Ante el ascenso de China, el gobierno de Obama destinó infantes de marina en Darwin, Australia, y aumentó la cantidad de buques de guerra en la Bahía de Súbic en Filipinas. El pivot a Asia ahora tiene una nueva escala: Bruselas.

Estados Unidos y la UE finalmente iniciaron las negociaciones de un acuerdo de libre comercio para formar una zona económica que cubriría 40% del PBI mundial.

Al mismo tiempo, está cobrando impulso el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), que une a EE.UU. con diversas de las economías más dinámicas de la región Asia: Pacífico, Singapur, Australia, Vietnam y Japón.

La característica saliente de esta explosión de libre comercio es quién está ausente. Los acuerdos son una parte importante del modo en que Washington planea tratar con China. Luego de instar a China a comportarse como una parte responsable y luego de un breve flirteo con un acuerdo con el G2 en el primer año del gobierno de Obama, el nuevo enfoque comercial podría definirse como son todos bienvenidos menos China.

Quienes apoyan el acuerdo comercial entre EE.UU. y la UE se quejan que no solo se trata de China. Señalan el importante impulso al crecimiento que podría surgir de un trato entre dos socios que ya poseen un comercio bilateral anual de bienes y servicios de u$s 1.000 billones.

Pero lo esencial de las charlas de la UE y el TPP apuntan a China. El orden del día incluye subsidios estatales generosos para los negocios y la protección de la propiedad intelectual. Si Estados Unidos consigue que suficientes países importantes suscriban el acuerdo, espera establecer nuevas normas de comercio globales que China se sentirá obligada a cumplir.

En sentido más amplio, las dos negociaciones comerciales reflejan un enfoque diferente del gobierno global.

Las negociaciones entre EE.UU. y la UE representan una estrategia alternativa: apelar a grupos más pequeños de naciones afines, en este caso, trabajando alrededor de China más que con China.

Por supuesto, la gran duda es cómo reaccionará China. Desde que se unió a la OMC hace más de una década, China ha tenido un pie dentro del sistema de comercio global y otro fuera.

La mayoría de las veces en que China perdió casos ante la OMC implementó las resoluciones y ajustó sus leyes comerciales.

El riesgo del nuevo enfoque de Estados Unidos es que haga que China de aún más la espalda al sistema de comercio global. Si eso ocurriese, las conversaciones comerciales entre EE.UU y la UE no presagiarían una nueva era de integración económica, sino otro clavo en el ataúd de la globalización.