El 23 de enero es una fecha marcada a fuego en la convulsionada historia venezolana. Ese mismo día, pero del año 1958, un alzamiento cívico-militar terminó con el gobierno dictatorial de Marcos Pérez Trujillo, quien huyó del país para instalarse en la España de Franco.

Pasaron poco más de 34 años para que otro militar, Hugo Chávez, intentara derrocar sin éxito al por entonces presidente Carlos Andrés Pérez. La historia dirá que Chávez llegó finalmente al poder en febrero de 1999 y no lo abandonó hasta su fallecimiento en marzo de 2013, cuando tomó la posta su mano derecha, Nicolás Maduro, en medio de un proceso de profundo deterioro económico, que disparó una gravísima crisis humanitaria, política e institucional.

El 20 de mayo pasado, Maduro fue a unas elecciones con rivales proscritos, convocadas por una asamblea constituyente que creó a su gusto para sustituir las atribuciones del Congreso. De hecho, el Parlamento contaba con la mayoría absoluta para enjuiciarlo y fue desconocido por el chavismo a través de un Tribunal Supremo de Justicia integrado por miembros de la fuerza oficialista. Trece días atrás asumió un nuevo mandato y comenzaron las protestas desde los barrios pobres de Caracas, donde la crisis aprieta.

El país padece una hiperinflación que alcanzó a 1.700.000% en 2018 y se proyecta en 23 millones para este año, la depresión redujo a la mitad el tamaño de la economía y el salario promedio equivale a 7 dólares.

En ese cuadro, miles de venezolanos que decidieron cruzar las fronteras denuncian que en el país se padece la supresión de derechos, hambre, escasez de medicinas y servicios como gas, agua y electricidad.

Ayer, 60 años después de aquel levantamiento contra un gobierno de facto, la sociedad venezolana salió a la calle contra la administración de Maduro.