La política internacional avanza a una encrucijada cada día más compleja. A la creciente incertidumbre que plantea la guerra comercial entre los EE.UU. y China se ha agregado la competencia militar nuclear entre el país del norte y Rusia, con la denuncia de Washington del Tratado de misiles de alcance largo e intermedio de 1987. Una decisión que abre el riesgo a un mayor armamentismo entre las dos principales potencias militares del planeta con el consecuente aumento de tensión, principalmente en el escenario europeo. La suma de ambas cuestiones, la comercial y la armamentista, pone al mundo en uno de los peores momentos desde el fin de la guerra fría. También deja en evidencia las características que ha adquirido la lucha de poder entre las potencias por la primacía global.
El debilitamiento de la OMC y la denuncia de tratados de limitación de armamentos con Rusia van desarmando un conjunto de normas que enmarcaban, por un lado, el comercio, y por otro, uno de los patrones de poder como es el armamento nuclear. La ausencia de ambas genera una atmósfera peligrosa y puede desatar una competencia sin límites. La falta de esos marcos jurídicos vinculantes de referencia suelen dar lugar a los pronósticos más sombríos, al afectar de manera sensible la estabilidad global.
El argumento de los EE.UU. ha sido que Rusia ha estado violando el Tratado que en 1987 firmaron Ronald Reagan y Mijail Gorbachov que ponía límites al desarrollo de misiles balísticos de alcance medio y largo entre ambos países (INF). Se trató del primer acuerdo para reducir arsenales nucleares que condujo en 1991 a la eliminación de todos los misiles crucero de 500 y 5500 kilómetros de alcance de ambas potencias. Un paso que fue clave para poner fin a la guerra fría de ese entonces.
Es probable que los EE.UU. tenga razón de que Rusia no ha cumplido con sus obligaciones. Sin embargo, es lamentable que desde el encuentro de Trump y Putin en Finlandia, en 2017, no hayan aprovechado para aclarar diferencias y restablecer el equilibrio. La denuncia del INF es el segundo golpe a la estabilidad global desde la retirada de los EE.UU. en 2002 del Tratado de Antimisiles Balísticos (1972).
Estos hechos pueden también despertar ambiciones militaristas en otras potencias menores y ponen en riesgo al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Es difícil fortalecer el régimen de la no proliferación horizontal cuando se amplía la proliferación vertical. Existen evidencias que algunos países estarían en el umbral tecnológico para obtener un arma nuclear. Sería crítico que de nueve Estados que poseen armas nucleares hoy se pasara a un espiral de posesión mayor. Sin duda, el mundo no sería uno más seguro.
Es de esperar que la Cumbre del G20 en Buenos Aires permita encuentros bilaterales entre EE.UU. y Rusia, por un lado, y el país del norte y China, por otro, para poner límite a una competencia (militar y comercial) que se anuncia desenfrenada. Los problemas que enfrenta el mundo necesitan de mayor diplomacia y no de agregar más leña en el fuego.