La posibilidad de cambios que evalúan las compañías brasileñas sobre sus negocios millonarios en Venezuela tiene más que ver con posibles turbulencias en la economía del país que con eventuales modificaciones de rumbo promovidas por el vicepresidente Nicolás Maduro, candidato del chavismo a la sucesión de Hugo Chávez y a quién las fuerzas políticas dominantes señalan como el responsable por la conducción del proceso electoral.
Esa es la evaluación que predomina en el gobierno brasileño, que ve a Maduro como un interlocutor confiable y amistoso con Brasil.
Maduro llegó a ayudar al gobierno brasileño a apaciguar actitudes belicosas de Chávez, el año pasado. Cuando el fallecido líder político quiso cortar la provisión de petróleo a Paraguay después del impeachment del presidente Fernando Lugo, Maduro fue el intermediario de los pedidos brasileños para evitar sanciones económicas a ese país.
Fue también quien moderó las posiciones venezolanas en las discusiones de Rio+20, la conferencia sobre el clima que se realizó en Brasil a mediados de 2012; y quien viabilizó la orden de Chávez para acelerar las negociaciones de Venezuela para la adopción de las normas del Mercosur, necesarias para la integración del país caribeño al bloque.
Durante los últimos días de la enfermedad de Chávez, Maduro, interinamente al frente del gobierno, mantuvo sin cambios la relación con las compañías brasileñas que actúan en Venezuela, y, en sus conversaciones con autoridades como el asesor especial de la presidencia, Marco Aurelio Garcia, y el ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Patriota, manifestó interés en seguir con los planes de Chávez de buscar asociaciones con empresas brasileñas para las reformas en el sector productivo que el líder bolivariano pretendía llevar adelante en su esfuerzo para reducir la dependencia de la economía del petróleo.
Durante las negociaciones el año pasado para la incorporación de los aranceles del Mercosur a Venezuela, y para la remoción de barreras arancelarias, los negociadores venezolanos, subordinados a Maduro reservaron una lista de "productos sensibles" compuesta por 777 ítems, con plazos más largos para la reducción de aranceles y aceptaron incluir al sector automotriz en la lista de productos que pasarán a tener libre comercio con Brasil a partir de 2014. Los venezolanos insistieron para incluir en los acuerdos, menciones al "fortalecimiento del sistema productivo", un término utilizado para los proyectos bilaterales de apoyo a los planes de industrialización del país defendidos por Chávez.
La fuerte influencia de los militares, en quien Maduro buscó respaldo después de la muerte de Chávez, sirven como garantía para el mantenimiento del contrato de hasta u$s 780 millones firmado con la fabricante de aviones brasileña Embraer para la comprar de veinte cargueros E-190 (diez tienen la adquisición garantizada en este año).
El gobierno venezolano firmó recientemente un contrato para la ampliación de la termoeléctrica de Cumana con Andrade Gutierrez, con quien tiene negocios que suman casi u$s 4.000 millones. Odebrecht, que cuenta con ingresos anuales por R$ 3.000 millones en su subsidiaria en Venezuela, anunció este año la inclusión del país en sus planes de inversión en el área de petróleo, donde está asociada, en dos campos, a la estatal PDVSA.
Tranquilos en relación al interés de Maduro en mantener las buenas relaciones con Brasil establecidas en la era Chávez, el gobierno y las empresas brasileñas no arriesgan previsiones acerca de las posibilidades del futuro presidente en la gestión de los difíciles desafíos de la economía venezolana, como la inflación creciente y la ineficacia de las empresas nacionalizadas por el chavismo.