La relación que tenemos los millennials con la tecnología es práctimante el eje central que define a nuestra generación. Este vínculo nos fue formando como sujetos y nos otorgó la posibilidad de nuevas prácticas, ya no sólo tecnológicas de producción o emprendimiento, si no también nuevas y diversas maneras de relacionarnos socialmente. Este escenario demanda leyes, estructuras y contratos sociales que generen un marco de referencia para el futuro. Además de una urgente campaña de alfabetización digital.

Carolina Hernández Cufré es millennial y periodista experta en tecnología. Su labor profesional la llevó a indagar en jóvenes emprendedores, millennials solidarios que, de la mano de la tecnología, han hecho importantes aportes a la humanidad. “Es el caso de Gino Tubaro, que con menos de 20 años creó un modelo para imprimir en 3D implantes de manos. O adolescentes que viendo la problemática del embarazo adolescente en el colegio crearon una App para aprender jugando sobre educación sexual , afirma.

La tecnología y lo que podemos hacer con ella sin lugar a dudas está en clave promover un mundo más justo y más vivible para las próximas generaciones. Sin embargo, la periodista también advierte que “es necesario un énfasis educativo para detectar fake news porque, sin inocencia, pueden incidir en lo que luego decidimos cómo clientes, ciudadanos o pacientes , y agrega que “es sumamente grave que alguien que concurrió a una universidad, por ejemplo, no sepa distinguir una noticia falsa de una verdadera. Es como un nuevo analfabetismo , concluye.

Algo por el estilo señalaba el escritor norteamericano Marc Prensky en 2001 cuando acuñó los términos “nativos digitales y “migrantes digitales . El autor dice que nuestra generación “habla el lenguaje digital porque nacimos en el contexto de la formación de ese lenguaje; mientras que las generaciones anteriores, deben migrar desde su formación analógica hacia este lenguaje.

En este marco entonces, resulta urgente generar un proceso de aprendizaje y manejo de las tecnologías. Hace unos pocos días el creador y dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, debió comparecer frente al congreso estadounidense por proporcionar datos de los usuarios de la red social a la firma Cambridge Analytica y la sospecha de que la información de más de 50 millones de usuarios fue utilizada para dirigir a la opinión pública durante las últimas elecciones presidenciales en el país del norte.

Y entonces ¿cómo hacer para no ser víctima de una noticia falsa en la era de la superabundancia de la información? ¿Qué mecanismos necesitamos para defender nuestros derechos y nuestros datos? ¿Qué información es confiable y cuál no? ¿Cómo distinguirlas en medio del bombardeo masivo de información que recibimos a diario? ¿Cómo detectar casos de grooming, cyberbulling o redes más siniestras?

Estas preocupaciones representan algunos de los puntos más importantes que nos toca resolver a los millennials. ¿Y por qué a los millennials nos toca? Sencillamente porque aún estamos a tiempo, porque todo está en construcción aún y porque nuestra idiosincrasia (a pesar de ser ególatras y un poco flojos) es profundamente solidaria y tenemos como objetivo principal hacer de este planeta un lugar mejor para vivir.

Tarea para la casa

Según señalan algunos autores, los últimos millennials nacieron entre 1990 y el 1995; es decir que en este momento tienen entre 23 y 28 años. Dentro de 15 o 20 años serán la generación Z o la T (touch) la que esté surfeando la cresta de la ola y las que deberán tomar las riendas del planeta.

A los millennials nos toca una doble tarea. Por un lado la necesidad de ir actualizándonos constantemente en las innovaciones tecnológicas. Formarnos en su diseño y programación. En la Argentina esto viene un poco atrasado. Las carreras universitarias elegidas por los millennials siguen siendo las tradicionales como derecho y psicología; mientras que, si bien se ve un incremento en la matrícula, las ingenierías o informática aún están muy lejos.

Según datos del Ministerio de Educación de la Nación, en 2017 lxs ingresantes a universidades nacionales se repartieron de la siguiente forma: Ciencias Sociales y Jurídicas se llevan el 41%, le siguen Computación, ingeniería y arquitectura con el 25%, luego Ciencias de la Salud con el 21%, Artes y Humanidades 7%, Ciencias el 4% y el resto el 1%. Deberemos mejorar estos indicadores a la vez de no perder la práctica diaria con la tecno.

El segundo punto será la de crear un marco de referencia que vaya desde lo legal a lo ético para el uso de las tecnologías, principalmente en la comunicación, pero no sólo en ellas. Para eso será necesaria una acción política que busque proteger los derechos y garantías de los ciudadanos que acceden y se vinculan el ciberespacio; como así también una pedagogía de la navegación que nos permita manejar el lenguaje tecnológico y generar consensos en su uso.

Esta tal vez sea la tarea más difícil porque supone grandes desacuerdos y disputas de intereses, pero sin lugar a duda debe ser uno de los legados más importantes que dejemos a las generaciones que vienen. Un marco de referencia que nos garantice derechos, pero además que nos llene de nuevas oportunidades.