

La discusión del Presupuesto debería ser uno de los grandes ejercicios de la democracia. Es el momento donde las fuerzas políticas plantean su visión del futuro, a través de la asignación de recursos para sostener las actividades que resuelvan los problemas existentes y abran nuevas puertas a otros desafíos. Es también la oportunidad para que el Congreso interactúe con el Ejecutivo a pleno, haciendo participar a la sociedad civil, que practica el derecho a peticionar. Es el momento en el que se ejerce la obligación de control que tiene el Legislativo sobre los actos del Gobierno, cuestionando o aplaudiendo lo hecho y preguntando sobre los porques de los que se propone. Es por todo ello y mucho mas que las discusiones del Presupuesto duran meses en todos los países donde se respeta la Constitución y se quiere pensar en serio en el futuro. En Argentina, desde 1853 hasta 2003, fue así. Desde 2003, la discusión del presupuesto es la expresión de una fuerza política que no soporta no solo la crítica sino las ideas diferentes. Por eso la aprobación a libro cerrado se ha convertido en una penosa costumbre del kirchnerismo.
Pero como es inevitable cumplir alguna formalidad, la única voz oficial que se escucha en el Congreso es la del equipo económico; ejercicio fatuo porque todas las previsiones serán modificadas por los superpoderes pero en todo caso interesante para tratar de entender las esencias del modelo. Este rol de comunicador privilegiado del pensamiento oficial ha sido asumido por Axel Kicillof, quien durante interminables monólogos despliega historia, teoría y números que pretenden ser una visión integrada y previsible sobre el rumbo a tomar.
Este año no fue menos que otros, aunque la novedad es que a medida que se complejiza la situación de la economía el nivel de maquillaje aumenta, hasta rozar en muchos casos lo ridículo. Por eso es que la pregunta que pretende hacer este artículo es: ¿se lo creen? O puesto en términos mas académicos: ¿los supuestos y las evidencias que mostró Kicillof, forman parte realmente de su esquema de toma de decisiones? Si así fuera, solo podríamos esperar tiempos mucho peores.
La presentación del viceministro cayó en el ridículo varias veces, por ejemplo cuando comparó la situación energética argentina con la de Uruguay y Chile (países con cero reservas); la economía argentina con la de Chipre; dibujó la situación del empleo privado en los últimos 5 años; en sus obsesivas y sesgadas referencias a los 90; y obviamente en la manera como esquivó las implicancias macroeconómicas de la inflación inventada.
Al momento de entrar a analizar los números, es obvio que lamentablemente sobre ese 10% de inflación nada se puede hacer. Pero, ¿cree Kicillof que con la tasa de devaluación real que surge de allí es posible lograr el saldo de comercio exterior que proponen(mientras pide la prórroga de la ley de emergencia por la gravedad de la situación internacional?) Y si estuviesen equivocados; creen que es sostenible la posición de reservas sin que las expectativas aceleren la hemorragia? ¿Cree en serio Kicillof en la elasticidad importación/producto que presentó, cambiando de golpe las tendencias de años? ¿Puede seriamente pensarse en semejante aumento del PBI solo con aumento del consumo, ignorando que a medida que se avance en el debilitamiento de la posición externa la inversión será mas débil?.
Ante estas preguntas, Kicillof habitualmente contesta que ellas están inspiradas en un pensamiento neoliberal propio de los 90, que supone que las expectativas racionales existen, mientras que el modelo esta armado sobre la base de la voluntad (lo que ello quiera decir). La única variable que permite cerrar este dislate es vaciar el BCRA de reservas y agotar las fuentes de financiamiento interno del Estado. O sea, entronizar la voluntad sobre la racionalidad. nimo.










