A esta altura de la historia republicana, no debería ser necesario recurrir al psicoanálisis para explicar los cambios en la sociedad. Pero con el matiz dinástico que adquirió la política argentina en este milenio con presidentas-esposas, ministras-hermanas e incluso dirigentes-hijos en los sindicatos y los partidos más importantes de la oposición es importante conocer las relaciones y noticias familiares y las consecuencias que pueden emanar de esos acontecimientos.
Por eso, para 2011 el acertijo clave es: ¿podrá Cristina Kirchner sobreponerse al dolor que le provocó la muerte de su esposo hace poco más de dos meses y batallar por su reelección? La duda en este caso involucra exclusivamente a su estado de ánimo, porque posibilidades políticas tiene.
A pesar de que cuando se enfrentan a un micrófono los ministros juran que la candidata es Cristina, lo cierto es que nadie sabe qué decisión tomará la Presidenta. Sí está claro que esa opción terminará siendo anunciada más tarde que temprano, por dos razones: si dice que no, lo más conveniente es mantener la expectativa para no padecer el síndrome de pérdida de poder que aqueja a los mandatarios salientes; si dice que sí, retrasar la difusión del nombre del candidato oficialista servirá para desorientar al máximo a sus competidores. El gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, es el eterno postulante a quedarse con la candidatura si Cristina prefiere pasar de largo.
La oposición tiene las cosas menos claras aún. El radicalismo tiene tres precandidatos: Julio Cobos, Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz. El Vicepresidente insinuó un lanzamiento la semana pasada con una pegatina de afiches, el diputado está en campaña desde hace meses y el senador ya adelantó que a mediados de enero dejará la presidencia del partido para competir por la candidatura. Allí, la incógnita es saber cómo se decidirá el postulante que representará a la UCR y aliados. A esta altura, la ley de internas abiertas y obligatorias que impulsó el Gobierno en 2009 con petardos y serpentinas es casi letra muerta. En el propio Gobierno admiten que el oficialismo no tiene interés en que se aplique, lo cual es lo mismo que decir que otra vez, como ocurrió en 2003 con el mismo partido en la Casa Rosada, no se aplicará. Los radicales, entonces, tendrán que recurrir a las encuestas o a una interna a esta altura cada vez menos clásica.
Mauricio Macri aparece como el otro candidato capaz de disputar la carrera, en este caso al frente de un conglomerado que incluiría al PRO y a algunos sectores del peronismo no kirchnerista. El Jefe de Gobierno repuntó en las encuestas en las últimas semanas, sobre todo frente al estancamiento de la Presidenta, que de todas formas sigue primera y lejos en todos los relevamientos. En ese espacio también podría estar incluido Eduardo Duhalde, aunque por ahora no aparece con chances de romper su alto grado de rechazo.
La campaña que teñirá todo 2011 cuando se elegirán además diputados, senadores, legisladores provinciales, miles de intendentes y concejales y mandatarios de 22 provincias arranca, eso sí, con una certeza al menos. Es la que confirmó el Censo 2010: el peso formidable que tiene la provincia de Buenos Aires en las elecciones de distrito único, como es el caso de la compulsa por la Presidencia de la Nación. Concentra casi el 40 por ciento de los habitantes del país y aunque no hay datos definitivos aún más del 40 por ciento de las personas con edad para votar. En el conurbano bonaerense, a su vez, viven poco más de 10 millones de personas: una cuarta parte de la Argentina. En la elección presidencial es el único caso en que esos millones de personas pueden hacer valer el poder político en todo su peso, ya que están subrepresentados tanto en los comicios parlamentarios como en el reparto de la Coparticipación y del Presupuesto Nacional. Más que nunca, esos habitantes, con la contribución en este rubro secundaria de Córdoba, Santa Fe y la Capital Federal los cuatro distritos en conjunto superan el 60 por ciento del padrón decidirán cómo será la Argentina.