

Más de 60 países recorridos en los cinco continentes hacen del economista australiano Tim Harcourt un trotamundos. Aunque por ser oriundo de la tierra de los canguros, también podría decirse que anda a los saltos. Él, en cambio, prefiere definirse como un economista de aeropuerto.
Tal es el título de su libro, The Airport Economist, que llegó a best seller justamente en los kioscos de las salas de embarque de los aeropuertos, y que Harcourt escribió a partir de sus experiencias alrededor del mundo como economista jefe de la Comisión de Comercio de Australia.
¿Porque hay tantos motociclistas en Vietnam?, se preguntó antes de explorar sus rutas de norte a sur para entender el salto económico de uno de los nuevos tigres asiáticos. ¿De dónde proviene la obsesión japonesa por los robots casi humanos? Y recorrió las futuristas ferias de tecnología niponas. ¿Es Dubai sólo un espejismo en el convulsionado Oriente? Y hacia allá fue a conocer el negocio detrás de las majestuosas construcciones árabes.
Lo mismo hizo con la Argentina, país por el que cruzó el Pacífico cinco veces para intentar explicar cómo dos naciones que a principios de siglo pasado compartían tantas semejanzas -Australia y Argentina eran grandes exportadores de materias primas, ubicadas en el hemisferio sur, lejos de los centros de poder, con baja densidad de población y dueñas de enormes extensiones de tierra fértil con toda clase de recursos naturales- hoy son tan diferentes, al punto que Australia, aún con ciertos desajustes en la actualidad, parece más bien la contracara exitosa de la Argentina.
Fueron cinco años de viajes con estadías express de tres a cuatro días en los que Harcourt, quien supo ser asesor de la ex premier Julia Gillard, se perdió en las calles de las principales ciudades del mundo, se entrevistó con referentes e investigó cada país con el objetivo de entender su economía y encontrar oportunidades de negocios para Australia. "Busco oportunidades de negocios en los aspectos más inusuales de cada país, en lo que no se puede encontrar en las estadísticas económicas o en los medios", cuenta desde la Embajada de Australia en Buenos Aires, donde dialogó con El Cronista WE en un alto de su gira latinoamericana con vistas a una segunda parte de su libro.
l ¿Que pudo aprender en sus viajes sobre los países de América latina?
- En Chile pude entender cómo funcionan acuerdos de libre comercio con Australia. Son lazos fuertes que traen efectos concretos: ya hay entre 60 y 70 empresas australianas trabajando en Chile, debido principalmente a la minería. Y estas mismas compañías se están moviendo ahora también hacia Perú y hacia Colombia, que está ganando cada vez más relevancia para nosotros. Por otra parte, en México, a pesar de estar muy concentrado en los Estados Unidos, observé que su pujante industria manufacturera empieza a mirar hacia el Pacífico. Y por último, con Brasil tenemos muchísimas similitudes y somos vistos como competidores. Pero lo cierto es que no sabemos nada el uno del otro. Por el momento, estamos estableciendo relaciones comerciales en minería y agricultura. Y también hay un gran intercambio cultural y educativo de cara al Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos, a partir de nuestra experiencia en Sidney.
l ¿Qué potencial tiene la flamante Alianza Pacífico?
- Enorme. Pero en el comercio internacional no hay barreras geográficas. Argentina y los países del Atlántico puedan aprovechar las oportunidades de la Alianza Pacífico. Aunque también creo que el impedimento puede llegar a ser el Mercosur.
l Australia y la Argentina suelen ser consideradas competidores, debido a sus similitudes geográficas y económicas de base. ¿Qué piensa usted al respecto?
- En Australia siempre que estudiamos historia económica, surge la comparación con la Argentina. A principios del siglo pasado, eran dos economías casi idénticas. De hecho, Argentina era incluso algo más rica que Australia. Pero ambas tenían mucha agricultura, amplias tierras y se consolidaron como receptores de inmigración europea. La gran diferencia entre ambos países se da en décadas recientes, cuando Australia decide abrir su economía y poner el foco en Asia. En ese sentido, nosotros solíamos hablar de la tiranía de la distancia y ahora hablamos del poder de la proximidad. Creo que esa frase resume muy bien nuestro caso. En cambio, la Argentina, si bien cuenta con un gran capital humano, no ha tenido la estabilidad institucional que tuvo Australia. De todas formas, creo que ambos países hemos sido virtuales desconocidos debido a la distancia, y porque durante mucho tiempo se nos vio como competidores. Creo que ahora podemos ver la situación de una forma más inteligente.
l ¿Qué reformas económicas diría usted que explican el despegue australiano?
- En 1983 asumió como primer ministro Bob Hawke, el candidato del Partido Laborista. Como sindicalista y especialista en comercio exterior, decidió aplicar una flotación cambiaria, bajó los impuestos y decidió enfilar la economía australiana hacia los mercados asiáticos en lugar de Gran Bretaña y los Estados Unidos. Además, en los ochentas y noventas se realizaron cambios en el mercado laboral al aplicar un esquema de salarios que estimuló la productividad. A la vez que se impulsaron reformas que aseguraron a los trabajadores cuestiones fundamentales de salud, educación y jubilación.
l Tomaron un camino diferente, considerando las fórmulas vigentes en ese entonces
- Absolutamente. Lo más destacado en esta transformación es que Australia no siguió al pie de la letra los lineamientos del Consenso del Washington ni del FMI, sino que entre los gremios y el Gobierno se acordó abrir la economía pero garantizando la protección social. Durante estos años aprendimos que abrir la economía al mundo es necesario pero no suficiente para alcanzar cambios significativos. Se necesitan cambios domésticos, en la industria, en las finanzas, que puedan proteger a los trabajadores. De lo contrario, sucede lo que pasó en Rusia y en otros países luego de la caída del bloque soviético.
l ¿Qué desafíos económicos enfrenta Australia hoy?
- Somos un país que depende de las exportaciones y debemos lidiar con el impacto del cambio climático global. Eso es difícil y estamos tomando medidas en ese sentido. Por otro lado, con el boom de las commodities, el dólar australiano está muy alto. Eso hace que haya sectores a los que les está yendo muy bien, como la minería, el agro y la industria manufacturera. Sin embargo, otros sectores, como el turismo doméstico, están pasando dificultades.
l Por último, la inflación es uno de los principales problemas de la Argentina. Entre otras, una de sus causas es el fuerte aumento de los precios globales de las commodities. ¿Qué medidas tomaron en Australia para controlar la presión inflacionaria?
- Durante nuestro proceso de expansión, los sindicatos acordaron metas de inflación con el Gobierno y el Banco Central. Se dispuso que la cifra sería de entre el 2% y el 3%. Y eso se mantuvo durante los últimos veinte años. Una de las claves fue que los trabajadores aceptaron tener aumentos de salarios moderados, pero sabiendo que recibirían beneficios impositivos y sociales. Eso permitió romper los ciclos de grandes aumentos salariales precedidos de alta inflación. z we










