Mitt Romney intercambia corbatas rojas y azules, Paul Ryan elige trajes que no le quedan bien, Barack Obama afloja los nudos de sus corbatas, Michelle Obama y Ann Romney ya no visten Oscar de la Renta -de todo esto se habló durante las convenciones demócrata y republicana que tuvieron lugar durante las dos últimas semanas. ¿Realmente importa eso?
¿No deberíamos concentrarnos en el debate, la realidad y la fantasía que rodea a los candidatos -en Medicare, el aborto, los impuestos, el euro y el yuan? ¿No hay una obsesión por lo que nuestras figuras públicas visten, si lo hacen a la antigua o forma sexy (se habló mucho más acerca del vestido rojo de Ann Romney que de la corbata del mismo color de su marido)?
No.
No es que no debamos hablar sobre verdades y mentiras en la política, pero es hora de reconocer que la importancia de la vestimenta en este ámbito es enorme. Prestar atención a cómo se ven nuestros hombres y mujeres de Estado no es un ejemplo de pensamiento a la antigua, es un fenómeno nacido de la época contemporánea y sólo puede volverse más extremo.
Porque aquí está la cuestión: el corolario de la era de la información es la era de la imagen y vivimos en la época de la política de la imagen. A medida que nos hacemos más dependientes de la comunicación inmediata, necesitamos recibir y procesar la información más rápidamente. Y la forma más rápida de hacerlo es visualmente.
Antes de leer los diarios (asumiendo que todos realmente los leen) y antes de escuchar los discursos (suponiendo que los escuchemos), observamos a quienes los pronuncian. Y los juzgamos. Y esos juicios están basados, en general, en cómo se vistieron y cómo están peinados.
Érase una vez, cuando la radio y los periódicos eran la principal fuente de conocimiento público (cuando Harry Truman recibía las comunicaciones urgentes por cable una vez por semana en una habitación especial de su casa de veraneo de Florida), las palabras y cómo se utilizaban era importante y Franklin D. Roosevelt fue presidente durante 12 años sin que la mayoría del electorado siquiera supiera que estaba en silla de ruedas. Esto ya no es así. Las fotos son moneda corriente en Internet y el mundo móvil -es por eso que sitios tales como Pinterest y Tumblr se han vuelto tan exitosos- y nuestra lengua universal es visual.
Entonces, ¿no es momento de dejar de sentirnos avergonzados y reconocer que es hora de tomarse la moda en serio? Jim Messina y Matt Rhoades, los jefes de campaña de Obama y Romney, respectivamente, lo hacen. Todo lo que vistan estos dos hombres y sus familias durante los próximos dos meses habrá sido analizado hasta el último detalle.
La ropa puede ser importante para la apariencia, pero eso no quiere decir que sea superficial. En realidad, no hay nada de superficial en tratar de anticipar y manejar la percepción de la gente sobre nosotros y la ropa tiene un papel central en la comunicación que se establece entre un individuo y aquellos que lo ven. Podemos preguntarnos la razón por la cual nos dejamos manipular en este aspecto, pero creo que la respuesta es: instinto humano básico.
Y es universal. Es posible que la gente no se sienta preparada para juzgar las reformas de Obama al plan de salud o las políticas impositivas de Romney sin conocimiento o investigación previa, pero todos usamos ropa -todos hacemos elecciones sobre nuestra vestimenta- y, por consiguiente, nadie tiene ningún reparo en juzgar la forma en que otra gente se viste. Es por eso que el nivel de decibeles es mayor en un desfile de modas que en una retrospectiva de Kandinsky. La gente siente que tiene derecho a tener y hacer públicas sus opiniones.
La moda es la forma más fácil de captar corazones, mentes y votos. Eso la convierte en un arma poderosa. Ignorarla, rechazarla o desestimarla va en nuestro detrimento.
