Históricos del peronismo han sido exluídos del reparto de poder y las decisiones acotadas a la mesa chica de Olivos, otra vez. Paradójicamente en estos días se rearman obligación judicial mediante las estructuras partidarias por las que no han pasado las definiciones importantes. Hoy el Congreso del PJ Nacional definirá sus autoridades bajo directivas de la Rosada mientras que ayer asumió Víctor Santa María al frente del peronismo porteño. El mismo intento por potenciar e integrar a heridos lo hizo el justicialismo bonaerense.
Sin embargo, el ejercicio no parece alcanzar aunque vale decir que el personalismo no es un atributo exclusivo de Cristina Fernández sino que compete hoy a toda la dirigencia política. De hecho lo confirman análisis de opinión pública como los últimos recibidos en Bolívar 1, donde Mauricio Macri no se asusta por el acuerdo de precandidatos presidenciales en el Frente Amplio Unen. Los estudios sostienen que los sellos partidarios no son referencia para los ciudadanos habilitados a votar y que, tras las PASO, los votos de todos los que integran un mismo espacio no se suman. La desaparición de la UCR como sigla lo demuestra aseguran y así los nombres propios se imponen sobre las estructuras. En el oficialismo es el dedo de Cristina el que define, incluso en tiempos de crisis.
Volvió a suceder esta semana. La sorpresiva creación del Ministerio de Cultura de la Nación generó al mismo tiempo fervor y malestar.
Fervor entre los referentes del más puro cristinismo, fervor entre los sectores progresistas y las figuras de la cultura y el espectáculo que se arrimaron a la política en los diez últimos años y entre todos aquellos que conforman lo que se denominó la transversalidad. Así lo decían ayer en distintos ámbitos del oficialismo. El fervor no contagió al colectivo peronista entre quienes anoche seguían preguntándose los por qué de la designación. Aún cuestionado, denunciado y con una imagen de escasa popularidad, Jorge Coscia era rescatado tras su obligada renuncia como un cuadro político del PJ. Dicen quienes anhelaban la creación de un Ministerio para reemplazar la secretaría que tuvo a su cargo, que podría haberse designado una figura ligada a alguna de las artes pero también a las estructuras del partido. Un nombre que circuló, a modo de ejemplo, fue el del actor Víctor Laplace, con una extensa trayectoria y a la vez reconocida filiación peronista. La cuestión es que desembarcaron detrás de Parodi referentes de La Cámpora. El primer gesto que para muchos cobró sentido recién el martes con el decreto presidencial publicado en el Boletín Oficial fue el reemplazo de Alejandra Blanco por el camporista Franco Vitali, 45 días atrás.
La figura de Teresa Parodi no es cuestionada en sí misma sino por lo que puede representar o por lo que deja fuera. Así como muchos que recibieron la noticia con beneplático reconocen su popularidad, su adhesión al modelo kirchnerista y su aporte a la cultura, muchos otros expresaban en estricto off the record su preocupación por lo que vendrá. Entre las preguntas que se hacían es si la gestión estará más ligada al espectáculo que a la profundización de las políticas implementadas hasta el martes y si camino al próximo año electoral el Ministerio buscará replicar éxitos masivos como fue el Bicentenario y Tecnópolis con Javier Grossman como generador de todo eso. Doctrina, piden los excluídos y con recelo se preguntan si los camporistas mandarán más que la ministra que ayer debutó en una reunión con la Cámara del Libro.