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En la historia reciente de América Latina, pocos nombres resuenan con tanta fuerza como el de Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador. Su compromiso con los derechos humanos y su defensa de los más vulnerables lo convirtieron en una figura emblemática. Sin embargo, su labor no siempre fue bien recibida por las altas esferas eclesiásticas, incluyendo al entonces Papa Juan Pablo II.

Romero denunció con firmeza las injusticias y la represión que azotaban a El Salvador en los años setenta y ochenta. Su postura valiente le ganó admiración entre el pueblo, pero también críticas y aislamiento por parte de algunos sectores conservadores de la Iglesia.

El asesinato de Óscar Romero, un pastor comprometido

El 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, Óscar Romero fue asesinado por un francotirador. El crimen fue atribuido a escuadrones de la muerte vinculados a la extrema derecha salvadoreña.

Días antes, en una homilía, Romero había pedido a los soldados que desobedecieran órdenes inmorales: "En nombre de Dios, en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno: ¡Cese la represión!".

Su asesinato provocó una ola de indignación internacional y consolidó su imagen como mártir. Sin embargo, durante años, su figura fue motivo de controversia dentro de la Iglesia, y su proceso de canonización enfrentó múltiples obstáculos.

La tensa relación de Óscar Romero con Juan Pablo II

En 1979, Romero viajó al Vaticano para reunirse con el Papa Juan Pablo II y exponer la situación de violencia en El Salvador. Según relatos, el encuentro fue frío y distante.

El Papa le habría instado a mantener una relación armoniosa con el gobierno salvadoreño, a pesar de las denuncias de violaciones a los derechos humanos. En una ocasión, al referirse al asesinato de un sacerdote, Juan Pablo II preguntó: "¿Y en verdad no lo era [guerrillero]?".

Esta actitud reflejaba la desconfianza del Vaticano hacia la teología de la liberación, corriente con la que Romero fue asociado, aunque él mismo tenía reservas al respecto. La jerarquía eclesiástica temía que su postura comprometida con los pobres y oprimidos fuera interpretada como una inclinación hacia el comunismo.

Reconocimiento póstumo y legado duradero

A pesar de las reticencias iniciales, el proceso de canonización de Romero avanzó con el tiempo. Fue beatificado en 2015 y canonizado en 2018 por el Papa Francisco, quien lo describió como un "pastor celoso que trató de detener la violencia".

Fuente: ShutterstockAM113

Hoy, San Óscar Romero es venerado no solo en El Salvador, sino en toda América latina y el mundo. Su figura simboliza la lucha por la justicia social y la defensa de los derechos humanos desde la fe. Su legado inspira a quienes creen en una Iglesia comprometida con los más necesitados y en la posibilidad de un mundo más justo.