Deja vú: la salida de la tablita cambiaria de Martínez de Hoz
En los últimos días se han trazado numerosos paralelos entre la situación económica actual y el Rodrigazo. La verdad es que si de hacer historicismo económico se trata, el paralelo más interesante puede trazarse con otro momento: el del final de la tablita de Martínez de Hoz. Si se observa la historia económica reciente de nuestro país, hubo dos períodos de paulatino retraso del tipo de cambio por efecto de la inflación: el actual, y el correspondiente a la recordada tablita.
El 31 de marzo de 1981 finalizaba la presidencia de Videla y con él, terminaba la gestión de Martínez de Hoz. Desde 1978 el ministro había implementado un mecanismo de pauta anticipada del tipo de cambio (la tablita) por la cual el dólar tenía un precio conocido previamente, cuya variación diaria se ubicaba por debajo de la inflación y la tasa de interés.
Al final del ciclo, en febrero de 1981, se había acumulado un importante retraso en la cotización del dólar. El sistema se realimentaba a través de un fuerte ingreso de capitales: dada la libertad cambiaria y las tasas reales positivas de interés, las tasas en términos de dólares eran las más altas del planeta.
La desconfianza respecto de la sustentabilidad cambiaria aumentaba a medida que se acercaba el recambio de autoridades. El flujo de capital invirtió su signo. Para descomprimir la presión que había sobre el dólar y tratar de cortar con la fuga de capitales, el gobierno devaluó un 10%. El resultado fue exactamente el opuesto al deseado, acelerándose la salida de divisas.
Al producirse el cambio de autoridades, el nuevo ministro de economía, Lorenzo Sigaut (01/04/81 - 20/12/81), anunció una nueva devaluación, en esta caso del 30%. La desconfianza era total; a lo largo del año el proceso se repitió tres veces y el precio del dólar se triplicó. Se implementó el control de cambios, desdoblándose el mercado cambiario en un mercado comercial regulado y un mercado financiero libre. La brecha entre los dos oscilaba alrededor de 50%.
En diciembre de 1981 el entonces presidente, Roberto Viola, debió renunciar. Al cabo de varios días asumió Galtieri, quien designó al frente de la cartera de economía a Roberto Alemann (22/12/81 -30/06/82). El nuevo ministro unificó y liberó el mercado y el precio se ubicó en niveles intermedios entre el comercial y el financiero.
Con la rendición de Malvinas, cayó el gobierno de Galtieri y con él, Alemann. Con el nuevo presidente, Reynaldo Bignone, se produjo una situación curiosa: el presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, tenía más poder que el ministro de Economía, José María Dagnino Pastore. En un brevísimo lapso de tiempo (02/07/82 - 25/08/82) el dólar y otros activos reales dieron un gran salto mientras que tasas nominales muy bajas en comparación con la inflación, licuaron los pasivos que se habían generado.
A partir de allí, comenzó la transición hasta la asunción del nuevo presidente, elegido democráticamente. Esa transición estuvo a cargo del ministro Jorge Webbe (25/08/82 -10/12/1983), quien hizo lo que pudo en un marco de total falta de credibilidad, alta inflación y descontrol de todas las variables económicas.
Cuando terminó la gestión de Sigaut, el dólar había aumentado cuatro veces (8 meses). Alemann le agregó 2,5 veces en 6 meses, Dagnino Pastore lo duplicó en menos de dos meses. Webbe lo multiplicó 13 veces en poco más de 15 meses. En resumidas cuentas, el valor del dólar subió 104 veces desde la devaluación del 10% en febrero de 1981 y la asunción de Alfonsín en diciembre de 1983 (34 meses). Cabe apuntar que hoy faltan 22 meses hasta que asuma el gobierno que resulte elegido en 2015.
A lo largo del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner el valor del dólar fue apreciándose nominalmente en base a pequeñas modificaciones periódicas que, sobre todo a partir de 2006, siempre estuvieron muy por debajo de las tasas de inflación. Al asumir Axel Kiciloff el Ministerio de Economía, el 20 de noviembre de 2013, un dólar valía $6.02, muy cerca del precio promedio establecido en el presupuesto para 2014, $6.33.
