El kit de asistencia de Donald Trump a la administración de Javier Milei es completo y cubre todos los flancos: intervención directa en el mercado cambiario, garantía anti-default de deuda (con el swap por u$s 20.000 millones), gestión integral ante el FMI y un acuerdo bilateral de comercio. La parte menos conocida de ese apoyo es el activismo político que está mostrando Washington para contribuir a la “gobernabilidad institucional”.
El flamante embajador en Buenos Aires, Peter Lamelas, se encarga personalmente de reunirse con empresarios y gobernadores, a quienes les solicita colaboración para que el Gobierno pueda avanzar con tres leyes clave en el Congreso desde diciembre: Presupuesto 2026, reforma laboral y reforma impositiva. A cambio, promete inversiones relevantes de compañías norteamericanas de los más diversos sectores si se suman a las reformas.
Javier y Karina Milei entendieron la necesidad de pisar el acelerador para cumplir con la única condición de Washington: fortalecer la gobernabilidad institucional. La apuesta es sumar gobernadores peronistas y ex kirchneristas (Raúl Jalil, Osvaldo Jaldo, Gustavo Sáenz, Gerardo Zamora) para conseguir mayorías holgadas en el Congreso. Si antes la estrategia era cantar victoria en las derrotas (principio de revelación), ahora es mostrar resultados de “nuevos consensos políticos”, aunque ello implique concesiones en la negociación con la casta.
El ministro de Economía, Luis Caputo, ratificó el actual régimen de bandas cambiarias. Hasta que ingresen los dólares del trigo en diciembre, la emisión de deuda de empresas y provincias aporta los dólares suficientes para equilibrar el mercado cambiario. En noviembre, las empresas colocaron ONs por unos u$s 4.000 millones, récord en la era Milei, a tasas que rondan el 8% anual.
Sin embargo, el riesgo país se demora en perforar el piso de los 600 puntos, el dólar sigue a 5/6% del techo de la banda y el “mercado” insiste con que es necesario que el BCRA acumule reservas propias.
Según cálculos de la consultora 1816, las reservas netas, bajo los parámetros del FMI, son ahora negativas en u$s 16.000 millones. El motivo es la activación del swap de monedas con el Tesoro de los Estados Unidos por unos u$s 2500 millones. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, compró pesos en octubre, previo a las elecciones, por unos u$s 2000 millones, que colocó en una Letra en pesos en el BCRA. El último día de ese mes volvió a pasarse a dólares, activando el swap de monedas. Así, el Central dejó de deberle pesos al Tesoro de Estados Unidos para deberle dólares. A eso se suma que el Tesoro de EE.UU le prestó al BCRA el equivalente a u$s 860 millones en DEGs para pagarle un vencimiento al Fondo, y parte de esos recursos también quedaron registrados como deuda en dólares dentro del swap.
Vale recordar que para el cálculo de reservas netas válidas para el FMI, se deben restar los desembolsos del propio FMI al Tesoro, hasta hoy u$s 14.500 millones, además del ajuste de valuación en los movimientos del oro, yuan y DEGs desde enero.
Si no se restaran los desembolsos del FMI por el préstamo de abril, las reservas estarían casi en “cero”. “Prácticamente la totalidad de las reservas brutas tienen como contrapartida ahora un pasivo en dólares del BCRA, sea el swap con China, el swap con EE.UU., los encajes (de los depósitos en dólares) o repos en moneda extranjera con vencimiento en hasta 1 año” (con bancos), explica el informe.
¿Por qué el FMI no acepta contar dentro de las reservas netas del BCRA el préstamo que el propio FMI otorgó al Tesoro? ¿Por qué los inversores son tan insistentes con la cuestión de las reservas del BCRA?
Un paper reciente de Eduardo Levi Yeyati (“La fuente importa: cómo la acumulación de reservas afecta el riesgo país”) echa luz sobre el asunto. La conclusión principal es que “las reservas que crecen gracias a flujos privados reducen el riesgo país y la probabilidad de episodios de estrés financiero, pero el aumento financiado con deuda externa pública tiene un efecto débil e incluso estadísticamente insignificante”.
De otro modo: “evaluar el impacto concreto sobre el riesgo país sólo puede hacerse si se observa de qué modo varía la posición neta de activos en moneda extranjera del sector público consolidado” (Tesoro y BCRA ) cuando cambian las reservas. Si los dólares ingresan a través de inversiones o depósitos de privados, que suman reservas contra la emisión de pesos del BCRA (que pueden ser “esterilizados” emitiendo títulos en pesos), el Estado suma activos externos sin acrecentar su pasivo en dólares. Pero si el aumento de reservas es vía endeudamiento, el activo en dólares sube junto con el pasivo en dólares y la posición neta se mantiene constante“.
Si el documento está en lo cierto, tal vez la idea de acumular reservas una vez que se derrumbe el riesgo país pueda invertir la secuencia. Y quizás eso explique por qué el riesgo país se demora en bajar a niveles de Nigeria, Egipto o Paquistán, con equilibrio fiscal, el riesgo político despejado y garantía anti-default del gobierno de los Estados Unidos.
Mientras el dólar no se aleje del techo de la banda, se dificulta la acumulación reservas. La ratificación del esquema por parte de Caputo es la evidencia de que la desinflación continuar siendo una prioridad más importante que las reservas para el equipo económico. Eliminado el “riesgo kuka”, el riesgo de continuar con este esquema de reservas prestadas, es que un shock externo vuelva a poner el dólar en el techo de la banda, y obligue a vender dólares, minando la confianza del mercado, que espera más reservas, no menos.
Habrá que esperar a la aprobación del paquete legislativo de diciembre para ver si esa señal política alcanza al fin para hundir el riesgo país, o es aprovechada para una reformulación de las bandas cambiarias, que le otorgue más margen al Banco Central para reconstruir reservas, monetizar y dar aire a la economía real.