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En tiempos donde la comodidad y la rapidez definen muchas decisiones del día a día, el uso de tarjetas bancarias se ha impuesto como una norma. Las transacciones sin contacto, las aplicaciones móviles y las facilidades de pago han cambiado por completo la forma en la que gestionamos nuestro dinero.

Sin embargo, esa misma comodidad puede convertirse en un arma de doble filo cuando se trata del uso de tarjetas de crédito para gastos cotidianos. Utilizar este medio de pago para hacer la compra en el supermercado puede desencadenar una serie de problemas financieros que conviene evitar.

El riesgo de financiar gastos cotidianos

Utilizar la tarjeta de crédito para pagar la comida de la semana o las compras del mes puede parecer una solución simple, especialmente si esto ayuda a aplazar el pago.

Pero este hábito puede llevar a lo que los expertos llaman "deuda de consumo recurrente", un círculo en el que se financian necesidades básicas con crédito, perdiendo el control del presupuesto.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el gasto medio mensual en alimentación en España supera los 400 euros por hogar, una cifra que puede salirse fácilmente de control si se financia cada mes con intereses elevados.

El hecho de que no se vea un impacto inmediato en la cuenta bancaria puede motivar al consumidor a gastar más de lo necesario, incrementando el endeudamiento mes a mes sin una planificación financiera clara. Esto genera una falsa sensación de solvencia.

Altos intereses y sobrecostes innecesarios

El tipo de interés medio aplicado por las entidades bancarias españolas para las operaciones de crédito revolvente ronda el 18% TAE. Este porcentaje convierte las pequeñas compras en cargas financieras importantes si no se abonan en el corto plazo.

Comprar con tarjeta de crédito y financiarlo es, en muchos casos, como pedir un préstamo sin la percepción real de estarlo haciendo.

Si se utiliza una tarjeta de crédito para financiar 500 euros al 18% anual, en un año el consumidor habrá pagado unos 90 euros adicionales solo en intereses.

Esto es especialmente preocupante cuando se habla de productos de consumo inmediato y perecedero, como los alimentos, que no ofrecen un valor duradero, pero sí generan un coste acumulativo difícil de justificar.

Alternativas más saludables para tus finanzas

Una estrategia mucho más efectiva para evitar este tipo de endeudamiento en la compra de supermercado es emplear tarjetas de débito o pagos en efectivo. Estos métodos permiten un control más directo del gasto, ya que se retiran fondos directamente del saldo disponible.

La limitación física o virtual puede servir como freno a la compra impulsiva, un factor común en entornos como los supermercados donde las promociones y los descuentos son constantes.

También es recomendable establecer un presupuesto mensual específico para alimentación, ajustado a los ingresos reales y sin depender de una tarjeta de crédito.

Herramientas como aplicaciones de control financiero o simples hojas de cálculo pueden ayudar a visualizar con claridad en qué se gasta el dinero y detectar hábitos innecesarios que se pueden corregir.