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La cooperación militar entre potencias rivales de Occidente está tomando un giro inesperado. Documentos filtrados y fuentes de seguridad europeas señalan que expertos en drones de China han viajado en repetidas ocasiones a Rusia para colaborar con una empresa estatal armamentista.

Estas visitas, sumadas al suministro de drones fabricados en China, podrían marcar un antes y un después en la guerra tecnológica. Desde el año pasado, se ha registrado la llegada de ingenieros chinos a instalaciones en Izhevsk y Cheliábinsk, donde realizaron pruebas y entrenamientos.

El trabajo conjunto ha sido confirmado por facturas, reportes de vuelos y comunicaciones empresariales, lo que indica un entramado de colaboración más profundo de lo que se conocía hasta ahora.

El arma secreta que preocupa a Occidente

El objetivo de estas visitas sería el desarrollo y perfeccionamiento de drones de ataque, entre ellos el Garpiya-3, diseñado con tecnología china y probado en Rusia. Este modelo, inspirado en el dron iraní Shahed, puede volar cientos de kilómetros y estrellarse contra objetivos con una carga explosiva.

De acuerdo con fuentes consultadas por Reuters, Rusia estaría usando cerca de 500 de estos aparatos al mes en Ucrania. Los expertos señalan que los técnicos chinos no solo participaron en el ensamblaje, sino también en la adaptación de nuevos motores y sistemas de control de vuelo.

Misiones encubiertas y entregas secretas

La información muestra que los envíos no fueron aislados. Según lo recogido por el New York Post, la compañía rusa TSK Vektor, sancionada por Estados Unidos y la Unión Europea, recibió decenas de drones chinos, incluidos modelos con sistemas antiinterferencia.

También se menciona un proyecto identificado como GA-21, que según analistas podría ser una variante del Shahed-107 iraní, capaz de operar como dron de reconocimiento o ataque.

Las pruebas fueron realizadas en campos militares rusos, con participación directa de ingenieros chinos que viajaron en vuelos coordinados desde Siberia. En paralelo, documentos financieros revelan pagos superiores a los USD 700.000 por equipos y asistencia técnica, lo que confirma la magnitud de esta colaboración tecnológica.

China y Rusia frente a las sanciones internacionales

Pese a las evidencias, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China asegura que no suministra armas letales y que controla estrictamente las exportaciones de doble uso. Moscú, por su parte, ha evitado dar comentarios oficiales. Sin embargo, analistas en seguridad internacional afirman que Pekín se ha convertido en un eslabón vital de la cadena de suministro militar rusa.

Esta unión plantea un escenario complejo para la geopolítica global. Para Washington y Bruselas, la colaboración China-Rusia desafía las sanciones impuestas y podría acelerar el uso de drones más sofisticados en la guerra en Ucrania.