

En el río Irawadi, en Myanmar, existe una relación ancestral entre pescadores y el delfín del río Irawadi: los animales guían peces hacia las redes y reciben a cambio parte de la captura. Esa convivencia, además de ser cultural, sostiene pequeñas economías locales y el incipiente ecoturismo de la zona.
Pese a su aparente cercanía con la gente, hay casos emblemáticos como la delfina Gotama que enseñó a su cría una señal para avisar el lanzamiento de redes, estas poblaciones están al borde de la extinción. Las amenazas son múltiples y actúan con rapidez sobre grupos ya reducidos.
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Lo que está matando a los delfines: redes, veneno y pesca ilegal
Según informó National Geographic, la principal amenaza para estos delfines son las redes de enmalle, que atrapan a los animales y provocan muertes accidentales. Además, prácticas como la pesca eléctrica y el uso de venenos han causado episodios de envenenamiento y pérdidas de crías.
En ríos como el Mekong, el Mahakam y el Irawadi, las poblaciones son extremadamente pequeñas, con estimaciones por debajo de 100 individuos en cada cuenca crítica, y por eso cada muerte tiene un impacto enorme. La pérdida no es solo biológica, también es cultural y económica para comunidades que dependen de esa convivencia.
¿Qué están haciendo los científicos para evitar la extinción?
Los equipos locales han probado medidas simples y comprobadas para evitar su desaparición total: retiro de redes, patrullajes comunitarios y dispositivos acústicos que ahuyentan delfines de las redes peligrosas sin dañarlos. Además, emisores acústicos han sido distribuidos y calibrados para proteger zonas críticas sin desplazar totalmente a los animales.

Campañas de educación, patrullajes del río y programas que ofrecen medios de vida alternativos a pescadores son parte de la estrategia. Organizaciones como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y grupos locales han impulsado recorridos de divulgación y esfuerzos legales para crear zonas libres de redes mortales.
Por qué importa protegerlos
Además de su valor ecológico, estos delfines representan un lazo profundo entre naturaleza y comunidad. Según las historias locales, dos niños traviesos se transformaron en delfines tras comer arroz encantado y sumergirse en el río. Desde entonces, los habitantes los cuidan como si fueran parte de la familia.
Este vínculo cultural se suma al valor económico del ecoturismo y a la pesca cooperativa que ha perdurado por generaciones. Perderlos sería perder también esa identidad colectiva y una forma de vida.

Para conservarlos, se requiere mantener programas sostenidos: zonas libres de redes de enmalle, vigilancia comunitaria, educación ambiental y alternativas laborales para pescadores. Es una tarea continua que depende de decisiones locales y apoyo internacional.











