Estamos más cerca de la suspensión de la negociación salarial que de mantener la continuidad del modelo imperante estos doce años, que claramente solo es idóneo y a medias, cuando la economía está pasando por una etapa clara de crecimiento. Es más, por los pasillos corren algunas de las herramientas propias de la emergencia económica. Como está ocurriendo en la crisis de los países centrales de Europa, lo que se logró en los convenios colectivos durante las épocas doradas se ha perdido en los últimos dos años a niveles tales que bajaron los salarios, se suspendieron beneficios, se modificó la legislación, y la caída no cede. Una de cada cuatro personas de los países líderes tiene problemas de ingresos y de empleo, y por los próximos diez años se vaticina crecimiento cero. Sin dudas es el fin de una era, y el nacimiento de otra que reposiciona países como China, India y Japón, donde Latinoamérica tiene un lugar subordinado y periférico, sobre todo después de la reciente crisis del petróleo y de la caída gradual de los precios de los commodities.
Ninguna negociación en nuestro país tiene por fin resolver los problemas centrales de la economía y todos quieren pasar 2015 lo más rápido posible sin obviar ninguna de las etapas electorales que vienen. Es por eso que todo lo que se deba acordar debería ser con el fin de evitar mayores daños económicos y sociales. Como en un barco que no tiene destino todos los vientos son desfavorables cada día tendremos nuevas y sorprendentes improvisaciones.
La preocupación de todos hoy ya es el empleo, la caída de las fuentes de trabajo, la nula creación de nuevos puestos, y por ende, la amenaza del desempleo de dos dígitos que tantos estragos produjo en el pasado.
La inflación está vinculada con la recesión y por ende, tiende a ser menor que la del año 2014. Miguel Bein planteó que si se toma el pasado para proyectar el futuro se cae en el error de que no puede haber tendencia bajista. Por lo tanto, el pasado marca 35% para el 2014 y en cambio si tomamos los dos últimos meses el futuro marca 25% para el 2015. Posicionarse por encima del 30% aún cuando sea escalonado y no remunerativo, es temerario y constituye una hipoteca para el 2016.
Es difícil que existan ganadores en el conflicto colectivo laboral que se avecina, y es poco probable que tanto el Gobierno nacional como los líderes de la oposición adopten posturas razonables, cuando en rigor, toda la economía está experimentando un descalabro general, en donde muchos operan al son del sálvese quien pueda.
Si la consigna fuera no empeorar el cuadro existente, la comparación de los aumentos de salarios con la inflación nos lleva por el camino tradicional de la puja sindical por superar la inflación y de las aspiraciones empresarias y gubernamentales de estar por debajo de ella. Hoy la consigna central de los aumentos de salarios con el actual cuadro regresivo del escenario previsional y fiscal está ligado a la supervivencia de las empresas, a disminuir el impacto de la caída que presentan todas las vertientes del mercado, y a lograr un acuerdo tripartito entre el Estado, las CGTs y las Entidades Empresarias representativas que permita hacer una puente entre el pasado de una década compleja y el futuro, en un proceso claro de darle más oportunidades y mejores condiciones de sustentación al futuro gobierno.
La negociación salarial corre también ahora el riesgo de ser una herramienta electoral utilizada por los candidatos, como uno de los pilares de la controversia con el oficialismo, lo que seguramente contribuirá con el caos.
El Salario Mínimo Vital y Móvil no puede ser objeto de los cambios operados en cada año, los aumentos salariales deberían estar pautados, debería eludirse la negociación colectiva sujeta a las presiones y a los aprietes de los gremios más hostiles, y las apetencias electoralistas o clientelistas se han convertido en una amenaza constante de que este proceso desemboque en un caos, unido obviamente a los demás factores que operan sobre la conciencia ciudadana que seguramente revisará los hechos al momento de votar.
Por último y en cualquier caso, como se ha ya iniciado el debate de si habrá o no devaluación con la próxima gestión y la forma y modo de ejecutarla, como si se tratara de un acontecimiento inexorable, y nadie sabe qué harán los candidatos con el mundo sindical y sus inquietantes alianzas, con el Código de Trabajo si se presenta el desafío con minoría parlamentaria para oponerse, con la política salarial y en especial, con las políticas de empleo y con la reforma fiscal y previsional. La campaña y el voto están disociados de gobernar y gestionar, y muy poco de lo que se promete se podrá cumplir, sin un plan que renueve en forma creativa una discusión salarial distribucionista, con una política ligada al crecimiento la producción y el desarrollo.