Los tres desafíos centrales de Martín Guzmán al frente del Ministerio de Economía están lejos de solucionarse. Primero, debía resolver el problema de la deuda, con un déficit fiscal financiero de 4 % del PIB; segundo, sobre la base de equilibrio fiscal atacar el problema de la inflación; tercero, recuperar la actividad económica (para lo cual debía continuar la baja de gasto público que a su turno permitiera reducir la carga tributaria).
El resto de los problemas que Argentina arrastró hasta 2015 habían sido solucionados. El Indec recuperó su transparencia y se volvió confiable; Las tarifas y el dólar ya no estaban atrasados; las inversiones energéticas recuperaron un mínimo de servicios públicos y dejaron de ser un cuello de botella para recuperar el crecimiento, la Argentina había recuperado su inserción internacional, entre otros muchos factores que se podrían destacar.
1) El “reperfilamiento de la deuda
El 10 de diciembre de 2019 Guzmán necesitaba completar el reperfilamiento de la deuda que ya había iniciado la gestión anterior. Los acreedores estaban dispuestos a aceptar una reestructuración de sus bonos, incluyendo quitas de capital y postergación en el pago de intereses. La discusión era si la quita estaría entre el 20 al 50 % del PIB y si el impago de intereses duraría 2 ó 4 años, pero el diálogo estaba abierto. Bastaban gestos de ir hacia las reformas pendientes (previsional, laboral e impositiva) para que el programa fuera creíble y la propuesta fuera aceptable.
Pero Guzmán eligió otro camino. Habló de hacer historia repudiando la deuda y puso el foco en lo social, evitando cualquier mención a estas reformas tan estructurales como imprescindibles. Argentina ya no tiene espacio para seguir bajando el gasto público, dijo, mientras demoró un acuerdo que podía conseguirse en semanas. Esta mala praxis Argentina la pagará en el mediano plazo.
Hoy, en el marco de la crisis sanitaria por el coronavirus, ya ninguna propuesta luce aceptable, pero no porque la quita sea grande, o porque los acreedores deban esperar para cobrarse los intereses de deuda, sino porque el gobierno no parece ofrecer un camino de política económica aceptable que conduzca a los acreedores a tener expectativas de cobrar su capital e intereses en un futuro.
2) La monetización del déficit fiscal
Argentina terminó el 2019 con equilibrio fiscal primario de Nación y consolidado con las provincias. Lo que explica el 4 % de déficit fiscal financiero son los intereses de deuda, tras haberse acumulado una deuda monstruosa en el gobierno anterior. Como se señaló arriba, una reestructuración de la deuda exitosa hubiera permitido alcanzar el equilibrio fiscal para entonces poder iniciar un proceso de recuperación económica.
Pero mientras el problema de la deuda espera una resolución, la crisis sanitaria del coronavirus sumerge a Argentina en un desequilibrio fiscal tan profundo como el heredado en 2015 por el gobierno de Mauricio Macri. En unos pocos meses se han perdido todo los avances fiscales conseguidos por el gobierno anterior, y se conduce a la Argentina a la banquina de una profunda crisis económica, quizás la peor de su historia.
Lo cierto es que no hay margen para nuevos impuestos, mientras el acceso a deuda está limitado y sólo se recurre a la monetización del déficit fiscal. Cualquier análisis de la evolución de los agregados monetarios dejará boquiabierto al observador. Si sumamos a esta expansión la fuerte baja consecuente en la demanda de dinero, el paso a la hiperinflación está cada día más cerca.
Es cierto que la crisis sanitaria requería mayores partidas presupuestarias, pero no hubo un solo gesto de la política por acompañar el mayor gasto con una reducción en otras partidas menos fundamentales.
3) La actividad económica
La Argentina acumulará un nuevo año recesivo, de eso ya no caben dudas. Quizás la discusión abierta es si la caída será aun mayor que la de 2002, la que ya nos lleva a hablar de una recesión de dos dígitos. Se podrá argumentar que otros países del mundo también estarán en recesión en este difícil 2020 como consecuencia del problema sanitario, pero mientras estas economías se recuperarán en forma de V, Argentina tendría una dinámica en forma de L, cayendo en un pozo del cual le costará salir. Y es que todos los datos macroeconómicos lucirán negativos, con fuertes desequilibrios fiscales y monetarios.
¿Qué recuperación se puede esperar en una economía que niega las reformas estructurales e imprescindibles, desbordada de gasto, impuestos e inflación y con cepo cambiario, que no tiene acceso a crédito externo, que no atrae inversiones (ni locales ni foráneas), con emergencia sanitaria y social, y con una pobreza que alcanzará a la mitad de su población?
Reflexión final
¿La herencia era difícil? Yo no lo creo, aunque claramente el contexto se agravó con esta crisis sanitaria. Martín Guzmán pudo resolver la herencia bastante rápido, pero su demora lo llevó ahora a un callejón sin salida. Esa mala praxis sin dudas lo dejará en la historia. Los acreedores harán su juego. Deberán evaluar si conviene empezar ya los litigios o esperar por el próximo gobierno.