Una carísima casta política vernácula no cesa en espantar y escandalizar una espontánea y razonable participación popular ciudadana.

Insistir con viejas y amañadas prácticas como las elecciones primarias abiertas y simultáneas, también llamadas primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), cuyos guarismos definirán la lista que representará a cada partido político (de ahí lo de interna abierta) entre otras metodologías electoralmente especulativas, desborda todo cinismo político. Baste testear el hartazgo popular o consultarle a Martin Lousteau o Florencio Randazzo sobre el particular.

La politiquería vernácula, no trepida en usar y abusar abstracta e írritamente del tiempo y libertad de la ciudadanía mintiéndoles descaradamente a punto tal que, por estos días desde las más altas esferas gubernamentales han salido a repudiar las PASO... "pero recién para después de que absurda y ridículamente se vuelvan a realizar sin sentido ni razón, privándoles a los argentinos de otro día de tiempo libre y albedrío; demasiados argentinos alienados y puestos de rodillas en sus derechos y legítimas expectativas democráticas".

Dicha casta no se priva de nada. Le concede el derecho a elegir a los menores de 16 años pero le niega de su correlato: ¡el derecho a ser electos! Según convenga y traccionen a cada corporación, se anticipan, desdoblan o postergan procesos eleccionarios, los que ya deberían centrifugarse en un mismo y único día cada cuatro o seis años en todo el país y en todos los niveles locales, provinciales y nacionales.

Un detalle: ¡Que cada ciudadano electo en toda Argentina, cumpla, respete y honre todo su mandato, sin excepciones ni enroques posibles!

Qué lejos parecen aquellas primeras elecciones democráticas de 1983, tras los tiempos oscuros, pletóricas de alegría y la euforia de todos, en un ambiente realmente increíble de convivencia identificado en la ilusión, e incluso el entusiasmo, por la democracia recobrada, por la armonía, el desarrollo humano y la paz que suponían e implicaban.

El PRO/Cambiemos en Argentina, se presentó como una opción política distinta del resto de los partidos, al no tener ningún antecedente que le condicione su ajuste a la realidad actual, ninguna dogmática que limite la libertad de sus miembros ni ninguna servidumbre internacional que le fuerce a la obediencia.

No obstante, principalmente en lo económico, aún no ha logrado en casi dos años, la satisfacción, el empoderamiento y un protagonismo autosatisfactivo de las personas y grupos sociales más empobrecidas, allí mismo donde crecen y se multiplican sus problemas e inquietudes. La coalición gobernante no termina de enraizar las decisiones a los que sufren sus consecuencias para que, sólo así, estas pueden ser verdaderamente compartidas y acompañadas con toda libertad, consistente y sostenidamente.

Por todo ello y en vísperas de las próximas elecciones (PASO y de medio término), lo que no necesitamos ni debemos es establecer límites, grados ni etapas en la exigencia ética de los comportamientos de aquellos que quieren inducir al pueblo a optar por determinados caminos.

Entre todos todos juntos, debemos conseguir que la política argentina llegue a ser un campo de entendimiento entre posiciones e ideas contrapuestas, y no un alimentar e incitar de odios contra odios.

Finalmente, sin perjuicio de los reproches formulados, no deberemos permitir que nuestra esperanza en vísperas electorales sea empañada por el cacareo de los causantes de tantos desafueros, quienes persisten en sucederse a sí mismos, sustituyendo la fuerza de la razón por el bombardeo de la propaganda o el logro imposible del olvido de una inédita década, corruptamente desperdiciada.