Una progresión peligrosa. Lunes, u$s 200 millones; Martes, u$s 400 millones. Miércoles, más de u$s 1400 millones. El BCRA está aportando dos tercios del volumen total de operaciones diarias. Un indicio de que el precio que se empeña en mantener, en torno de $ 20,25 por dólar, claramente no es el de mercado.

Posiblemente sea un exceso de demanda transitorio, como la aceleración del índice de precios. Que obliga al BCRA a intervenir hasta que se supere el trance. ¿Hasta cuándo?

El virtual esquema de tipo de cambio fijo que adoptó el Central, fracasado el intento de doblegar al IPC con metas irreales, necesariamente juega contra las reservas internacionales. No se puede controlar simultáneamente precio y cantidad. O uno, o la otra. Ayer las reservas cayeron por debajo de u$s 60.000 millones. Es mucho. Pero a este ritmo, en tres días bajaron 3,3%.

Al precio de $ 20,25 está visto que hay demanda excedente en el mercado cambiario mayorista. Quizás se trate de necesidades propias de fin de mes. En el Rofex se pagó $ 20,35 para fin de abril. Habrá que ver.

Tal vez estén incidiendo otros factores, fuera de lo técnico. La tasa de Lebacs en el mercado secundario trepó 100 puntos básicos a 27,50% anual. Poco entendían los veteranos operadores.

¿Sería la suba de la tasa de interés en EE.UU.? El bono del Tesoro norteamericano a 10 años superó 3% anual y el índice del miedo, el VIX, trepó casi 3% arriba de 18,55 puntos.

¿Será Brasil? El real se devaluó 0,7% a 3,50 contra el dólar. Y el índice del Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM) está en 90. Sobrevaluación del peso.

Desde el oficialismo se culpa al cambio en el contexto internacional. En el mercado se escuchan otros argumentos. ¿Serán tal vez las dudas que despertaron las dificultades del Ejecutivo para aumentar las tarifas energéticas?

¿O las diferencias en el seno de Cambiemos, donde cada accionista de la coalición parece estar queriendo recalcular su participación societaria en la coalición gobernante, con miras al 2019?

La noticia del alejamiento de Emilio Monzó a fin de año, la del vice de Economía, Sebastián Galliani en agosto, quizás alimentaron suspicacias. Y la inflación que, pese a todo, se empeña en no bajar. Claro, con la oferta monetaria creciendo al 29% anual.

¿O el impuesto a la renta financiera para los inversores extranjeros? ¿O la trabajosa sanción de la ley de financiamiento productivo?

Son sólo algunos de los interrogantes que se escucharon en busca de una explicación. Juntos, todos estos ingredientes metidos en una coctelera terminaron empañando las buenas noticias del interés inversor, local y extranjero, en los programas de participación público-privada por los corredores viales, o la fuerte recuperación de más de 5% en la actividad económica de febrero, o el importante crecimiento interanual de las exportaciones en el comienzo de año.

La progresión de ventas de dólares del Banco Central eclipsó todo. El fuego granado que disparó Federico Sturzenegger apenas consiguió mantener la cotización. La lectura: no logró bajarlo. Y, naturalmente, alentó los previsibles interrogantes:

¿Hasta cuándo estará dispuesto a vender el Central? ¿Para mantener qué precio? ¿Seguirá teniendo apoyo de Jefatura de Gabinete y de Presidencia el sacrificio de reservas?

El gradualismo, en materia cambiaria, no funciona. Todas esas preguntas requieren de una respuesta rápida. Y contundente. Si se quiere evitar la propagación de posibles consecuencias no deseadas. A los efectos prácticos, da lo mismo un dólar disparado que la sensación de impotencia en el intento de domesticarlo.