

"Las rosadas se toman con la comida, pero no con las blancas. Las blancas se toman con las amarillas redondas, pero no con las amarillas triangulares. Las amarillas triangulares se toman con las verdes ovaladas durante la comida pero no con las rosadas. Las azules redondas con las verdes redondas, pero no con las trapezoidales. Las violetas se toman de a tres pero no con las blancas. Las naranjas se toman solas pero molidas", prescribe la tarjeta de presentación de Casi normales, la comedia musical que subió a escena, en Buenos Aires, tan pronto como se estrenó 2012. Y que trajo a Brian Yorkey, su director y uno de los escritores de vanguardia del género, directo desde Broadway para participar de los ensayos de la puesta local e intercambiar perspectivas sobre la obra y sus controvertidos personajes.
Porque Next to normal (tal su título original) se instala en la intimidad de una casa en la que la madre sufre de un trastorno bipolar severo que complica fuertemente a toda la familia. A ritmo de rock crudo y con cuadros musicales de fuerte dramatismo, grandes dosis de ironía y una mirada dulce y compasiva hacia los personajes, la obra despliega uno de los mejores trabajos del género vistos hasta ahora en el mundo. Prueba de ello es que se alzó con el Pulitzer de teatro en 2010, tras haber conquistado el premio Tony a la mejor banda de sonido en 2009. Además, fue estrenada en más de 20 países, desde Dinamarca hasta Corea, pasando por Perú y Noruega, siempre con la aclamación unánime del público y la crítica. Con todos estos antecedentes, Casi normales promete ser uno de los imperdibles de la cartelera de verano porteña.
Detrás de escena
La primera escena de Next to normal fue escrita en 2001 como tesis final para el taller de teatro musical de la universidad. Brian Yorkey y Tom Kitt (autores de los textos y de la música) eran compañeros de curso en la carrera de Artes Teatrales de la Universidad de Columbia y estaban a punto de graduarse. "En principio, era una escena que tenía que ver con la terapia de electroshock. De hecho, la primera versión de la obra se llamó Feeling electric. Después de presentarla como tesis, seguimos trabajándola. Nos llevó muchos años dar con la versión que podemos ver hoy", admite Yorkey.
¿Qué recuerda del trabajo de escritura?
Éramos muy jóvenes cuando empezamos. Teníamos 26 o 27 años. Y, a esa edad, uno cree que es más inteligente que cualquiera y que tiene las respuestas para todo. Por eso, Tom y yo empezamos a escribir con opiniones muy específicas acerca de la familia, la psiquiatría y de un montón de cosas: estábamos muy seguros de que sabíamos. Pero, a medida que fue transcurriendo el tiempo, fueron pasando muchas cosas: Tom se casó y tuvo hijos, y yo tuve una relación que era para toda la vida pero terminó de forma muy repentina y con mucho dolor. Además, yo tenía tres abuelos que murieron en el curso de tres años, y Tom perdió a un primo. Quiero decir: en cinco años, la vida se hizo sentir. Y nos dimos cuenta de que, en realidad, uno no tiene ni idea de nada. Mientras todo eso nos sucedía, seguíamos trabajando sobre esta obra: investigábamos temas de psiquiatría, hacíamos talleres y lecturas de la obra como un work in progress. Y la gente venía y nos contaba sus propias historias. Eso nos hizo comenzar a ser humildes. Porque muchas veces uno se cree que tiene la experiencia y sabe la respuesta pero, en realidad, hay que dar un paso atrás y escuchar a los que lo vivieron.
¿Cómo fue la primera versión de la obra?
Estrenamos en enero de 2008 en el off Broadway, en el Second Stage Theatre. El espectáculo ya tenía como título Casi normales, si bien seguíamos en proceso de reescritura. Ya habíamos pasado de esa versión de "nosotros no las sabemos todas" a un modo un poco más calmo, más modesto. Por ejemplo: había una escena en la que la madre tenía un ataque de nervios en un shopping: la mujer empezaba a poner cosas en su carrito, se caía al piso y se armaba una situación bastante cómica. Y en la versión original también había otra escena, cuando llegaba la sesión de electroshock que recibía la protagonista, el doctor se sacaba su delantal de médico y estaba vestido de rockero metal y cantaba una canción (Feeling electric). Pero, cuando ocurrían estas escenas, nosotros mirábamos a la gente de la platea y notábamos que no se reían ni se emocionaban, como pasa en otras partes de la obra, sino que se aburrían: miraban el reloj o se distraían con cualquier cosa. Y el público no miente: si no estás atrapando a la audiencia, hay que hacer algo mejor.
