La serie "Menem", estrenada en Prime Video hace apenas unas semanas, recreó el debate sobre las causas y consecuencias de la década de 1990 pero, además, hizo que se destaquen parecidos con la presidencia de Javier Milei. Fue un efecto no buscado por sus creadores, quienes iniciaron la producción varios años atrás, cuando el líder libertario recién comenzaba a recorrer los estudios televisivos como un economista disruptivo.
La tentación de tener al menemismo en el espejo retrovisor de este presente es grande, sobre todo cuando el apellido volvió a tomar impulso en el gobierno libertario. El caso más destacado es el de Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados, que fue denunciado en las últimas jornadas por una maniobra que parece alentar la comparación con los años de Carlos Saúl.
Sin embargo, la producción televisiva -que cuenta con caracterizaciones superlativas de Leonardo Sbaraglia y Griselda Siciliani en los roles de Carlos Menem y Zulema Yoma- es algo más que una recreación, también es un lugar para "la identificación" de lo argentino, según señaló el guionista de la serie, Guillermo Salmerón, en diálogo con El Cronista.
Los comienzos de una esquiva campaña rutera que terminó en el golpe electoral que lo convirtió en candidato presidencial, la desordenada llegada al poder, la interna familiar, el champagne y la farándula, la corrupción y la estabilidad económica pero, fundamentalmente, la atrapante personalidad del político riojano, son los principales temas que se despliegan en los primeros seis capítulos de la creación de Ariel Winograd.
Salmerón, que también trabajó en la biopic de Diego Maradona, concede que en ambos casos se trata de personajes "llenos de matices, dificilísimos para hacer". "Eso es algo que me llamó la atención y que me parece que quedó bastante plasmado en la serie. Menem era un tipo con un magnetismo que era arrollador con todo el mundo. No sólo con las mujeres", señaló respecto a un tópico que también aparece a lo largo de toda la serie.
El guionista afirmó que su trabajo consistió en quitarse de encima los prejuicios que traía de la vida personal, algo que también ha señalado Sbaraglia en una reciente entrevista: "Tuve que dejar de lado mis prejuicios y sumergirme en el personaje para hacerle justicia".
"Lo encaramos por el lado de 'bueno, cómo no vamos a contar la biografía de este tipo, cómo le contamos al mundo lo que significa para los argentinos, en todos los sentidos'. Porque es un personaje tan controvertido, que despierta tanto amor y tanto odio", añadió Salmerón.
La narración elegida, aunque verosímil, no aspiró a la perfección histórica y sus creadores lo dejan en claro con una placa a comienzos del segundo capítulo. Así los roles de la UCR y de la UceDe en el comienzo del gobierno menemista son trocados y usados, especialmente, para introducir a María Julia Alsogaray (interpretada por Mónica Antonópulos), la interventora y privatizadora de la empresa de telecomunicación pública Entel.
Tampoco están especialmente ordenados los hechos de esos primeros años, pero igualmente consiguen transmitir la sensación de turbulencia política.
La efectividad tal vez resida en la capacidad para pintar una época signada por la audacia del político peronista que no dudó hacer lo que fuera necesario para gobernar: acercarse a los Estados Unidos, abrazarse con los artífices del golpe de Estado contra Juan Perón, firmar indultos a militares o guerrilleros o ser el primero en desempeñar el cargo de comandante en Jefe para mandar a reprimir una sublevación.
"Me parece que el atractivo también es reconocer esa época, esos años, el volver en el tiempo como me dice mucha gente", añadió Salmerón.
Más allá de la historia de Menem, de su familia y de la política, los autores incluyeron la figura ficcional de Olegario Salas (interpretado por Juan Minujín), un fotógrafo riojano que se suma al equipo de quien era en ese momento un gobernador para retratar su campaña presidencial.
Esa apuesta argumental, según señaló Salmerón, fue lo que le permitió mostrar la época desde un no político: "Eso que yo veía, ponerlo a través de la mirada de otro personaje que no puede ser Menem. Porque esa fiesta de la pizza y champán, de la cosa de palacio, se vivía en un círculo. Y yo decía 'bueno, ¿cómo lo muestro?'.
A Salas se lo ve sacando algunas imágenes de Menem que fueron bastante icónicas, entre ellas la del "cigarrillo del indulto" o la del "Pacto de Olivos", en la que se ve al riojano junto a Raúl Alfonsín caminando por la Quinta presidencial. Ambas fueron capturadas, en realidad, por el histórico fotógrafo de la Presidencia, Víctor Buggé.
Ese personaje termina siendo una especie de Virgilio, un guía, alguien que presenta los hechos desde otro lado, el del provinciano que se suma a la aventura sin sumarse, que se tienta por momentos, que vive lo que sucede a su alrededor de manera algo ingenua.
"Mi intención era ir contando eso que pasa puertas adentro. Pero a mí me interesa contar lo que pasaba puertas afuera, que era bastante diferente, ¿no? Entonces por eso pensé este personaje", señaló el guionista.
La serie parece calzar justo con el momento histórico actual, porque existe "cierta vuelta a los 90, cierta reivindicación" al decir de Salmerón. Sin embargo, la producción se inició años atrás, cuando el mileísmo no era, siquiera, una expresión política.
Más allá del alineamiento automático con los Estados Unidos, las épocas son distantes y distintas, aquella la del mundo unipolar; esta, la de la multipolaridad. Por fuera del afán privatizador y desregulador que los une, Menem hizo su carrera política desde el peronismo en la Argentina del bipartidismo, Milei tiene al peronismo en la oposición.
Sin embargo, dejando de lado comparaciones y parecidos, el Presidente liberal-libertario tiene una gran deuda con aquella década: fue la ambición del riojano y la negociación con Raúl Alfonsín la que creó el estatuto del balotaje, ese mecanismo que le permitió acceder a la primera magistratura en 2023. Eso también fueron los años '90, que no se repiten, pero que aún dejan sentir su influencia en la política argentina.