La cadena nacional, utilizada sin límites por la Presidenta, se ha convertido en un castigo para los argentinos. Cualquier evento menor se puede convertir en la excusa para transmitir por todas las radios privadas y todos los canales de TV mensajes del Gobierno que, en su mayoría, carecen de la trascendencia que justifiquen una cadena simultánea de los medios de comunicación de la Argentina.
En los últimos días, con Cristina Kirchner y varios ministros imputados en causas judiciales muy relevantes y sensibles, no hubo respuestas formales de ningún tipo y la cadena nacional ha sido utilizada para comunicar actos de gobierno que bien podrían haberse reducido a los canales oficiales (la TV Pública, Radio Nacional, la agencia oficial Telam o las cuentas de twitter y facebook de la Casa Rosada).
El recurso de la cadena nacional, que adquiere un tono dramático cuando el Gobierno lo anuncia previamente con bombos y platillos, termina generando fastidio y decepción general toda vez que el mensaje presidencial no está a la altura de las expectativas generadas en vano. Es lo que sucedió ayer con el mensaje de Cristina desde El Calafate, repitiendo innecesariamente un mecanismo que desgasta la relación siempre tan sensible entre los gobernantes y la sociedad.