¿China se comporta en forma estúpida? ¿O es muy inteligente? Este es el debate sobre el esfuerzo que hace Beijing por provocar a sus vecinos. Es fácil decir que el comportamiento de China es estúpido. En las últimas semanas, Beijing buscó enfrentamientos simultáneos con Vietnam, Filipinas y Japón. Acercó una plataforma petrolera a las islas controladas por China, pero reclamadas por Hanoi, lo que provocó disturbios contra China en Vietnam, en los cuales murieron cuatro personas. Esta semana, un barco pesquero chino, parte de una gran flotilla cercana a la plataforma, fue acusado de hundir un barco pesquero vietnamita.

Los desafíos a los reclamos marítimos de Manila también pusieron a Filipinas en contra de China. Después de expulsar a los estadounidenses de la base naval de Subic en 1992, Manila ahora acordó que regresen.

China también se enemistó con Japón. Con aviones y barcos en las áreas en disputa del Mar del Este de China, está desafiando el control administrativo japonés sobre las Islas Senkaku, que Beijing llama Diaoyu. Esto le dio a Shinzo Abe, el primer ministro derechista, todas las excusas que necesitaba para presionar para que se revise la constitución pacífica de Japón.

En resumen, China parece haber metido un gol en contra al hacer que sus vecinos se alíen. Brad Glosserman, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, piensa que es inexplicable que Beijing esté creando todos estos problemas.

Hugh White, profesor de estudios estratégicos de la Universidad Nacional Australiana, plantea que las maniobras chinas no deberían sorprender a nadie. Después de todo, Xi Jinping, su presidente cada vez más confiado, ha pedido un nuevo modelo de relaciones entre las grandes potencias. Eso significa que no quiere que se le trate como un subordinado de EE.UU., sino como un semejante, al menos en el Pacífico Occidental. Para lograr eso, tiene que socavar la autoridad estadounidense buscando batallas pequeñas, pero que pueda ganar.

No es un objeto inamovible y una fuerza imparable. El juego es asimétrico como también lo es la capacidad militar china. (No puede igualar los portaaviones estadounidenses, pero los puede hundir con misiles.) Para mantener el statu quo, EE.UU. debe impedir cada uno de los avances chinos, lo cual no ha logrado. China sencillamente necesita elegir algunas batallas pequeñas que sabe que EE.UU. no le interesa pelear. Una zona de identificación de defensa aérea por aquí. Una plataforma petrolera por allá. Por supuesto, Obama podría trazar una línea roja. Pero, como se supo en Siria, las líneas rojas pueden resultar complicadas.

Entonces, poco a poco, Beijing va creando nuevas situaciones en el terreno, o más bien en el mar y en el aire. Con cada nuevo incidente, crea un desafío. ¿Vale la pena pelear por un barco pesquero vietnamita? No parece. ¿Y por un arrecife filipino sumergido? ¿O por una isla deshabitada? A corto plazo, tales tácticas pueden alentar a los vecinos a aliarse, o a aferrarse aún más a las faldas estadounidenses. Pero si lo que quiere China es cambiar las percepciones y las realidades regionales, lo anterior podría no tener importancia.

El profesor White escribió un libro con un título que se explica por sí mismo La Opción de China: Por qué debemos compartir el poder. Plantea que EE.UU .tiene tres posibles respuestas a los retos de Beijing. Se puede retirar de Asia (muy poco probable e innecesario, incluso desde la perspectiva de Beijing); puede intentar mantener su primacía; o puede ceder. La opción está entre la contención y el contemporización, dos palabras cargadas de connotaciones negativas.

China intenta demostrarle a sus vecinos que la contención no funciona y que no pueden confiar en que EE.UU. los defenderá. Si lo logra, ellos y Washington tendrán que reconocer que el statu quo es insostenible. Es una estrategia peligrosa. Pero también muy inteligente.