Un dólar planchado, tasas de punta y total absorción de pesos caracterizan hoy a la coyuntura monetaria argentina. No hay que buscar más vueltas ni explicaciones macroeconómicas: la dinámica actual está suspendida hasta que se definan los resultados electorales en octubre. Todo lo demás es accesorio. El resultado final depende del desenlace político: hasta tanto no haya un veredicto en las urnas, la economía funciona en modo espera, con las variables monetarias congeladas en apariencia pero extremadamente sensibles a cualquier shock potencial. El peronismo espera una explosión del dólar en estos días. Pero esto es imposible: hacia las elecciones de octubre nos encaminamos a un entorno de tasas muy altas si es necesario, con total absorción de pesos y un dólar tranquilo. Si este gobierno sigue ganando elecciones, cada vez habrá más dólares disponibles y el peso se apreciará. Hasta que, en algún momento, la economía se dolarice y le digamos adiós al peso. Con este modelo, los dólares van a sobrar, y el mundo Pyme prebendario terminará claudicando frente al sector agrícola, minero y energético, que será el motor de un crecimiento exponencial. Esa es la estrategia que permitirá erradicar la pobreza y que entre otras cosas, define a la actual gestión libertaria. El escenario financiero argentino transita, en ese marco, un momento de extrema vulnerabilidad. El dólar oficial permanece planchado, las tasas de interés operan con altísima volatilidad y el Banco Central ha logrado absorber prácticamente todo el excedente de pesos. A primera vista, el cuadro transmite estabilidad. Sin embargo, la verdadera variable que determina el rumbo en Argentina es la política, en particular el riesgo electoral. La dinámica monetaria está hoy subordinada a un solo factor: la probabilidad de un cambio de régimen político que defina la sostenibilidad de la demanda de dinero. Hasta que el resultado de las elecciones no despeje la incógnita, cada movimiento de pesos, tasas o dólar no puede leerse desde un prisma macroeconómico tradicional, sino como reflejo de una dolarización de portafolios preventiva ante el "riesgo radikuka". Los radikukas no terminan de comprender lo que implica el riesgo radikuka. Dicho en una sola frase: "Pudimos ser Australia, pero hace 80 años que nos empecinamos en convertirnos en Peronia". No hay nada más que explicar. En este marco, la liberación anticipada de las LEFIs aparenta haber sido, cuanto menos, inoportuna. El sistema financiero argentino, ya condicionado por una demanda de dinero frágil y expectativas inestables, probablemente no estaba preparado para un cambio tan brusco en las reglas de política monetaria. Esta elección bien podría marcar el sinceramiento de un hecho histórico: la extinción del radicalismo, uno de los dos partidos responsables de haber conducido al país a los niveles de pobreza actuales. La juventud ya no se identifica en la política tradicional y, en consecuencia, se avecina un proceso inevitable y cruel de limpieza definitiva del sistema político heredado. Referentes que en otro tiempo lograban traccionar voluntades hoy apenas sobreviven en las encuestas, aunque todavía se resisten a aceptar la magnitud del cambio. Se trata de un verdadero cambio de época: muchos políticos tradicionales van desapareciendo literalmente de la escena pública, aunque ellos todavía no lo acepten. Con ideas viejas, mensajes perdedores y una juventud que ni siquiera los conoce y mucho menos los escucha, están siendo borrados del debate político actual. La dinámica electoral es implacable, y lo que no entiendan al momento, lo explicará en breve y con brutal claridad la voz de las urnas. El riesgo político actúa como variable irreemplazable. Si el resultado electoral favorece a un proyecto libertario con credibilidad fiscal y monetaria, el mercado reaccionará con un rally inmediato: los pesos sobrantes serán absorbidos vía carry trade, el dólar quedará estabilizado y la curva de tasas encontrará un ancla muy sólida. En cambio, una derrota de la opción liberal implicará la reversión inmediata de todo lo mucho en que esta gestión ha avanzado: presión cambiaria, suba abrupta de tasas, aceleración inflacionaria y una voladura del riesgo país. En síntesis, la coyuntura actual no puede analizarse bajo una óptica tradicional. No se trata de fundamentos económicos, sino de riesgo político extremo. Hasta que no se despeje la incógnita electoral y ya estamos muy cerca, la economía argentina seguirá atrapada en una lógica binaria: estabilidad y crecimiento si prevalece la expectativa libertaria, o crisis inmediata si se consolida el regreso radikuka.