En la década kirchnerista, la política exterior argentina profundizó la orientación suramericana que habían iniciado Raúl Alfonsín y Carlos Menem, los dos artífices argentinos del Mercosur. El cambio cualitativo es la nueva alianza con Brasil.

Crecieron el comercio bilateral y la inversión extranjera directa brasileña en nuestro país, e importantes empresas argentinas fueron compradas por grupos brasileños. En lo político, esta nueva alianza se plasmó en una nueva gestualidad y nuevas instituciones regionales. Argentina coordina con Brasil las posiciones que asume en la región y los foros internacionales, habiendo rutinizado para ello un mecanismo informal de consulta, y fue uno de los pilares del proceso de creación de UNASUR, una iniciativa de cooperación suramericana que está impregnada de la visión geopolítica brasileña. Que Néstor Kirchner haya sido elegido como primer secretario general de la misma, en 2010, es un hecho significativo.

El compromiso de Kirchner con el proyecto brasileño se cristalizó en la IV Cumbre de las Américas de Mar del Plata de 2005. En aquella oportunidad, a instancias de Lula, los países del Mercosur + Venezuela pusieron fin al proyecto del ALCA. A partir de ese momento, la estrategia de los Estados Unidos en la región se concentró en los partnerships bilaterales de comercio preferencial con los países que luego formarían la Alianza del Pacífico, mientras que Brasil impulsó un modelo de cooperación política, militar y logística subcontinental que tiende a sustituir a la OEA. Hoy, como consecuencia de lo anterior, la Argentina se encuentra más lejos de los Estados Unidos en casi todos los planos.

¿Argentina se convirtió en "brasildependiente" durante el kirchnerismo? En alguna medida, sí, y la conmoción política interna que generó la decisión de la minera Vale de suspender su proyecto de inversión en Mendoza ilustra nuestra sensibilidad. Buena parte de nuestro ingreso nacional bruto y de nuestras relaciones con el mundo global están actualmente mediadas por el vínculo con Brasil, que se transformó en un factor central de nuestra realidad. Sin embargo, también es cierto que a la Argentina de la década K no le tembló el pulso a la hora de imponer trabas proteccionistas, que irritaron a los industriales de San Pablo, y que nuestra gran producción de commodities nos permitió diversificar nuestras exportaciones, que hoy son demandadas en todo el mundo.

En el marco de la alianza con Brasil, la década kirchnerista se apoderó de una visión geopolítica del Sur. En el discurso presidencial, afloró con una fuerza cada vez mayor la idea de que el mundo está cambiando, que un nuevo Sur crece en desmedro de Occidente, y que la Argentina es una de las protagonistas de ese proceso emergente. Esta idea, transformada en concepto, es una parte constitutiva de la identidad kirchnerista. Y la relación con los países de la región, en este contexto, merece un capítulo especial. A partir de 2005, Buenos Aires se vuelva al subcontinente con la expectativa de convertirse en un país que amalgame el peso de Brasil con las heterogeneidades suramericanas. A pesar de algunos roces bilaterales, subproductos de nuestra propia crisis, con Uruguay y Chile, se intensificaron los vínculos con todos los países del continente. La relación personal y emocional con Chávez y otros presidentes de la región se convirtieron en símbolos de una etapa.