Actriz de oficio si las hay, respetada, admirada y querida por el público y sus colegas, Selva Alemán es sencillamente encantadora. “Actuar es mi vocación absoluta y disfruto de ser buena gente. Soy solidaria con mi familia, con mis amigos, con la gente que conozco porque me hace bien , resume Alemán, que fue convocada para la serie estadounidense The walking dead. Y, aunque la tentó, no pudo aceptar “por compromisos tomados con el teatro"..

En 2015, se alzó con el ACE de Oro por su rol protagónico en Madres e hijos, de Terrence McNally, una apuesta por las tablas que implicó decirle que no a dos tiras televisivas del prime time (La leona y Los ricos no piden permiso). Esa elección muestra la coherencia profesional de quien protagonizó ciclos comprometidos en los ‘80 y ‘90 como Atreverse, Alta comedia y Tiempo final.

Madres e hijos, tu más reciente éxito sobre las tablas, hizo hincapié en los prejuicios. ¿Creés que esa intolerancia es un rasgo de nuestra sociedad que permanece?

Fue una obra muy movilizante porque, dejando de lado la anécdota —era una madre que había perdido un hijo por una enfermedad de la que hasta hace algunos años no se podía hablar—, hablaba de la intolerancia, de no poder aceptar que el otro es distinto. Mi personaje era una mujer con un mundo pequeño y cerrado, con mucho rencor adentro, que se fue quedando sola y se perdió de disfrutar momentos maravillosos con su hijo. Como sociedad, si bien la cosa está muchísimo mejor, aún nos falta evolucionar. Quizás tenga que ver con que, para muchos, es difícil aceptar que todos somos distintos.

¿Cómo sobrellevaste no haber podido concebir?

En aquel momento fue muy triste, porque era muy joven: con tan sólo 35 años viví una menopausia quirúrgica y me quedé sin óvulos. No hubo enojo ni depresión, sí la tristeza de saber que nunca iba a poder sentir lo que sienten tantas mujeres... A partir de eso, empecé a fantasear con la idea de adoptar. Pero como todo eso sucedió en los ‘70 y no estaba legalizado el divorcio en el país, tanto Arturo (Puig) como yo no nos podíamos casar por ser ambos separados. Vivimos como concubinos y sufrí los prejuicios de la sociedad. Obviamente, si todavía es difícil adoptar hoy, imaginate en aquella época. Eran tiempos de la dictadura militar y no quise: sin saber lo que estaba sucediendo, creo que lo intuí. No hubiese podido hacer las cosas de otra manera que por derecha. Además, en verdad tenía hijos postizos, los de Arturo, que en ese momento eran chiquitos. Claro que nunca quise suplantar a la mamá: ellos vivieron con nosotros mucho tiempo y siempre me puse en segundo lugar. Por suerte, he personificado muchas madres en la ficción

Cuarenta años de convivencia con Arturo Puig, dedicándose a la misma profesión. ¿Cuál es el secreto de esa continuidad?

Tuvimos crisis, como cualquier pareja. No coincidir en todo es buena señal, porque a partir de ahí se nota el crecimiento y el enriquecimiento como personas: en aceptar y querer al otro como es, aunque sea distinto. Al principio, nos matábamos (risas). Competíamos por quién tenía más trabajo, quién ganaba más dinero, quién tenía la razón, quién tenía el control. Pero, gracias al análisis, aprendí a dejar el control en todo. Y, por suerte, fuimos aflojando los dos. Ahí nomás empezamos a aprender, juntos, otras formas de relacionarnos. Recuerdo que los primeros 6 años en pareja fueron tremendos, una lucha. Como los dos somos muy apasionados, era impresionante. De hecho, estuvimos mucho tiempo sin trabajar juntos porque, al comienzo de nuestra relación, hicimos unas pruebas y nos llevamos pésimo. Entonces, si nos ofrecían algo, lo hacía uno o el otro. Hasta que un día apareció un empresario que nos acercó Cristales rotos, la última obra que había escrito Arthur Miller. Cuando la leí, le dije a Arturo: “¡Yo este personaje no me lo voy a perder! . Y él me respondió: “Lo lamento mucho, pero yo tampoco . ¡Y salió fantástico!

¿Cómo influyó en la pareja el éxito descomunal de Grande, Pá, con 50 puntos de rating?

Arturo es una de las pocas personas que conozco que ha vivido tan bien y tan tranquilo el éxito. Primero fue con la novela Pablo en nuestra piel, de Migré, y después lo de Grande, Pá. Recuerdo que íbamos al cine con sus hijos chicos o con amigos y la gente moría cuando lo descubría. Por suerte no había celulares y se conformaban con un autógrafo.

Protagonizaste muchos éxitos en televisión. ¿Cómo ves hoy al medio?

Me parece que tendría que haber más contenidos de ficción. Creo que, en ese sentido, la Ley de Medios tiene algo pendiente, no solamente con los actores sino con todos los gremios: autores, escenógrafos, iluminadores, directores, camarógrafos. Me parece que no se pensó bien y que cada canal debería tener un porcentaje de ficción en su programación, porque el contenido es, en muchos casos, de programas periodísticos, de chimentos o de cocina: puro panelistas y conductores. La ficción no está defendida por nadie. Y es una deuda pendiente, no sé si de la ley o del Gobierno. Que haya sólo dos novelas argentinas en dos canales y a la misma hora no es defender la ficción nacional.

¿Qué imagen te devuelve el espejo?

Algunas veces me miro en el espejo y no me gusto, no te voy a mentir. Pero trato de mejorarme durante el día. Arruga más, arruga menos, la cara delata si has vivido en positivo o negativo.