Se sabe. Los gatos son criaturas independientes, juguetonas, dormilonas, curiosas, suaves y ¿peludas? No todas. En el mundo de los pequeños felinos hay una raza tan exótica como lampiña: sphynx. Aunque, en realidad, estos ejemplares poseen, casi imperceptible, un seudo pelaje. Se trata de una suave y fina cobertura de pelusa, tal como describe el veterinario Juan Romero. Su extraña apariencia resulta de una mutación genética natural, de carácter recesivo. También conocido como gato esfinge, es de origen canadiense.
De tamaño mediano, posee orejas y ojos grandes, cuerpo musculoso, abdomen redondeado y pecho ancho. Las patas traseras son apenas más largas que las delanteras, y sus almohadillas plantares son más gruesas que la de los demás gatos, por lo que su andar es peculiar. Las arrugas son otra característica distintiva, especialmente si están en el hocico, entre las orejas y alrededor de los hombros.
Se los considera vivaces, inteligentes y amables. Pero también se advierte que se trata de un animal hiperquinético. En cuanto a los cuidados especiales, hay que aplicarles “cremas para mantener la humectación de la piel y no hay que exponerlos al sol porque pueden ampollarse”.
El mediático veterinario indica que se trata de “una raza muy selecta y escasa, por lo que su cría tiene más que ver con un hobbie de élite que con un objetivo comercial”. Como referencia, asegura que pueden superar la cotización de un persa, que ronda los u$s 1.000. De todas maneras, Romero concede: “Al ser un animal sin pelo es raro, pero no deseado”. Por lo pronto, verlo en el video Bad romance, de Lady Gaga, puede ser suficiente para muchos.
