Cuando Javier Milei culpó de los males de Occidente a todos los movimientos políticos excepto al suyo, mis vecinos con auriculares en la sala de congresos del Foro Económico Mundial (FEM) emitieron un leve grito ahogado. "Ya sea que se declaren abiertamente comunistas, fascistas, nazis, socialistas, socialdemócratas, nacional socialistas, demócratas, cristianos, keynesianos, neo keynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas. En el fondo no hay diferencias sustantivas: todas sostienen que el Estado debe dirigir todos los aspectos de la vida de los individuos.", dijo el presidente libertario de Argentina a la concurrida multitud. Los ejecutivos de las empresas intercambiaron miradas divertidas. Hubo risas esporádicas. Fue sólo una de las muchas frases sorprendentes del discurso de 20 minutos de Milei en Davos, su primer viaje al extranjero desde su elección en noviembre. Advirtió que los participantes en el FEM, a quienes el profesor de economía calificó de "héroes" del mundo capitalista, habían sido "cooptados" por neomarxistas, feministas radicales y activistas del clima. El discurso fue muy aplaudido. Un veterano del private equity europeo me confesó que estaba "impresionado". Más tarde, ese mismo día, un gestor de fondos insistió en que bajo la provocadora fachada de Milei se escondían "algunas verdades". La élite de Davos había recibido un sermón sobre la pérdida del rumbo y le había encantado. No fue sólo la firme postura de Milei a favor de las empresas lo que caló hondo. La gente está intrigada porque consiguió ser elegido con una plataforma de austeridad, diciendo a los votantes que recortaría sus prestaciones y subsidios estatales", dijo uno de los asistentes al FEM. La calurosa bienvenida se hizo eco de los comentarios positivos del FMI, uno de los principales acreedores de Argentina. La institución, con sede en Washington, accedió a desembolsar fondos después de que el gobierno de Milei intentara recortar el déficit y devaluara el peso. La nueva administración "se ha movido con valentía para corregir varios de los desajustes que existen en la economía", dijo en Davos la subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath. Daniel Pinto, número dos de JPMorgan, argentino y habitué del FEM, también se mostró optimista. La administración de Milei está "abordando todos los temas correctos de la economía", dijo, con la esperanza de que las medidas puedan poner "fin a 80 años de deterioro económico". Algunos participantes compararon el apoyo de la élite empresarial con el de Wall Street a Donald Trump, provocado por la perspectiva de políticas de libre mercado. Pero Milei, a quien se vio blandir una motosierra durante su campaña para simbolizar su plan de reducir el Estado, parecía un defensor de la desregulación más creíble por su formación académica, sugirió uno de los participantes. Otros especularon con la posibilidad de que algunos de los elogios formaran parte de una cínica maniobra para conseguir una parte de las privatizaciones de decenas de empresas estatales previstas por Milei. "Me ha sorprendido lo positivos que son algunos banqueros respecto a las 'teorías económicas' de Milei", dijo Ludovic Subran, economista jefe de Allianz, tras el discurso. "Me pregunto si no se trata de puros intereses creados: el olor de una gran ola de privatizaciones que se avecina y sus mandatos de banca de inversión". Pero, quizá ingenuamente, muchos encontraron consuelo en la creencia de que las ideas más radicales de Milei estarían atemperadas por un equipo adulto a su alrededor. Una reunión privada entre los directores generales y la canciller, Diana Mondino, el jefe de gabinete, Nicolás Posse, y el ministro de Economía, Luis Caputo, causó buena impresión, según un ejecutivo que asistió. "Parecían profesionales", dijo. A su regreso de los Alpes suizos, el presidente argentino se vio obligado a hacer concesiones en su ambicioso proyecto de reforma, que actualmente se debate en el Congreso, donde el partido de Milei tiene una minoría de escaños. La privatización de la petrolera estatal YPF ya no figura en el proyecto, lo que indica que el político libertario podría tener que ceder ante las fuerzas neomarxistas que se apresuró a denunciar en Davos.