El impulso de la cotización a aproximadamente $8 se parece mucho a la devaluación de febrero de 1981. La presión acumulada, la constante pérdida de reservas del Banco Central, un proceso inflacionario en alza, en el marco de una creciente desconfianza, preanuncia oscilaciones cuyo techo no tienen límites.
El 31 de marzo de 1981 finalizaba la presidencia de Videla y con él, terminaba la gestión de Martínez de Hoz. Desde 1978 el ministro había implementado un mecanismo de pauta anticipada del tipo de cambio (la tablita) por la cual el dólar tenía un precio conocido previamente, cuya variación diaria se ubicaba por debajo de la inflación y la tasa de interés.
Al final del ciclo, en febrero de 1981, se había acumulado un importante retraso en la cotización del dólar. El sistema se realimentaba a través de un fuerte ingreso de capitales: dada la libertad cambiaria y las tasas reales positivas de interés, las tasas en términos de dólares eran las más altas del planeta.
La desconfianza respecto de la sustentabilidad cambiaria aumentaba a medida que se acercaba el recambio de autoridades. El flujo de capital invirtió su signo. Para descomprimir la presión que había sobre el dólar y tratar de cortar con la fuga de capitales, el gobierno devaluó un 10%. El resultado fue exactamente el opuesto al deseado, acelerándose la salida de divisas.
Al producirse el cambio de autoridades, el nuevo ministro de economía, Lorenzo Sigaut (01/04/81 - 20/12/81), anunció una nueva devaluación, en esta caso del 30%. La desconfianza era total; a lo largo del año el proceso se repitió tres veces y el precio del dólar se triplicó. Se implementó el control de cambios, desdoblándose el mercado cambiario en un mercado comercial regulado y un mercado financiero libre. La brecha entre los dos oscilaba alrededor de 50%.
En diciembre de 1981 el entonces presidente, Roberto Viola, debió renunciar. Al cabo de varios días asumió Galtieri, quien designó al frente de la cartera de economía a Roberto Alemann (22/12/81 -30/06/82). El nuevo ministro unificó y liberó el mercado y el precio se ubicó en niveles intermedios entre el comercial y el financiero.
Con la rendición de Malvinas, cayó el gobierno de Galtieri y con él, Alemann. Con el nuevo presidente, Reynaldo Bignone, se produjo una situación curiosa: el presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, tenía más poder que el ministro de Economía, José María Dagnino Pastore. En un brevísimo lapso de tiempo (02/07/82 - 25/08/82) el dólar y otros activos reales dieron un gran salto mientras que tasas nominales muy bajas en comparación con la inflación, licuaron los pasivos que se habían generado.
A partir de allí, comenzó la transición hasta la asunción del nuevo presidente, elegido democráticamente. Esa transición estuvo a cargo del ministro Jorge Webbe (25/08/82 -10/12/1983), quien hizo lo que pudo en un marco de total falta de credibilidad, alta inflación y descontrol de todas las variables económicas.
Cuando terminó la gestión de Sigaut, el dólar había aumentado cuatro veces (8 meses). Alemann le agregó 2,5 veces en 6 meses, Dagnino Pastore lo duplicó en menos de dos meses. Webbe lo multiplicó 13 veces en poco más de 15 meses. En resumidas cuentas, el valor del dólar subió 104 veces desde la devaluación del 10% en febrero de 1981 y la asunción de Alfonsín en diciembre de 1983 (34 meses). Cabe apuntar que hoy faltan 22 meses hasta que asuma el gobierno que resulte elegido en 2015.
A lo largo del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner el valor del dólar fue apreciándose nominalmente en base a pequeñas modificaciones periódicas que, sobre todo a partir de 2006, siempre estuvieron muy por debajo de las tasas de inflación. Al asumir Axel Kiciloff el Ministerio de Economía, el 20 de noviembre de 2013, un dólar valía $6.02, muy cerca del precio promedio establecido en el presupuesto para 2014, $6.33.
El impulso de la cotización a aproximadamente $8 se parece mucho a la devaluación de febrero de 1981. La presión acumulada, la constante pérdida de reservas del Banco Central, un proceso inflacionario en alza, en el marco de una creciente desconfianza, preanuncia oscilaciones cuyo techo no tienen límites.
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