Era el latiguillo de Sergio Massa cuando se enteraba que un dirigente propio acababa de renunciar en público a su Frente Renovador, en aquella época era cotidiano el éxodo de correligionarios cuando su estrella lograda en 2013 parecía que se estaba apagando: "No se fue, ya lo habíamos echado". Era la forma del tigrense de intentar controlar la narrativa (comunicacional) a su favor.

No siempre lo lograba. Uno de los que se alejó del massismo fue el mismo Alberto Fernández por lo que sin esa migración tal vez hoy no sería posible el Frente de Todos. En la antesala de la revelación de las listas, con plazo legal el domingo 24, le toca al Presidente apelar al argumento del titular de Diputados para preparar lo que parece inevitable: la desarticulación de su gabinete.

Fue después que desde el Instituto Patria insistieran con pedir por ministros en las listas, a modo de "salida elegante" después del ácido comentario cristinista de los "funcionarios que no funcionan" (que es menos probable que sean diputados que no disputan). El objetivo del espacio de la Vicepresidenta es indisimulable, considerando que la marca del FdT y los rostros de Alberto, Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof serán los verdaderos protagonistas de la contienda.

Sin ningún eventual candidato que mida por sí mismo más que el Frente, la intensión es generar vacantes en una administración que cada vez que quedó una silla vacía, fue ocupada por alguien cercano al Patria. La excepción que confirma la regla: Transporte, tras la trágica y temprana partida de Mario Meoni.

Como símbolo, el kirchnerismo se anima a agitar lo que sería la peor pérdida interna para Fernández (junto al secretario Julio Vitobello) tras la renuncia por agobio de Marcela Losardo: el jefe de Gabinete y que repetirá como jefe de campaña, Santiago Cafiero. El argumento es su portación de apellido histórico. Detrás aparecen otros, como el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo o de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, voceros pre-electorales por su gestión.

Abriendo el paraguas, con la lógica massista de disimular el golpe, en la Casa Rosada ya promocionan la eventual mudanza al Congreso de algún ministro bajo el argumento de que 2021 será un "plebiscito" de la gestión albertista, por lo que sería "lógico" que algunos de sus artífices sean a su vez contendientes legislativos.

La otra es la (recurrente) necesidad de oxigenar el equipo ministerial. Un team multitudinario desde su presentación de 2019, a modo de confrontar con el escaso de Cambiemos que, a fuerza de crisis, había quedado reducido a su mínima expresión. "Hay que ajustar el Gabinete para la pospandemia", ponen como excusa.

"No sería el mejor modo de alentar a ciertos ministros avisarles que se los puede echar", le comentaron a Cafiero. "Eso puede motivarlos a mejores", fue su réplica, entre risas.

Con la cuenta regresiva hacia el 24J, cuya medianoche vence el plazo legal para la presentación de las listas, hay un escaso margen en el Gobierno para poder disfrutar el "anabólico" al humor social que significará la Copa América.

Con una selección nacional que no ganaba una final desde 1993, el último mandatario que logró disfrutar de la relajación social fue Carlos Menem. Después todos sus sucesores aspiraron a lo mismo. La Argentina de Alejandro Sabella que llegó a una final en Brasil en 2014 emocionó al cristinismo de entonces al punto de adoptar una frase del colombiano Francisco Maturana: "Se juega como se vive".

Ahora la alegría logró cerrar la Grieta: celebraron en sus redes Alberto, Cristina y Mauricio Macri, el más futbolero del grupo que incluso dejó de lado sus recientes críticas al DT Lionel Scaloni.

En medio de los festejos, aún a flor de piel, desde la Casa Rosada un importante operador evitó ubicar la Copa América como variable de los próximos días del oficialismo. Y recordó los no pocos antecedentes: la mayoría de las "buenas noticias" para el Gobierno, como el acuerdo con los bonistas privados, terminaron diluyéndose enseguida por el estallido de una nueva crisis, algo habitual en medio de una pandemia que no termina.