La sociedad balinesa se divide según un sistema tradicional de castas similar al de la India, aunque en Bali no existen los intocables y tampoco hay distinción de roles o trabajos según el estrato. El 90 por ciento de la población pertenece a la casta más baja, llamada sudra; y el resto a wesia (artesanos), satria (guerreros) y brahmanas (sacerdotes). Pero la sociedad balinesa está verdaderamante organizada en torno a los clanes familiares y aldeas. Así, cada persona pertenece a su familia, clan, casta y aldea, y la sociedad se mantiene unida por medio de la responsabilidad colectiva. Si un miembro de la aldea insulta a los dioses o realiza un acto irreverente o maligno, la responsabilidad recae sobre toda la comunidad y no sólo sobre el transgresor.

En una isla donde las plantaciones de arroz ocupan la mayor parte del territorio, no sorprende que este cultivo sea el plato principal de todas las comidas. Los balineses, a diferencia de los hinduistas de la India, no son vegetarianos. La comida balinesa es picante y se cocina con pimienta, ají y aceite de coco. Los vegetales, las carnes y el pescado se utilizan para dar sabor al arroz y no tanto como la porción principal del plato. La comida, en general, se sirve fría: esto demuestra que los balineses no consideran que la alimentación diaria sea una formalidad o un ritual familiar, sino que cada cual come por su cuenta cuando siente hambre. En las ceremonias religiosas, en cambio, la comida es de suma importancia.

Todo funciona de manera comunal: los cultivos y las creaciones artísticas son esfuerzos conjuntos. Los balineses responden al adat, un sistema de leyes que regula varios aspectos de la vida. Hombres y mujeres se casan una vez e, idealmente, para siempre. La poligamia está prohibida y los hijos fruto de las relaciones extramatrimoniales deben participar en ceremonias especiales para borrar su impureza. Los roles de los hombres y las mujeres están bien delimitados: algunas tareas, como cuidar del hogar, son responsabilidad de las mujeres y otras, como cuidar a los animales, son tarea de los hombres. Cuando una mujer se casa, pasa a formar parte del clan de su marido.

Los nombres balineses son otorgados según la casta de pertenencia y el orden de nacimiento. En la sudra, el primer hijo (sin importar el sexo) es llamado Wayan, Putu o Nengah; el segundo es Made o Kakek; el tercero es Nyoman o Komang y el último es Ketut. Si hay un quinto hijo, será llamado Wayan Balik (es decir, Wayan “otra vez”) y así sucesivamente. Para diferenciar entre hombres y mujeres se agrega la letra i antes del nombre si corresponde a una mujer y el prefijo ni si se trata de un hombre. Además, cada balinés tiene un segundo nombre con un significado especial. Y un apelativo secreto, que nadie más conoce, utilizado para engañar a los espíritus. En Bali, como en la mayor parte de Indonesia, no existe el apellido o nombre de familia.

Ubud, tierra de película. Rodeado de terrazas de arroz e inmerso en la naturaleza, el pueblo de Ubud es el corazón artístico, histórico y cultural de Bali. Inserto en el medio de la isla, allí se puede presenciar la vida religiosa de los balineses en cada esquina y sumergirse en sus ritos y celebraciones a todo momento. Al estar en las montañas, el clima es un poco más fresco durante la noche. Y resulta el lugar ideal para caminar y perderse entre ofrendas y templos.

El secreto de Ubud fue revelado tras la publicación del best seller Comer, rezar, amar, de Elizabeth Gilbert. La autobiografía relata el viaje de la autora por Italia, India e Indonesia (más específicamente, Ubud) y el filme basado en el libro fue protagonizado por Julia Roberts y filmado en la isla. Así, Ubud pasó a ser un destino idealizado por mujeres de todo el mundo. De hecho, muchas turistas visitan Ubud en busca de los personajes y viviendas mencionados a lo largo del libro, tal vez con el afán de repetir las vivencias de la autora...

Ubud, sin embargo, tiene una historia mucho más antigua. En el siglo XVIII, un monje budista viajó desde la isla de Java a Bali para meditar en la confluencia de los dos ríos que hoy se encuentran al oeste del centro del pueblo. Allí se estableció un santuario que luego

fue desarrollado por Nirartha, un monje de Java que es considerado el fundador de las prácticas religiosas y rituales de Bali. El área se convirtió en un centro de medicina natural y sanación (Ubud proviene de ubad, que en idioma balinés antiguo significa medicina).

