percepción de que era Erdogan quien se oponía. El presidente se autodeclaró "enemigo" de las tasas de interés altas.

Las medidas para restringir las ventas cortas y obligar a los bancos a endeudarse a una tasa superior a la principal tasa de política monetaria brindaron cierto respiro a la lira. Pero esta semana se reanudó la caída. Ayer perdió 2,4% a 6,4 liras por dólar, revirtiendo gran parte de lo que había recuperado desde mediados de agosto.

Paul Greer, administrador de carteras del fondo de deuda emergente de Fidelity, contó que estaba "muy impresionado" por cómo el gobierno estaba manejando la crisis. "Turquía necesita elevar agresivamente las tasas de política monetaria, debe resolver temas diplomáticos con Estados Unidos e incorporar reformistas pragmáticos, en los que confíen los inversores, al equipo que maneja la economía y las finanzas del país", agregó.

En medio de las fuertes tensiones con Washington, Ankara lanzó una ofensiva amistosa con países de la UE reuniéndose varias veces con líderes y funcionarios europeos.

Ayer, cuatro ministros turcos pidieron la reanudación de las conversaciones para actualizar el acuerdo de aduana común entre la UE y Turquía, y prometieron reformas al poder judicial y a los derechos fundamentales.