Fue una broma que llamó la atención: al finalizar una de las tantas cumbres de este mes en Bruselas, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo, puso sus manos alrededor de la garganta de Luis de Guindos, ministro de Finanzas de España, e hizo como que lo estrangulaba. Pero, en realidad, la disputa sobre el excesivo déficit de presupuesto español ha sido resuelta. El nuevo gobierno de centroderecha cedió finalmente a las demandas europeas de aplicar recortes drásticos y se embarcó en planes para liberalizar el inflexible mercado laboral, además de ordenar a los bancos separar 50.000 millones de euros extra para cubrir los activos deteriorados vinculados a la propiedad inmobiliaria.

Hasta hace poco, un observador de los mercados podía suponer que España había dejado atrás el peligro de default y su crisis fiscal ya no amenazaba la integridad del euro. Los inversores parecían confiar en los progresos de la administración de Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno. Pero esa confianza comienza a evaporarse. Crece el coro de economistas y analistas que advierten que la economía española, la cuarta de la eurozona detrás de la de Alemania, Francia e Italia, está mucho peor de lo que los mercados sugieren.

La preocupación porque no se redujo deuda y por el inicio de una segunda recesión en dos años, finalmente se reflejó en el nerviosismo del mercado de bonos del 22 de marzo, cuando el rendimiento sobre el bono a 10 años del país saltó por encima de 5,5% por primera vez en dos meses.

Willem Buiter, jefe de economistas de Citigroup, le dijo a Bloomberg Radio el mes pasado que España corría más riesgo que nunca de ser obligada a aceptar una reestructuración de deuda. Esto sacudiría a los bancos europeos que ayudaron a financiar su rápido crecimiento en las últimas tres décadas y socavaría más la confianza en el euro.

Los economistas dicen que los precios de los bonos soberanos se han mantenido altos hasta ahora, lo que mantiene bajos los rendimientos, gracias al flujo de liquidez por valor de 1 billón de euros provisto por el Banco Central Europeo bajo la presidencia de Mario Draghi, con sus operaciones de refinanciación de largo plazo. Con este dinero, los bancos, en particular los españoles, han comprado más deuda soberana. España e Italia han recibido del BCE un salvavidas que para algunos analistas equivale a un rescate informal.

Les ha dado oxígeno para tres años. Evitó una catástrofe que era inminente a causa de un sistema financiero estrangulado, dijo el profesor Luis Garicano, de la London School of Economics.

Sin embargo, aun así algunos analistas son pesimistas sobre las posibilidades de España de evitar un humillante rescate público como el que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional ofrecieron a Grecia, Irlanda y Portugal. Un indicador de la creciente preocupación es el cambio en la forma de percibir la solidez del crédito español en relación al italiano. El mes pasado, el rendimiento sobre los bonos de España superó al rendimiento sobre los bonos de Italia por primera vez desde agosto último, lo que indica que los inversores consideran que el riesgo de España es mayor.

Para explicar el pesimismo, economistas y funcionarios españoles apuntan a dos grandes motivos de inquietud. El primero es que la economía interna sigue mediocre más de tres años después del colapso del banco estadounidense Lehman Brothers, con más de uno cada cinco trabajadores sin empleo y una segunda recesión en marcha. Por lo tanto, a Rajoy le será muy difícil cumplir su promesa de reducir el déficit de 8,5% del Producto Bruto Interno en 2011 a 5,3% del PBI este año, para llegar a la meta de 3% impuesta por la UE en 2013.

En segundo lugar, consideran que varios bancos españoles, especialmente algunas de las ex cajas de ahorro, todavía se niegan a reconocer la totalidad de sus pérdidas sobre préstamos otorgados durante el período de exuberante inversión inmobiliaria de la década al año 2007. En otras palabras, aunque el Estado asumió parte de la carga de las deudas del sector privado, podría ser necesario gastar miles de millones de euros más en rescatar bancos zombies.

