

Las palabras de un Presidente nunca son inocuas. Y mucho menos cuando se trata de salud Pública, y de un tema tan sensible como es el Autismo.
Algunas declaraciones dejan a cientos o miles de familias con más dudas que certezas, y a la comunidad médica con la ingrata tarea de explicar, una vez más, que la realidad científica es certera, y que los médicos no siempre podemos avalar las declaraciones de los políticos.
Si bien es cierto que algunos trabajos han planteado interrogantes acerca de una eventual asociación entre el consumo de paracetamol durante la gestación y trastornos del espectro autista en esos niños, no hay evidencia actual que nos permita establecer une relación causal entre esos hechos.
El Acetaminofeno , o Paracetamol, es un analgésico y antifebril usado desde hace décadas, y ha probado ser de los más seguros. Pero como todo medicamento, debe ser indicado por un médico, y su uso durante la gestación debe ser controlado y supervisado, y como siempre utilizar la menor dosis que sea efectiva.
Los trabajos científicos publicados que podrían avalar las declaraciones del Presidente estadounidense tienen sesgos que pueden llevar a conclusiones erróneas, como por ejemplo que el paracetamol fue indicado ante cuadros febriles de las madres, y no pueden concluir si la asociación es con la fiebre o con el medicamento.
Y teniendo en cuenta que los trastornos del espectro autista son multicausales (genéticos, ambientales, metabólicos, psicosociales), es al menos audaz atribuir a un solo factor la presencia del cuadro. Y es mucho menos posible establecer una relación de causalidad entre la indicación médica y los cuadros neurológicos que presentarían los niños meses o años después.

Una publicación del Environmental Health de agosto de este año, muestra un análisis de 46 trabajos publicados tratando el tema, de los cuales 27 muestran una probable asociación, 9 no la encuentran, y 4 muestran un beneficio en el uso del paracetamol, con lo que concluyen en una evidencia moderada , y no libre de sesgos. No demuestran una relación de causalidad.
Por otra parte, una publicación del Journal of American Medical Association (JAMA) del año pasado, nos muestra que 185.909 niños nacidos en Suecia entre 1995 y 2019, y seguidos hasta diciembre de 2021 no han mostrado un aumento significativo de riesgo de padecer autismo, trastorno de déficit atencional, o incapacidad intelectual.
Con respecto al uso de la Leucovorina, o Ácido Folínico, sólo estaría indicado en los niños con cuadros metabólicos que presentan este déficit, luego de estudiar cada caso y con una precisa indicación médica. De ninguna manera debe ser tomado en forma preventiva.
El manejo de la información médica debe ser muy prudente. No es aceptable jugar con las esperanzas, expectativas y emociones de las familias que tienen integrantes que padecen estos cuadros.

Y no es la primera vez que sucede. Ya durante la pandemia las recomendaciones improvisadas de personajes influyentes, sin ningún tipo de aval científico, pusieron en evidencia los peligros de banalizar la investigación médica. Y hoy, con el paracetamol y la Leucovorina en el debate, la historia parece repetirse.
Se instala la idea de que la ciencia es una suerte de juego de opiniones, donde se erosiona el valor de la evidencia médica, de la investigación científica, y de las sociedades científicas ámbito donde deben discutirse estas afirmaciones.














