Luiz Inácio Lula da Silva ganó la presidencia de Brasil prometiendo a los votantes que el país más grande de América latina recuperaría los buenos tiempos. Pero mientras el líder de izquierda se prepara para tomar posesión de su cargo el 1 de enero, se enfrenta a un panorama económico cada vez más sombrío. Las previsiones de crecimiento para 2023 fueron revisadas a la baja debido a la preocupación por el impacto de las altas tasas de interés, la incertidumbre fiscal y la ralentización global en general. "Todos estos elementos, externos e internos, provocarán una fuerte ralentización de la economía brasileña el próximo año", aseguró Alessandra Ribeiro, economista de la consultora Tendências. Durante su primer mandato, de 2003 a 2010, Lula presidió un periodo de fuerte crecimiento en el que el auge de las exportaciones de materias primas impulsó un crecimiento de la producción de entre el 4% y el 5% anual. Los salarios subieron, la clase media creció y millones de brasileños salieron de la pobreza. Pero el nuevo presidente se enfrenta ahora a un entorno totalmente distinto. Aunque el sector agroindustrial sigue siendo fuerte y el desempleo ha caído a cerca del 9% - el nivel más bajo en siete años - la economía hace frente a una serie de alzas de las tasas de interés destinadas a controlar la inflación. Las subas de tasas hasta el nivel actual de 13,75% pesan sobre el crecimiento al limitar el consumo y la inversión empresarial. La economía también sigue lastrada por profundas ineficiencias estructurales, bajos salarios y una tendencia a largo plazo hacia la desindustrialización. El mes pasado, el Gobierno revisó a la baja su previsión oficial de crecimiento para 2023, del 2,5% al 2,1%. Sin embargo, los economistas independientes son aún más pesimistas y las encuestas apuntan a que el crecimiento no superará el 0,8%. "Por una parte está la ralentización mundial, que nos afecta. Pero también estamos sufriendo los efectos más pronunciados de las altas tasas de interés y el agotamiento de la recuperación de los servicios tras la pandemia, que ayudó mucho a la economía este año", reconoce Ribeiro. En su opinión, el desempleo retrocederá en los próximos 12 meses, pero a un ritmo más lento que este año, y probablemente terminará 2023 en el 8,2%. Una de las principales preocupaciones de Fonseca y otros economistas es cómo enfocará el gobierno de Lula la política fiscal. En la campaña electoral, el exsindicalista prometió aumentar el gasto en programas de asistencia social, prometiendo a los votantes que "la rueda de la economía tendrá en cuenta a los más pobres". El Congreso de Brasil aprobó este mes una enmienda constitucional que permite a la administración entrante mantener el programa conocido como Bolsa Família, el principal plan de asistencia social, que asciende a 600 reales (u$s 116) al mes, eludiendo la norma del tope de gasto del país. La medida ha suscitado temores de que la administración entrante abandone su compromiso con la responsabilidad fiscal. Los economistas temen que los inversores abandonen Brasil si la relación deuda/PBI del país -actualmente de casi el 80%- comienza a dispararse el próximo año, debilitando aún más el tipo de cambio y avivando la inflación. Esto, a su vez, obligaría al banco central a mantener las tasas más altas durante más tiempo, frenando aún más el crecimiento. Gabriel Leal de Barros, socio de Ryo Asset Management, cree que una política fiscal laxa que se traduzca en un aumento del gasto público tendría consecuencias y podría poner en peligro una reforma fiscal muy necesaria y pendiente desde hace tiempo. "Tendríamos que subir algunos impuestos o encontrar dinero para pagar los gastos. No tendremos espacio ni tiempo para centrarnos en la eficiencia y los problemas estructurales de la fiscalidad en Brasil", afirmó. Sin embargo, los economistas también afirman que hay razones para el optimismo, a pesar de los retos a los que se enfrenta Lula. Se espera que la agroindustria, que representa casi el 30% del PBI, se mantenga sólida el año próximo. También hay demanda entre los inversores extranjeros de concesiones de infraestructura, como rutas y aeropuertos, que habían experimentado un auge durante el gobierno de Jair Bolsonaro. "[Esto] podría frenar un poco las inversiones", según Fonseca. Ribeiro, de Tendências, cree que Brasil también podría recibir un impulso si Lula logra impulsar las relaciones diplomáticas con socios comerciales importantes y finalmente aprueba el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea. "Mejorar nuestras relaciones internacionales, con la posibilidad de rescatar el acuerdo Mercosur-UE, mejoraría mucho las expectativas, no sólo a corto plazo, sino a medio plazo, por la expectativa de más inversiones", concluyó.
Lula se prepara para asumir en medio de la difícil situación económica de Brasil