Por esta razón Darío Perkins, de Lombard Street Research, en un análisis pesimista de la crisis del euro que predice la salida de Grecia de la moneda única, señala que en muchas formas, España se ve aún peor que Italia y prevé un crecimiento económico declinante para este año, mientras el alza del desempleo contribuirá a más declinación abrupta en los precios de las casas y a incumplimientos generalizados de obligaciones en empresas y hogares.

Por todo lo que se habló de austeridad bajo Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero, su predecesor socialista, España recién hace poco, y muy lentamente, comenzó su proceso de desapalancamiento. Según un informe del McKinsey Global Institute, la deuda total subió de 337% del PBI en 2008 a 363% a mediados de 2011, por el rápido aumento en la deuda pública por los intentos de Madrid de aliviar el efecto de la crisis.

En su blog Nada es gratis, los profesores Garicano, de la LSE, y Jesús Fernández-Villaverde, de la Universidad de Pennsylvania, dicen que los planes de Rajoy para reducir el déficit son una "Misión imposible. En 2011, el déficit público sólo cayó en alrededor de 8.000 millones de euros, lo que equivale a lo que se percibe en una buena subasta de bonos y representa menos de 1% del PBI. El gobierno del PP responsabiliza a Zapatero por superar en 25.000 millones de euros la meta de déficit para 2011 acordada con la UE, pero Rajoy también demoró el anuncio correspondiente al presupuesto para este año, que además debe ser aprobado por el Parlamento nacional, lo que le da siete u ocho meses como máximo para lograr la meta de déficit pactada en Bruselas.

Su tarea puede ser aún más difícil de lo que parece. Como ha descubierto Grecia, durante una recesión las medidas duras de austeridad tienden a profundizar el bajón y los impuestos más elevados no necesariamente implican un aumento en la recaudación fiscal.

Para empeorar las cosas, se ha descubierto un panorama de poco rigor fiscal y mal manejo financiero en varias de las 17 comunidades autónomas -que administran hospitales y escuelas y, en consecuencia, gastan la mayor parte del dinero público- y en centenares de municipalidades. Aunque el PP organizó un programa a través de los bancos para pagar deudas a laboratorios y otros proveedores por valor de 35.000 millones de euros, restaurar el orden financiero está demandando más tiempo de lo esperado. Las regiones autónomas y las municipalidades son a España lo que Grecia es a la eurozona, comentó Lorenzo Bernaldo de Quirós, de la consultora Freemarket Corporate Intelligence.

Los funcionarios y los líderes empresarios locales con frecuencia se exasperan ante estos periódicos brotes de pesimismo sobre España entre los inversores internacionales y los economistas extranjeros. La historia se pone del lado de los españoles y recuerdan que el país logró dejar atrás crisis igualmente graves desde la vuelta de la democracia, en la década de los 70. En los últimos 12 años España ha conseguido mantener su participación en las exportaciones mundiales; entre las principales economías de la eurozona, sólo Alemania la supera en esa medición.

La base corporativa de España es fenomenal, señaló Jorge Calvet, presidente de Gamesa, una empresa que fabrica turbinas para aerogeneradores y desarrolla parques eólicos, quien agregó que basta con ver el poder de ventas e investigación, la potencia financiera y la internacionalización del Ibex 35 (el principal índice de grandes acciones de Madrid). Esto tampoco puede compararse con otros países que están en dificultades.

Empresarios y políticos esperan poder sobrevivir los próximos meses sin necesidad de un rescate y, eventualmente, comenzar a ver el tipo de recuperación económica que recientemente ha inspirado optimismo en EE.UU.

En realidad, para algunos analistas independientes, en la práctica España ya ha sido rescatada, aunque ha evitado l necesidad de vivir un proceso formal porque, como Italia, es demasiado grande para quebrar. Una reestructuración de deuda soberana sería gravísima para los bancos alemanes y franceses que financiaron mucho del crédito inmobiliario español en los años del boom y superaría los fondos disponibles para rescates en la UE.