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A poco más de dos meses para las elecciones legislativas nacionales, el termómetro político comienza a levantar temperatura y las encuestas de opinión pública toman especial relevancia.

Tres sondeo realizados por Synopsis, Zentrix yel Laboratorio de Observación de la Opinión Pública de la Universidad de San Andrés, empiezan a proyectar el escenario de lo que será una prueba de fuego para el gobierno de Javier Milei y una instancia decisiva para el reordenamiento del peronismo.

En este marco, las consultoras analizaron el humor social, la imagen de los dirigentes y, sobre todo, la intención de voto de cara a una elección que definirá la correlación de fuerzas en el Congreso y, con ello, la capacidad del oficialismo para avanzar con su agenda de reformas en la segunda mitad de su mandato.

Tras un primer año de gestión marcado por las dificultades para sancionar leyes debido a su marcada minoría parlamentaria, el oficialismo busca traducir el apoyo social que le atribuyen algunas encuestas en poder legislativo real.

El objetivo es claro: obtener una bancada mucho más robusta que le permita consolidar su proyecto y superar el bloqueo en ambas cámaras, presentando la elección como un plebiscito sobre el rumbo económico y cultural emprendido.

Desde la vereda de enfrente, el panorama es igualmente definitorio. Para el peronismo, en sus vertientes kirchnerista y no kirchnerista, los comicios representan la oportunidad de revalidar su rol como principal fuerza opositora y mantener un bloque sólido que actúe como contrapeso efectivo en el debate legislativo.

Para otras fuerzas como el PRO y la UCR, es una lucha por la supervivencia y la relevancia en un mapa político reconfigurado, donde deberán definir su identidad frente a un gobierno con el que tienen profundas diferencias pero también algunas afinidades.

Elecciones PBA: qué dice las dos últimas encuestas que midieron al peronismo y a LLA, ¿quién gana?

Synopsis

La encuesta de Synopsis, realizada del 8 al 14 de julio de 2025 entre 1495 casos de todo el país, muestra el escenario electoral que se caracteriza por su "polarización centrífuga".

Este fenómeno muestra una concentración del voto en dos fuerzas antagónicas principales: La Libertad Avanza (LLA) por el lado del oficialismo y el kirchnerismo como principal bloque opositor. Juntos, aglutinan casi el 70% de la intención de voto total, con un 40.3% para LLA y un 29.3% para el kirchnerismo.

Esta dinámica deja un espacio muy reducido para las fuerzas intermedias o tradicionales, que luchan por captar la atención de un electorado fuertemente dividido.

La Libertad Avanza, el partido del gobierno, se posiciona como la primera minoría con un sólido 40.3% de intención de voto. El gráfico de evolución muestra que, tras algunas fluctuaciones, la intención de voto hacia LLA ha logrado recuperarse y consolidarse en un piso elevado de cara a las elecciones.

Al observar el enfrentamiento general entre oficialismo y oposición, el espacio gobernante alcanza un 43.5%. Esto sugiere que, si bien LLA capitaliza la mayor parte del apoyo, existe un pequeño porcentaje de votantes de otros espacios que se alinearían con el oficialismo en una contienda legislativa.

En el campo de la oposición, el panorama es de fragmentación, aunque con un claro liderazgo del kirchnerismo, que se ubica como la segunda fuerza a nivel nacional con un 29.3%.

A este se le suma un 10.3% del "PJ no K" (Peronismo no kirchnerista), evidenciando una división dentro del movimiento que, de unificarse, representaría una fuerza considerable.

Por otro lado, los partidos que conformaron la principal coalición opositora en el pasado, como el PRO y la UCR, muestran cifras muy bajas, con un 5.2% y un 1.2% respectivamente. Esto refleja su dificultad para articular un discurso relevante en el actual contexto de polarización.

Al analizar el balance general entre oficialismo y oposición, se observa una disputa muy reñida. La suma de todas las fuerzas opositoras alcanza un 47.0%, superando ligeramente al 43.5% del oficialismo. Sin embargo, la clave estará en el 7.1% de votantes indecisos y en la capacidad de las distintas fuerzas para movilizar a sus bases.