¿Cuál fue la reacción de la crítica especializada ante este estreno?
Las críticas, en realidad, no fueron lo suficientemente buenas como para motivarnos a dar el salto y pasar a Broadway. Voy a ser franco: en ese momento, estaba listo para pasar al siguiente proyecto. Porque habíamos estado escribiendo esta obra durante años; habíamos trabajado con actores, compositores, músicos, directores y todo ese gran conjunto de gente que trabaja en una comedia musical. Todos habíamos puesto mucho tiempo y mucha dedicación como para que luego viniera la crítica y nos hiciera pedazos. Está bien: son las reglas del juego, lo sé, pero sigue siendo algo difícil. Entonces, yo estaba preparado para decir: pasemos al siguiente espectáculo. Pero, entonces, nuestro productor confirmó que tenía los recursos para seguir trabajando en Casi normales y nos motivó a que siguiéramos trabajando en ese texto para llevarlo a Broadway.
¿El apoyo incondicional de un productor implica la posibilidad cierta de trabajo?
El productor es el motor de las obras. Yo también he sido productor y te aseguro que uno pone, en esta tarea, mucha pasión, mucho trabajo, mucha energía. En este caso, nuestro productor estaba dispuesto a seguir. Y Tom me dijo: "Si uno tiene una oportunidad, tiene que tomarla". Yo estaba bastante conflictuado con lo que pasaba, pero nos pusimos a trabajar. Y lo que hicimos es complejo, pero a la vez muy simple: armamos una lista de todas las cosas que no estaban funcionando dentro de la obra y a lo largo de un verano reescribimos las partes que no nos gustaban. Hasta que llegó un momento en que dijimos: intentemos con esta versión. Así, la probamos en el Arena Stage. Y aunque la mayor parte del espectáculo era la misma, la experiencia fue otra. ¡Funcionaba!
¿Cómo es la familia protagonista de la obra?
Se trata de una familia que puede ser cualquiera. Con una madre muy entusiasta, con mucha energía y ganas de hacer cosas, pero que tiene una terrible tragedia que la va a marcar o va a sacar de ella una tendencia que tenía oculta. Y luego está el padre, que siente mucho el dolor y el sufrimiento de su esposa y quiere hacer lo correcto para su familia, quiere manejar la situación, pero todo se le escurre entre los dedos. Es un hombre que siente que perdió el partido pero sigue luchando. Luego está la hija, Nathalie, que creció y pasó toda su vida a la sombra de esa gran pérdida, tratando de cubrir todas las expectativas de su padre, intentando ser la hija perfecta. Y es una batalla que ella lucha con mucha valentía pero que no tiene forma de ganar. Hay un hijo, además, cuya presencia es fantasmagórica pese a ser buen mozo, atlético e inteligente, todo lo que espera una madre. Este personaje es bien interesante, al punto que ha sido objeto de interpretación tanto de psicólogos como de críticos de teatro desde que la obra subió a escena.
¿Resultó particularmente difícil dar el tono de comedia a semejante drama?
La obra es intensa pero no es un bajón. Es de reír y de llorar. Quiero decir: hay momentos muy divertidos, muy absurdos y de gran ironía, así como otros momentos muy emotivos. Porque, en resumen, Casi normales es la historia de una familia que quiere abrirse camino en el mundo. ¿Alguien viene, acaso, de una familia que está totalmente libre de todo tipo de disfunción o drama? Todos tenemos algún sufrimiento oculto en nuestra familia y todos tenemos que encontrar una forma de vivir a pesar de ello. La familia nos vuelve locos pero son las personas que amamos. Y todos tenemos que encontrar una forma de ayudar a estas personas que amamos. Aunque a veces esas personas son las más difíciles de ayudar.
