Mover por tierra una pala eólica de más de 100 metros es casi imposible. Los puentes bajos, las carreteras estrechas y las curvas cerradas convierten cada traslado en una odisea técnica y económica.
Frente a ese desafío, la empresa Radia, con sede en Colorado (EEUU), lanzó un proyecto inédito: el WindRunner, el avión más grande del mundo, capaz de transportar por aire las piezas más voluminosas de una turbina eólica directamente hasta el sitio de instalación.
Con 108 metros de largo, 80 metros de envergadura y cuatro motores, podrá aterrizar en pistas de tierra de solo 1,8 kilómetros. Esto le permitirá operar en zonas remotas, incluso dentro de parques eólicos donde el acceso terrestre es limitado.
El primer vuelo está previsto para finales de 2029, y su debut comercial podría darse en 2031, tras la certificación de la Administración Federal de Aviación (FAA).
“La energía eólica necesita pensar en grande”
El CEO y fundador de Radia, Mark Lundstrom, tiene una visión clara: “La energía eólica está limitada, a menos que descubramos cómo transportar estos objetos gigantes por aire”. Según explica, el transporte terrestre de palas de más de 100 metros es inviable por restricciones físicas e infraestructura insuficiente.
Lundstrom, ingeniero y emprendedor que fundó Radia en 2016, asegura que la próxima generación de turbinas —de hasta 10 megavatios (MW) de potencia— requiere nuevas soluciones logísticas.
“Las turbinas más grandes hacen que los parques eólicos en zonas con vientos moderados sean rentables. Eso significa más energía limpia a menor costo”, señala.
La compañía encargó un estudio que muestra que las turbinas de 10 MW podrían mejorar en un 20% el factor de capacidad, reduciendo costos eléctricos y emisiones de carbono.
El avión más grande del planeta
El WindRunner será una máquina monumental: su parte superior alcanzará los tres pisos de altura y podrá transportar tres palas de 80 metros, dos de 95 o una de 105 metros, con un alcance de 2000 kilómetros.
Fabricado principalmente en aluminio, el fuselaje está diseñado para resistir vibraciones y aterrizajes en terrenos no pavimentados. Sus alas rectas reducen la velocidad de aterrizaje a unos 185 km/h, similar a la de una avioneta Cessna.
“Queríamos un avión capaz de despegar y aterrizar en condiciones adversas, en pistas improvisadas, y que pudiera operar cerca de los proyectos eólicos”, detalló Lundstrom.
La empresa ya aseguró gran parte de los proveedores clave y planea comenzar la construcción de la fábrica en 2026. Aunque el nombre del fabricante de motores se mantiene en reserva, Lundstrom afirma que el 80% de los proveedores ya está confirmado.
Un proyecto con respaldo estratégico global
Radia no es una startup cualquiera. Entre sus asesores figuran el exsecretario de Energía de EEUU Ernest Moniz y el exprimer ministro australiano Malcolm Turnbull.
Además, parte de la inversión provendrá de programas de apoyo gubernamental. “Esperamos que la mayor parte de la financiación provenga del apoyo gubernamental”, explicó Lundstrom.
El diseño del WindRunner apunta a autonomía y flexibilidad. Su ventaja frente al transporte terrestre es la posibilidad de aterrizar cerca de los parques eólicos, evitando las limitaciones de puertos, carreteras y túneles.
“El objetivo no es solo volar más alto o más lejos”, afirma Lundstrom, “sino permitir que la energía eólica llegue a nuevos lugares y escale a un nivel verdaderamente global.”
Una nueva era para la energía eólica terrestre
El WindRunner simboliza la convergencia entre aviación, innovación y transición energética. Si cumple los plazos previstos, podrá transportar palas más largas, impulsar turbinas más potentes y abaratar el costo de la energía eólica en todo el mundo.
Como resume Lundstrom: “La energía del futuro no solo depende del viento, sino también de nuestra capacidad para moverlo.”