El estribillo popularmente cantado en el mundial de fútbol de junio p.pasado pero con Brasil como sujeto de la frase (y no Argentina) nos puede servir, como pregunta, para conocer cómo cayó en el pueblo y en particular en la dirigencia política y empresarial argentina el triunfo electoral de Dilma Rousseff.
En primer lugar, es sabido que los sectores del establishment habían depositado sus esperanzas en que el candidato del PSDB, Aécio Neves se impusiera en esa segunda vuelta, apostando a que un cambio neoliberal en las políticas públicas del vecino, obligarían a que aquí en la Argentina surtiera el ánimo de repetirlas, cuando llegue el próximo gobierno, fuera quien fuera el eventual triunfador. Más aún los más optimistas creían que ese efecto podría producirse antes de la elección del año que viene por parte del actual gobierno kirchnerista, acostumbrado a modificar sus conductas de acuerdo únicamente a conveniencias tácticas.
Por su parte el gobierno (y cierto peronismo oficialista) prefería con entusiasmo el triunfo de Dilma, a los efectos que se entendiese que en el ámbito sudamericano no había cambios y por lo tanto aquí en la Argentina también se repetiría la continuidad de Cristina Kirchner a través del candidato que ella elija.
Ambas posturas, a mi modesto entender, equivocan la dirección del análisis, lo reducen, lo hacen provinciano. Brasil es un país muy particular dentro de la familia latinoamericana, peculiar, diríamos. Un gigante que ha comenzado a despertar y que hacía donde se dirija influenciará notablemente el curso del resto de los países de la Región.
No fue solamente durante los gobiernos del PT de Lula que Brasil cambió, aunque el impulso otorgado, durante su conducción, fue indudable, sino también en los años que lo gobernó Fernando Enrique Cardoso, que le dio el impulso inicial, sin tanto énfasis en la distribución pero sí en el proyecto de democratización y republicanismo.
Es decir que al resultado de estas elecciones hay que observarlas desde otra perspectiva, más global, estratégicamente, ya que su propia dinámica influenciarán a la Región en general y a la Argentina en particular, es por ello que se deben hacer todos los esfuerzos posibles para mantener una relación armoniosa y amistosa con el gobierno de Brasil si se pretende impulsar el desarrollo argentino y volver a ser protagonistas de la historia en el futuro.
Si muchos empresarios y dirigentes de la derecha o del populismo argentino creen que el triunfo de Dilma es negativo para la Argentina se equivocan. Indudablemente el Brasil necesita modificar su política económica y volver a crecer, cosa que no viene haciendo en los últimos tres años, para ello, deberá tomar medidas no muy agradables para los sectores populares y medios, pero una cosa es que lo haga el PT, que buscará limitar sus efectos y otra es que lo hiciese un gobierno que proponía dejar atrás el Mercosur como prioridad, mirar carnalmente hacia el norte, y hacia la Alianza del Pacífico.
Brasil es nuestro principal socio comercial industrial y uno de los primeros en el ámbito agrícola y de servicios, su crecimiento es vital para el desarrollo de nuestro comercio y para el turismo receptivo. No obstante ello y pese a que las Jefes de Estado de ambos países dicen compartir un conjunto de ideas y de proyectos, la relación bilateral no ha sido la que podía y debía haberse constituido, fueron años de desplantes y de medidas inamistosas en el área comercial,.
Por su parte en el ámbito multilateral tampoco fuimos buenos socios, en el G20 no llevamos una sola propuesta conjunta prefiriendo la compañía de otras potencias no occidentales, no supimos ni quisimos acompañar el impulso vigoroso que el Brasil le otorgó a la OMC y a la Ronda Doha (en Bali-Indonesia, la Argentina se quedó absolutamente sola y a punto de abandonar la Organización, en las Naciones Unidas no avanzamos conjuntamente en resoluciones y apoyos mutuos como se hiciese en épocas pasadas en el marco del Consejo de Seguridad). La Misión argentina en Nueva York desarrolla una actica actividad de retardar todo apoyo posible a las aspiraciones brasileñas a ser Estado Miembro Permanente del Consejo de Seguridad, ambición permanente de todos los gobiernos brasileños y que en su último discurso ante la 69 AGNU Dilma Rousseff volvió a destacar.
En síntesis la Argentina kirchnerista y sciolista se alegró por el triunfo oficialista en Brasil pero desde una perspectiva un tanto menor, gallinácea , si allá ganó el oficialismo, aquí también ganará, dedujeron, olvidando que el tema no es quién gana sino cómo se gobernará cuando se gana y estamos seguros que más allá de la continuidad en los subsidios a los más pobres e intentar seguir integrando humildes al mercado, el segundo gobierno de Dilma será distinto, el gobierno cambia fue la consigna y en el ámbito externo no será tan permisivo y condescendiente con la Argentina como fueron los anteriores. De hecho el representante personal de la jefa de estado para las relaciones exteriores Marco Aurelio García, gran amigo de la Argentina, dejará su puesto de muchos años por otro en la esfera interna.
A Brasil le llegó la hora de poner la casa en orden y así lo hará, un 3% de votos de diferencia entre las propuestas del PT y el ajuste ortodoxo que proclamaba Aécio son de una estrechez que no permiten debilidades o contemplaciones que se tuvieron en el pasado, como la que se tuvo con Moreno y su comercio dirigido.
Muy posiblemente Dilma apurará el Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea, una relación mayor con otros países Latinoamericanos, y mejorará rápidamente la relación con los Estados Unidos realizando el viaje oficial que postergara por el espionaje que realizó la CIA. Por último con la Argentina y con Venezuela será mucho menos caritativa, es decir habrá una relación entre iguales.
Así creemos que Argentina le puede decir a Brasil lo que se siente con el triunfo de Dilma: Preocupados por el futuro, por lo que harán nuestros gobiernos, éste de Cristina Kirchner y el que venga, más que por el suyo