En un mundo de mercados financieros embravecidos y creciente desigualdad de riqueza, donde a veces parece que los multimillonarios se están convirtiendo en algo común, Bill Gates se destaca.
El cofundador de Microsoft no es simplemente otro magnate tecnológico excesivamente rico: es el arquetipo del nerd informático convertido en amo del universo, el precursor de la generación de fundadores tecnológicos que ahora dominan el mundo de los negocios.
No es un megadonante más con complejo de salvador. La fundación que creó con su ex esposa, Melinda French Gates, ha transformado el panorama filantrópico, igualando a algunos grandes gobiernos en su gasto en salud y desarrollo global. Casi 250 de los superricos del mundo han firmado el Compromiso de Donación que él promovió junto con Warren Buffett, prometiendo donar la mayor parte de su riqueza a la caridad.
Y luego está el cerebro de Gates. En el apogeo del poder de su empresa, el considerable intelecto de Gates, unido a su voluntad de dominar, moldeó la suerte de gran parte de la industria tecnológica. Desde entonces, esa misma materia gris se ha aplicado a algunos de los problemas más insolubles de la actualidad, y Gates, el intelectual público, se ha convertido en una voz destacada en cuestiones que van desde la COVID-19 hasta el cambio climático.
Los críticos dicen que la riqueza de la fundación le da demasiada influencia y que Gates está impulsado por la búsqueda de "soluciones" tecnológicas rápidas.
¿Es justo cuestionar los motivos de una persona que ha dedicado tanto tiempo y una enorme riqueza a hacer el bien? ¿Y cómo podemos estar seguros de que sus acciones serán ampliamente beneficiosas si actúan más allá de los estándares normales de rendición de cuentas?
Para justificar su nuevo libro sobre el efecto Bill Gates, "Multimillonario, Nerd, Salvador, Rey. La verdad oculta sobre Bill Gates y su poder para dar forma a nuestro mundo", Anupreeta Das escribe que "un gran desgarro en la imagen pública de Gates nos ha obligado a reevaluar al hombre que conocíamos".
La lágrima en cuestión comenzó con la asociación de Gates con el delincuente sexual Jeffrey Epstein. Gates ha realizado sus mea culpas públicos y dijo que creía que Epstein podría ayudarlo con sus objetivos caritativos. Pero su lentitud para admitir la conexión y su constante falta de detalles completos de sus reuniones con Epstein han dejado una sombra.
Otro factor que empañó aún más la imagen pública que se había creado de Gates como benefactor fue su divorcio en 2021 de Melinda y el fin de su asociación filantrópica. Eso se produjo poco después de que una ex empleada de Microsoft le dijera a la junta directiva de la empresa que había tenido un romance con Gates, quien posteriormente renunció a la presidencia (aunque Microsoft dijo que estos eventos no estaban relacionados).
Das, periodista del New York Times, informa detalladamente sobre el caso Epstein sin aportar demasiada luz nueva. También actualiza la historia de Gates, detallando sus amplias inversiones personales y dándole todo el espacio a Melinda y su propio surgimiento como una fuerza filantrópica a tener en cuenta.
Das también informa sobre un aparente desvanecimiento de la estrecha amistad personal entre Gates y Buffett, que ella atribuye a la inquietud del famoso inversor sobre el comportamiento personal de Gates y su opinión de que la Fundación Gates -a la que había comprometido una gran parte de su propia fortuna- se había vuelto lenta y burocrática.
Pero el principal foco del libro sigue siendo el impacto de la labor filantrópica de Gates. Al igual que Tim Schwab en The Bill Gates Problem, publicado el año pasado, Das ahonda en una letanía de quejas que los críticos han lanzado contra la Fundación Gates. Entre ellas, se encuentran las afirmaciones de que la riqueza de la fundación le ha dado demasiada influencia sobre la forma en que se abordan importantes cuestiones públicas; que Gates se deja llevar por la búsqueda de "soluciones" tecnológicas rápidas en lugar de tratar de resolver las causas sociales más profundas de la pobreza global o la mala salud; y que el poder de las fundaciones privadas resta valor a la rendición de cuentas democrática normal.
El relato profundo y crítico de Schwab arroja una luz útil sobre las operaciones de la fundación. Concluye que es poco más que "una herramienta política, una exención fiscal y una máquina de relaciones públicas de Bill Gates". La persecución de objetivos altamente visibles y egoístas como la eliminación de la polio y la malaria, escribe, ha tenido como objetivo principal extender la influencia del propio Gates. Se trata de preguntas importantes, pero el enfoque altamente polémico de Schwab hace que sea difícil llegar a una visión clara sobre el impacto más amplio de la filantropía de Gates.
Das ofrece una visión más matizada. En la India, Gates fue criticado por activistas de derechos humanos por su proximidad al gobierno de Narendra Modi, y algunos de los programas de su fundación no tuvieron mucho impacto. La distribución de preservativos a trabajadoras sexuales para combatir el VIH sólo tuvo resultados limitados, mientras que un proyecto de telemedicina se vio obstaculizado por conexiones de Internet inestables. Pero Das sigue reconociendo que el trabajo de la fundación en la India ha contribuido en gran medida a impulsar los esfuerzos del gobierno de Modi por aliviar la pobreza.
Mientras tanto, a sus 68 años, no hay señales de que Gates esté aminorando el paso o retirándose de su papel autoproclamado de vidente y benefactor global. A pesar de toda su exposición en los medios y las frecuentes reevaluaciones en forma de libro, todavía es difícil juzgar el impacto a largo plazo que Gates tendrá en el mundo. Al igual que Schwab, Das ha contribuido a nuestra comprensión del hombre, pero es poco probable que sean la última palabra.