¿Qué opina del elenco porteño de la obra?
Es un elenco de profesionales muy capaces, con gran conocimiento de sus personajes. Y les di un solo consejo: que hagan lo que saben hacer. Es decir, encontrar dentro de cada uno la verdad de la lucha, la cara más honesta que le pueden poner a la situación que plantea la obra. Es un gran desafío, porque el texto llega a lugares muy oscuros, que también son muy humanos. Entonces, cuanto más humanos y más honestos puedan ser, más potentes van a crear a sus personajes y a toda la obra. Y esto es lo que todos, el público y los que estamos detrás de esta puesta, queremos.
¿Cómo está trabajada la emoción de los personajes en relación a las canciones que interpretan en la obra?
Hay una regla bastante básica en la comedia musical que dice que la canción aparece cuando el personaje no puede hablar más. Es decir, los personajes hablan y la trama avanza hasta que llega un momento en el que sus emociones llegan a un nivel que no les permite seguir hablando y tienen que lanzarse a cantar. Cuando la emoción los embarga, explota una canción: esa es la regla general del musical. Pero Tom y yo nos dimos cuenta de que estábamos escribiendo una historia de gente que vive toda su vida con una fuerte emoción. En Casi normales los personajes están tan llenos de sentimientos (odio, ira, pasión) que llegan a ese nivel muy a menudo. Entonces, para ellos, la canción es su forma natural de expresarse. De hecho, muy de vez en cuando las cosas se calman a tal punto que pueden hablar. Por eso, siempre destacamos que nuestro desafío fue revertir una marca del género y hacer cantar a los actores casi dos horas seguidas.
¿Y hasta donde se juega lo autobiográfico?
Alguien dijo, alguna vez, que todo es autobiográfico, no en hechos, pero si en cuanto a las emociones. Y es la mejor forma de describir mi relación y la relación de Tom con Casi normales. Nosotros provenimos de familias muy presentes: los dos somos los hijos más pequeños de familias desafiantes, en las que había que ser muy divertido y muy genial para que te escucharan en la mesa. Entonces, escribir Casi normales fue escribir sobre esas cuestiones, esos sentimientos y esas vivencias personales. Ninguno tuvo parientes con trastornos bipolares, pero sí tuvimos un amigo con un problema de depresión severa y sabemos lo que es un cambio de medicina, ir de un doctor a otro y el efecto que esa enfermedad tiene sobre la familia. Pero nos propusimos averiguar más: qué efecto tiene esto sobre la familia, cómo es atravesarlo en tanto clan y, también, rendir tributo a esa lucha que, en mayor o menor medida, dan todas las familias.
En el éxito en el ADN
Brian Yorkey es escritor de obras de teatro y musicales, director y productor. Graduado en Artes Teatrales por la Universidad de Columbia, allí conoció a Tom Kitt, con quien gestó la obra Next to normal que se estrenó en el off Broadway en 2008. Un año más tarde, ya montada en el circuito comercial, la pieza recibió 11 nominaciones para los premios Tony. Se alzó con tres: mejor banda de sonido, mejor interpretación de la orquesta y mejor actriz principal (Alice Ripley). En 2010, Next to normal recibió el Pulitzer.
En su veredicto, el jurado de este prestigioso premio ponderó: "Se trata de un poderoso musical de rock que trabaja el problema de las enfermedades mentales en una familia del suburbio y lo lleva al terreno de la comedia musical".
En Buenos Aires, la puesta local de Casi normales está dirigida por Luis Romero, con dirección musical de Gaby Goldman. La protagonista es Laura Conforte (ex La novicia rebelde), que comparte cartel con Alejandro Paker (ex Cabaret), otro peso pesado de los musicales en la Argentina. El elenco se completa con Mariano Chiesa (ex Avenida Q), Florencia Otero (ex Despertar de primavera), Fernando Dente (ex Hairspray) y el debut de Tomás Wolff.
Brújula: Jueves y viernes, 21 horas; sábados, 20 y 23; domingo, 20. Teatro Liceo, Av. Rivadavia 1499. Sitio web: www.multiteatro.com.ar











