A los tunesinos les llevó menos de cuatro semanas derrocar a Zein al-Abidine Ben Ali. A los Egipcios, orgullosos de su historia como líderes del mundo árabe y envidiosos de sus hermanos de Túnez, trataron de lograr esa hazaña en menos de cinco días.

Hosni Murabak, el presidente de los últimos treinta años, no emprendió el camino hacia Arabia Saudita, como hizo Ben Ali; al menos por ahora. Tampoco se está yendo pacíficamente; los saqueos y los desmanes en Egipto -después de que la policía desapareció de las calles y que escaparon los delincuentes de las prisiones- están creando el tipo de caos que él había siempre advertido que se produciría cuando él ya no estuviese.
Sin embargo, para muchos egipcios, este último fin de semana será recordado como el punto crucial que dio inicio al fin de la era Mubarak. La designación de un vicepresidente por primera vez, medida sin duda impuesta por los militares, indica que Mubarak se dirige hacia la salida y que su hijo y supuesto heredero Gamal no lo sucederá en el poder.
"Aunque ceda ante otro líder militar, ante el caos o ante algún tipo de transición democrática, éste es el comienzo del acto final de la presidencia de Mubarak", señaló Jon Alterman, director de investigaciones del Center for Strategic and International Studies, en Washington.
Que el ánimo popular de desafío esté empezando a cambiar por un deseo de orden, sin embargo, subraya lo difícil que será la transición de Egipto. La única certeza es que el ejército, una institución opaca con enormes poderes, tendrá un rol preponderante.
Los soldados fueron bien recibidos en las calles del Cairo y otras ciudades, en un país donde el establishment militar es respetado, pero poco conocido. Permitieron a los manifestantes seguir adelante con sus protestas y, al igual que en anteriores períodos de agitación, los soldados mostraron limitación al lidiar con ellos.
Sin embargo, si bien los egipcios quieren que el ejército arme lo que ellos insisten debe ser una transición democrática, no queda para nada claro si los intereses de los militares coinciden con el pedido de libertad del pueblo. El ejército seguramente quiere una transición ordenada, pero ¿una transición hacia dónde? Quizás, muchos egipcios sospechan, lo que tiene en mente es una continuación del régimen con una cara diferente.
Las apuestas son altas para una institución que también obtuvo beneficios económicos con el actual sistema, con privilegios y intereses comerciales. El lugar estratégico de Egipto en la región y su estrecha alianza con Estados Unidos también fueron beneficiosos para el ejército ya que recibe u$s 1.300 millones anuales de asistencia estadounidense.
¿El ejército confiará en elecciones que produzcan un líder que se oponga a los acuerdos de paz de Egipto con Israel y a la relación con EE.UU.?
Traducción: Mariana I. Oriolo