De manera lenta pero segura, Europa está cayendo en la trampa en que cayeron los países latinoamericanos, una y otra vez, durante la segunda mitad del último siglo. Cuanto más se esfuerzan las autoridades por tratar de evitar crisis cambiarias, quiebras de bancos y un default soberano, más probables se vuelven estas desgracias. Algo que aprendimos con la experiencia de nuestra región es que las estrategias fragmentadas para ganar tiempo siempre terminan con un resultado más desordenado, y casi siempre con el peor resultado posible.
De manera muy parecida a lo que le ocurría en el pasado con dúos integrados por mercados emergentes y organismos financieros internacionales, las autoridades griegas y europeas están empantanadas en una estrategia insostenible de comprar tiempo. Esto crea perpetuas recesiones y creciente intranquilidad en las naciones muy endeudadas, y una mayor carga fiscal -con la consiguiente disminución del apoyo popular- en el resto de la Unión Europea. Esta estrategia aumenta, en lugar de reducir, las posibilidades de que, en última instancia, Grecia pueda caer en default y abandone la unión monetaria. También hay más chance de que empeore el contagio en todo el sur de Europa.
Para parafrasear a John Maynard Keynes, la deuda insalvable griega ya no es un problema de Grecia. Los acreedores de casi 60% de su deuda soberana vigente son el Fondo de Estabilidad Financiera Europeo (EFSF), el Banco Central Europeo y bancos europeos no griegos; el monto es de 200.000 millones de euros. Los guardianes de la Unión Monetaria Europea son ahora rehenes de los contribuyentes griegos.
Hay una manera más eficiente de ganar tiempo; sería algo semejante a una entidad reestructuradora bancaria aplicada a deudas soberanas en estrés. Implica convertir el EFSF en una Entidad Reestructuradora de Deuda Soberana (Esdra, por su sigla en inglés) a cargo de la armonización fiscal y la sustentabilidad dentro de la eurozona. Esdra debería ofrecer bonos para recomprar, en subasta de mercado, todos los bonos soberanos griegos existentes: un bono Esdra par, a plazo más bien largo, junto a un bono con descuento, a un plazo más corto, ambos con un cupón bajo y un período de gracia de cinco años sobre el principal y el capital. No se dispara cláusula de default porque los tenedores de bonos obtienen un bono con mejor calificación a un valor de mercado más alto.
Esdra después canjea los bonos griegos viejos (y los préstamos ya desembolsados por EFSF) por un nuevo préstamo gigante con la misma estructura de los bonos Esdra, pero con un cupón ligeramente más alto. De esta manera Grecia obtendría una quita modesta y un período de gracia precioso que la salvaría de recortes presupuestarios draconianos e insostenibles. Todo lo que necesitaría para atravesar los próximos cinco años sin la ayuda de ningún otro acreedor sería tener equilibrio fiscal primario, lo que no es un desafío sencillo pero seguramente es más realista que el programa actual. Lo que se perciba de las ventas futuras (no obligatorias y no en estrés) de activos estatales iría a una cuenta en custodia de Esdra como garantía de los préstamos.
El BCE y los bancos comerciales serían tenedores de bonos Esdra a valor par o con un modesto descuento, eliminando el riesgo actual de un pase a pérdida total. La UE lograría, por fin, poner un tope a sus transferencias fiscales a Grecia. Además, el cupón más alto que Esdra recibe del gobierno griego a partir del sexto año pagaría por los fondos de EFSF ya desembolsados, y hasta excedería ese pago.
¿Demasiado bueno para ser verdad? En realidad, no. Esta propuesta evita un default desordenado al darle a Grecia tiempo suficiente para pararse otra vez por sí misma, mientras realiza un arbitraje eficiente de los diferenciales de tasas de interés en toda la UE en beneficio de los que están en dificultades. Esto es lo menos que los socios pueden esperar.
Si se hace de manera correcta y rápida, esta reestructuración puede ahorrarle a los contribuyentes de la eurozona mucho dinero. Además, también evitaría que los bancos y el BCE pierdan un capital que disminuye, y lograría que los tenedores de bonos privados paguen al menos una porción de las pérdidas, pero sin disparar cláusulas de default ni reclamos por el cobro de seguros sobre bonos (credit default swap). Y le daría a Grecia un período de gracia suficientemente largo como para que tenga una chance decente de recomponerse.
El modesto incremento en la deuda bruta de la eurozona -menos de 7% en el peor escenario- tampoco tiene necesariamente que dar como resultado tasas de interés más altas en la región, especialmente si de esta manera se evita el contagio a España, un socio mucho más caro de rescatar.
Los pilares de la recuperación de Argentina en la última década fueron el tiempo y una moneda barata. Aunque esto último no es algo que esté fácilmente al alcance de los países de la eurozona, el tiempo todavía puede utilizarse para beneficio de Europa.
Una Pax Romana financiera requiere un enfoque más sabio y contundente.
Esta nota fue publicada
por Financial Times