UdeSA

La Universidad de San Andrés realizó un nuevo relevamiento de satisfacción política y opinión pública con más de 1012 consultados de ocho regiones: NOA, NEA, Cuyo, Centro, Sur, y Buenos Aires, dividida a su vez en CABA, GBA e interior de la Provincia de Buenos Aires.

Si las elecciones legislativas fueran hoy, un 29% de los encuestados aseguró que votaría a la oposición y un 28% al oficialismo. El 19% no sabe a quién votaría.

Desde mayo el oficialismo cayó 3 puntos porcentuales, mientras que la oposición creció en un punto.

En lo que respecta a los partidos políticos de forma puntual, La Libertad Avanza se llevaría la mayor cantidad de votos (26%) aunque seguido de cerca por el Peronismo (25%). El PRO, por su parte, obtendría el 8% de los votos, mientras que el Frente de Izquierda obtendría un 4% y la UCR un 3%.

Allí, nuevamente, se observa una caída en la fuerza oficialista de 3 puntos porcentuales y un crecimiento del Peronismo de 1 punto.

En lo que refiere a la decisión de no votar, el 35% de los no votantes explican que están cansados de la política, el 33% no cree que las elecciones generen un cambio y el 23% que ningún partido los representa.

Captar ese voto indeciso o de ciudadanos que no tienen pensado acercarse a sufragar es otro de los desafíos de las principales fuerzas políticas.

Zentrix

Zentrix hizo foco en la imagen de las principales figuras del escenario político argentino, también dominado por una profunda polarización.

Javier Milei, por el oficialismo, y el tándem de Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof, por la oposición, presentan imágenes públicas que son un "espejo invertido" la una de la otra. Todos ellos cuentan con un núcleo de apoyo que ronda el 35%, pero a su vez generan un rechazo superior al 50% en el electorado general

.Esta estructura de "grieta" se confirma al analizar el cruce por votantes del balotaje de 2023, donde el apoyo a una de las partes implica un rechazo casi total hacia la otra, dejando un mínimo espacio para las posturas intermedias.

El presidente Javier Milei se consolida como la figura central y más polarizante de la política nacional. Ostenta la imagen positiva más alta entre los dirigentes medidos (36,2%), pero al mismo tiempo concita una imagen negativa del 51,5%.

Su apoyo se fundamenta en su firmeza, su discurso "anticasta" y la promesa de "ordenar" el país, mientras que el rechazo se nutre de percepciones de autoritarismo, crueldad y un alto costo social.

A su lado, el ministro de Economía, Luis Caputo, funciona como un apéndice técnico de su imagen, con cifras de apoyo y rechazo similares (34,7% positiva y 55,4% negativa), respaldado por quienes confían en el rumbo económico y cuestionado por su perfil desvinculado de la realidad social.

En el lado opuesto, Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof se erigen como los principales referentes de la oposición, canalizando la resistencia al modelo actual.

La expresidenta mantiene una imagen positiva del 35,2% y una negativa del 55,7%, sostenida por la nostalgia de "un Estado presente" y sus (primeros) años de gobierno.

Axel Kicillof, por su parte, presenta números casi idénticos (35,8% positiva y 51,8% negativa), posicionándose como un posible heredero de ese espacio, aunque sufre el desgaste lógico de la gestión.

"Inseguridad", "educación destruida" y "gasto improductivo" son menciones recurrentes que explican su techo electoral.

Ambos son vistos por los votantes de Milei con un rechazo superior al 83%.

Fuera de los dos polos dominantes, otras figuras políticas ocupan un lugar periférico. Mauricio Macri emerge como el dirigente con el rechazo más alto de todos los medidos, con un 67,3% de imagen negativa frente a una escasa positiva del 15%. Su figura es vista por muchos como un símbolo del fracaso de la dirigencia tradicional más que como una alternativa de futuro.

Por otro lado, Juan Grabois, con un 29,3% de imagen positiva y un 53,9% de negativa, es percibido como un actor más marginal, cuyo activismo social no logra traducirse en un liderazgo político de peso, generando críticas que apuntan más a un desdén personal que a un enfrentamiento ideológico.