La economía argentina es un sistema a contra tendencia único en el cosmos. Es hoy un intento de economía liberalcon raíces comunistas heredadas de veinte perversos años K y, en un sentido amplio, desde 1945; momento en donde esta nación se rompió para siempre. Todo, sin excepciones, funciona al revés en este bendito terruño, pero aun así existe una contundente masa opositora que defiende este equilibrio, el cual ha enriquecido a muchísimos políticos y empresarios prebendarios y ha acostumbrado a una proporción no insignificante de la ciudadanía a sentirse muy cómoda debajo de la aparente y mentirosa protección de un Estado enorme que, si bien la empobrece sistemáticamente, le genera alguna noción de pseudo cobertura. De esta manera, en el mejor de los casos, la convergencia será "a lo bitcoin" y ojalá podamos converger alguna vez y para que ello ocurra los argentinos deberán comprender que el desastre heredado obliga a una paciente y larga espera. A muchos argentinos les cuesta comprender que, sin cirugía total del sistema regulatorio argentino, nuestra economía necesitará de distorsiones permanentes para alcanzar objetivos limitados, siendo la desinflación el prioritario. En este contexto, el cepo será cuasi eterno probablemente. La permanente resistencia política y el "no a todo" como estrategia opositora le impide al Gobierno hacer cirugía de toda la economía y normalizar su funcionamiento como debiera. La sorprendente apreciación del peso vs. el dólar y la sensación de un cepo mucho más duradero de lo deseable, entre otros, son varios de los síntomas de un sistema que en esencia sigue siendo kirchnerista, no por voluntad del oficialismo, sino por imposición de la oposición, algo totalmente esperable para un gobierno que no dispone de mayorías parlamentarias. En el mejor de los casos, y no es poco, la desinflación será el "único" resultado "bueno" a mostrar de caras a las legislativas del 2025 y, con dicho logro, el Gobierno intentaría ganar contundentemente las elecciones de medio término y conseguir de esta forma lo que hoy no tiene: mayorías necesarias para poder transformar un sistema que en esencia todavía sigue siendo el mismo. ¿Será la desinflación suficiente para ganar mayoritariamente las legislativas o el argentino medio recurrirá nuevamente a su viejo amor peronista como siempre ha sido el caso? Sin mayorías, el sistema económico seguirá enfermo y con dicha enfermedad ninguna mejora sustentable es posible. Probablemente, el tiempo del crecimiento sostenido deba esperar y pagar las consecuencias de estos dos primeros años de gestión cuyo principal énfasis probablemente será "vencer a la inflación como se pueda y como los dejen". Para la Argentina, resulta imposible crecer y desinflacionar al mismo tiempo, nuestro país debe soportar restricciones mucho más tradicionales que responderán a una secuencia de viejos dramas a resolver. Primero, la desinflación como condición necesaria, pero no suficiente, para crecer. Segundo, en la dimensión "crecimiento", sin reformas estructurales aprobadas por el Congreso, aquí y en la China, resulta imposible crecer sistemáticamente. De esta manera, el dilema del Gobierno es cómo mejorar aun cuando el Congreso sistemáticamente se niega a aprobar reformas esenciales, por lo que la convivencia con imperfecciones múltiples será una característica obligada en, al menos, estos dos primeros años de gestión, no por elección, sino por restricción política. El gran desafío entonces es cómo intentar la consecución de objetivos en medio de una maraña de regulaciones que siguen asfixiando al sistema económico. O sea, se intentará conseguir "optimalidad" a pesar de la "suboptimalidad" existente en toda esfera económica posible, lo cual de alguna manera desafía al sentido común más básico, pero así es nuestro país: un permanente universo de contradicciones que se llevan gestando hace casi cien largos años. El enorme desafío de este Gobierno es cómo encarar correcciones sin las herramientas adecuadas, por lo que el escenario prevalente será el de un oficialismo que intenta un cambio genuino y mejorador, pero con las peores herramientas posibles para conseguirlo. Tender hacia la optimalidad en ausencia de herramientas adecuadas es la jaula a la cual la oposición condena a este oficialismo.