En estos momentos es noticia las tirantes relaciones entre la Pcia de Buenos Aires y el Gobierno Nacional por los continuos desaires del poder central al Gobernador Scioli en su búsqueda de ayuda financiera.

Sin entrar en detalles en cuanto las aptitudes administrativas del Gobernador, tales situaciones incluyen coros de seguidores del gobierno central descalificando al primer mandatario provincial, altisonantes declaraciones públicas de funcionarios del ejecutivo nacional negándole recursos y tímidas defensas desde la provincia. Algo insólito porque estamos hablando de dirigentes y funcionarios provenientes del mismo partido político, y lo que es mas grave aún es que detrás de ese peligroso minué de poder, venganzas e intrigas, ninguno de ellos parece preocuparse, en verdad ni siquiera lo mencionan, que detrás de ese mezquina puja se encuentran millones de bonaerenses.

Estamos frente a una tendencia por parte de los seguidores de Poder Ejecutivo en robustecer al poder central de tal manera que se desvirtúa el auténtico federalismo consagrado en nuestra Constitución. Las motivaciones de tal degradación institucional son fruto de un pensamiento marcadamente hegemónico, y que desde el año 1988 los gobiernos de provincia no asumen el rol que tienen en el sistema federal, cuestiones referidas a la distribución del poder, tanto económico, demográfico y obviamente político.

El Federalismo no debe ser una declamación de principios sino una forma real del ejercicio de la autoridad institucional y una garantía frente a la discrecionalidad de los gobiernos centrales.

El incumplimiento de la Ley de Coparticipación Federal de Impuestos y exigir su cumplimiento, no es un acto de cobardía como dijo por ahí nuestro devaluado Vicepresidente, todo lo contrario, es cumplir con la Constitución, por cuanto esta importa un reparto en base a criterios objetivos, la cual debe ser equitativa, solidaria y dará prioridad al logro de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional. Ignorar o incumplir estos principios significa debilitar y reducir a sabiendas la capacidad de funcionamiento las provincias y la posibilidad de diseñar sus propios horizontes.

El federalismo correctamente interpretado determina un modelo de convivencia como nación que implica el ejercicio del debate y el consenso como herramienta para la construcción colectiva de un país. Si defendemos estos valores debemos repudiar los intentos de usar nuestro mayor texto político para solventar imaginarias luchas intestinas, y hacer del cumplimiento de la letra de nuestra Constitución esa hoja de ruta que nos permita transitar el camino hacia una Argentina con mas igualdad, equilibrada, con mayor desarrollo, y mejor calidad de vida para todos sus ciudadanos.

Para aquellos que cumplen funciones de gobierno y tienen bajo su decisión y responsabilidad el destino de cientos de miles de sus ciudadanos les sería bueno recordar aquellas palabras de Benjamín Franklin Aquellos que son capaces de renunciar a la libertad esencial por conseguir una pequeña seguridad transitoria, no merecen ni la libertad ni la seguridad.