Durante los cuatro siglos siguientes se establecieron templos y nacieron muchos de los bailes y rituales que aún se practican. Cuando el imperio Majapahit debió huir de Java, su aristocracia y sus artistas se establecieron aquí. Hoy, todos los habitantes de Ubud practican algún tipo de arte: el arte de pintar cuadros, el arte de tallar esculturas, el arte de confeccionar ropa, el arte de combinar ingredientes y cocinar delicias, el arte de vender… Y todos los balineses practican, día tras día, ese arte tan característico y metafórico de Bali: el de mezclar colores, aromas, texturas y sabores, colocarlos en pequeñas cajitas y esparcirlos por toda la isla.

Los festivales más importantes son los que se celebran en toda la isla durante el mismo día. Y están determinados por dos calendarios distintos: el pawukon, de 210 días, y el saka, calendario lunar que se asemeja un poco más al occidental. La celebración principal es Nyepi (Año Nuevo), un día de absoluto silencio en el que los balineses deben engañar a los espíritus malvados y hacerles creer que no hay nadie en la isla para que se vayan y dejen a Bali en paz por un año más. Se festeja en marzo con grandes preparativos y desfiles previos, pero durante el día del silencio absolutamente todo está cerrado, desde las 6 de la mañana y por 24 horas. Nadie puede salir a la calle ni ir a las playas, el aeropuerto y los barcos suspenden su funcionamiento, los turistas quedan confinados en los hoteles y las luces se utilizan lo mínimo indispensable. La policía se asegura de que el ritual se cumpla a rajatabla. Durante el resto del año, la música, los colores, la pomposidad y la extravagancia vuelven a inundar la isla.

Se dice que en Bali hay más templos que viviendas. Se dice, también, que son tantos que el gobierno decidió dejar de contarlos. Cada familia tiene un pequeño templo en su casa y cada aldea tiene tres principales. Por eso, algunos dicen que hay 10 mil, otros hablan de 20 mil. Lo cierto es que cada uno de esos santuarios es sede de dos celebraciones comunitarias al año. Esto significa que, no importa la fecha, en Bali será imposible no ser testigo de algún festejo religioso.

En Bali hay que mirar hacia el piso para esquivar las ofrendas que aparecen a cada paso. Y mirar hacia adelante para descubrir los santuarios que se esconden en cada cuadra. Cada aldea debe, por la ley del adat, construir y mantener por lo menos tres templos: el pura puseh o de origen, el pura desa o para las actividades comunales diarias y el pura dalem o de los muertos. Asimismo, existen nueve templos direccionales ubicados en puntos estratégicos alrededor de la isla, diseñados y construidos para proteger a los habitantes de las fuerzas oscuras. Algunos, como Uluwatu y Tanah Lot, son accesibles fácilmente por su ubicación; los otros siete están en tierras altas o cerca del agua. Y Besakih, el templo madre, está ubicado por encima de los otros nueve, en la ladera del monte Agung.

Galungan es un festival de diez días que celebra la muerte del tirano Mayadenawa y durante el cual dioses y ancestros visitan la tierra y son recibidos con cañas de bambú alineadas en las calles y cargadas de ofrendas. Los funerales también son ocasiones para celebrar: los muertos son cremados, generalmente en grupos, en un ritual extremadamente colorido. Pero los ritos no se realizan solamente por razones religiosas sino también para marcar los distintos estadíos de la vida de cada persona. La primera ceremonia tiene lugar antes del nacimiento, durante el tercer mes de embarazo, cuando se realizan ofrendas en el hogar y el río de la aldea para asegurar el bienestar y salud del bebé.

Los diseños de los templos balineses son muy complejos y adaptan su estructura y decoración a la geografía del lugar, lo que significa que será casi imposible encontrar dos iguales. Todos los elementos dispuestos en los templos tienen una función terrenal o espiritual determinada. Existen estrictas reglas de vestimenta para asistir a los templos y las mujeres tienen prohibida la entrada durante su período menstrual. Muchos funcionan como la sede de espectáculos tradicionales de danza. El Barong (danza del león) representa la lucha entre el bien y el mal y es uno de los más espectaculares visualmente. Pero es el Legong Keraton uno de los más famosos: relata, a través de tres jóvenes danzantes, el baile divino de las ninfas.